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miércoles, 15 de abril de 2020

155. La manzana cíclope y el posible fin

¡O horrible,O horrible,que tan horrible!” cantó el coro de testigos del cambio que había vuelto a sufrir Alpin.

“¿Es él? ¿Es ese Alpin ahí en el suelo?” susurró Mons aterrado. “Oh, ¿qué he hecho?” lloró.
  
                                  

“¡Absolutamente nada!” dijo Alpin, exonerando a Mons. “Debí de haber hablado con Garth antes de haber experimentado por mi cuenta.”

¡Oh, recogedlo antes de que uno de nosotros le pise!

Mons estaba conmocionado. No se podía haber imaginado que algo como aquello le pudiese pasar a Alpin. Una pequeña manzanita roja contemplaba a Michael y los faunos con un solo ojo desde entre espesa hierba. Esa manzana era Alpin. Pero sonreía con una boquita muy chiquitina.

“No me siento tan mal,” dijo Alpin. “Todo considerado. Sólo espero que a nadie se le ocurra comerme.”

“¿Con ese ojo mohoso que tienes? ¡Se lo pensarán dos veces! Apuesto a que puedes dar el mal de ojo a cualquiera que se te acerque,” dijo Fons.
“Eso molaría,” dijo Alpin.

Michael recogió a Alpin y se lo metió en el bolsillo de la chaqueta.

“Tendré que hablar con Garth,” dijo. “Esto no puede ser. Es pasarse. Es totalmente inaceptable. Esto no se lo puedo explicar a tu madre.”

“Yo iré contigo,” dijo Mons. Pons y Fons también salieron voluntarios.

“Espero que Plumas no me pique,” dijo Alpin, asomando desde el bolsillo de Michael. “Plumas es mi mascota. Una gallina. ¿Las gallinas comen manzanas?”

“Al gusano que te ha hecho ese ojo seguro que se lo comería,” dijo Michael.

“No podrá. No creo que haya nada mas que semillas dentro de mí.”

“¿Puedes ver algo con ese ojo hecho de moho blanco y negro?”

Alpin pestañeó. Abrió su ojo miedoso y lo volvió a cerrar. Luego lo abrió otra vez.

“¿Qué si puedo ver algo? ¡Todo! Creo que puedo ver cualquier cosa que quiero ver. Sólo tengo que pensar en algo o alguien que quiera ver y veo eso. No importa donde estén.”

“Menos mal que al menos tiene habilidades,” dijo Pons.

“¿Dónde está Garth? ¿Puedes decirnos dónde encontrarle?”preguntó Mons.

“Está hablando con mi mamá,” dijo Alpin.

¡Horror, furor y terror!” suspiró Mons.

“Le está diciendo algo en el jardín y …¡Oh! Se ha desmayado. Él la está recogiendo del suelo. La va a poner en el sofá-columpio que hay en nuestro porche. Ahora está escribiendo una nota. La ha cosido al encaje de la manga de Mamá, a la altura de la muñeca.Ya se va.”

“¿Qué dice la nota?”

“Dice que habrá que esperar un año para ver si esto se puede remediar.”

 “¿Qué más dice?”

“Dice que Mamá no puede demandar a nadie porque yo no tengo permiso para entrar en el bosque. Fui formalmente desterrado por Artemio hace años.”

“Pero si siempre estás ahí dentro.”

“Oh, Artemio siempre me echa a patadas cuando me ve ahí. Y ya dijo que no respondería de nada de lo que me pudiese suceder si entraba sin permiso, así que tampoco se le podría demandar a él. Ni al bosque ni a la zarzamora que comí. Eso significa que tampoco podemos demandar a Garth, pues estoy más que advertido en lo que toca a las frutas de noviembre.”

“Tendremos que hablar con Darcy.”

“Ni os molestéis. Mi hermanito es más malote que Garth. Muy tacaño y nada generoso con su don. Sólo dejadme en algún lugar donde pueda sentirme seguro. Como manzana que soy, mi mayor temor es que me coman. Creo que podré esperar un año si estoy en un lugar seguro.”

La paciencia nunca había sido una de las virtudes de Alpin, así que todos se sorprendieron al oirle hablar así.

Se le ocurrió a Michael que Fiona debería meter a su hermano manzana en la caja fuerte del casino en la que estaba oculto el Saladito Barbamocos de jengibre. Pero Alpin dijo que no era buena idea. Estaría oscuro y se sentiría sólo ahí dentro. La galleta no estaba animada.

Dijo que prefería andar por casa, quizás dentro de una urna o fanal. Su madre tenía un frutero de porcelana fina con todo tipo de frutas y flores de cera en la mesa del comedor. Tal vez podría habitar allí.

“Alguien debería de ir a revivir a Aislene,” dijo Mons. 

Y todos se dirigieron hacia allí para hacer eso.

Allí es donde estaba yo, Arley, ocupado consolando a La Novia Diabólica. Pero extrañamente, mientras la decía que todo se arreglaría y Garth acabaría cediendo y Alpin volvería a ser el mismo antes o después de un año, yo sabía que nada volvería a ser igual. ¿Alguien realmente quería que Alpin volviese a ser el que fue? Y yo mismo necesitaba consuelo.

No tengo otro remedio que terminar estas crónicas con una triste nota. Yo no había hecho nada maravilloso ni heroico. Había perdido a un amigo que era tan molesto que nunca me dí cuenta de que era compañía a su peculiar manera hasta que le perdí. Había perdido a mi amada y me había dado cuenta de que nunca fui tan importante para ella como ella lo era para mí. Me sentía más distanciado de mis padres que nunca, aunque era consciente de que nunca había estado cómodo con sus maneras de ver el mundo.Yo no estaba seguro de que hubiese más maneras de entender las cosas, pero necesitaba encontrar una nueva. Había tenido que ver con humanos que me habían hecho pensar que ser feliz para siempre podría ser un imposible. Y estaba pagando por haber tratado con ellos. Cuanta más gente conocía más sólo me sentía, o por lo menos, más consciente era de lo sólo que estaba. Solo los hojitas me entendían.  

“Te vas a convertir en una de las hadas hurañas que se sientan en cuevas quietas como piedras,” suspiró Vicentico.

Yo comprendía lo que quería decir. Me imaginaba sentado y callado, meditando con los ojos medio cerrados, creciendo una barba larga como una serpiente que caía de entre los dedos que sostenían mi barbilla.

“No dejes que eso ocurra,” me dijo Vicentico.

“Lo intentaré,” dije yo. “Pero tendría que aprender cómo.” 

“Piensa en todo lo que te has divertido,” dijo Vicentico.

“¿Lo fue?” le pregunté.

La respuesta a esa pregunta sellaría mi futuro.

“¿Fue divertido?”
                                           
 “¿Fin?

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