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martes, 19 de abril de 2022

178. Cena en la guarida de Timiano y el propósito de cuatro vidas

178. Cena en la guarida de Timiano y el propósito de cuatro vidas

Tras ver a dos papapipas convertidos en mascotas de mis hermanas, y habiéndome dicho estas que yo también recibiría uno de parte de mi hermano, decidí hacerle una visita a Timiano. Timiano es uno de esos hermanos míos que nunca llegaron a independizarse y jamás se fueron del palacio de nuestros padres. Tal vez está esperando a cumplir cien años para hacerlo. De esos ha habido unos cuantos.

Timiano no ha reclamado su propia casa ideal y vive en uno de los muchos sótanos del palacio. Estos sótanos son lugares algo tenebrosos. No los he explorado todos y no creo que mis padres lo hayan hecho tampoco. Lo que hay debajo del palacio es un misterio que sólo conocen parcialmente unos cuantos individuos. No creo que haya una sola persona que conozca todo lo que hay ahí abajo. Para poder ver a Timiano, primero tuve que ir a mis propios aposentos ahí en el palacio y buscar una guía del lugar que guardaba entre mis libros. Todos los años, en enero, nos dan una nueva.

Cuando llegué a los jardines del palacio, Cespuglio se manifestó ante mí y me hizo señales desde el arbusto en el que estaba escondido. Le dije que estaba ahí para visitar a Timiano y le pregunté si quería acompañarme. Él asintió, salió de entre las ramas del arbusto y me siguió hasta mis habitaciones. Una de estas está montada como una pequeña biblioteca. No tan pequeña, porque allí guardo muchos  libros, mapas, legajos, revistas, tebeos  y  cosas parecidas. No soy excesivamente ordenado, pero puedo encontrar lo que busco ahí cuando lo necesito, así que encontré la guía con bastante facilidad. La sacudí un poquito para quitarle el polvo de hadas que había cogido. Afortunadamente para todos, el polvo de hadas es el único tipo de polvo que entra en el palacio. Es bastante bonito y tiene costumbre de irse a otra parte cuando no lo quieres en un lugar o sobre algún objeto. Nunca te hace estornudar, porque jamás se mete en tus narices o se planta en tu pelo a no ser que quieras que lo haga. Y sabe irse solito al jardín cuando le dices que está estorbando.

 Con el libro abierto en la página correcta, Ces y yo descendimos al cuarto sótano del palacio. Buscamos en las paredes una pequeña apertura con la forma de una cruz egipcia o llave de la vida y al encontrarla, nos encogimos todo lo que pudimos para poder pasar por el círculo de esa cruz. Una vez que accedimos a su interior, nos encontramos en una cámara que parecía una cueva. Volvimos a nuestro tamaño natural y buscamos otra apertura, que hallamos en una de las paredes a la altura de nuestras rodillas. Nos pusimos a cuatro patas y nos colamos por esa apertura y avanzamos zigzagueando por un túnel que recordaba un laberinto hasta llegar a otra pequeña cámara. Buscamos y encontramos una pared que tenía un grafito de un sol de largos y delgados brazos que recogían flores de loto junto al Nilo. No era fácil encontrarlo, porque no era muy grande y se movía de una pared a otra y sólo se quedaba quieto cuando lo tocabas.

Cuando este dibujo está de buen humor, el sol es de un amarillo vital y simpático, el cielo es de un azul propio de los más preciosos días de verano, las flores de loto son de un blanco reluciente y el río es de un apacible verde azulado. Pero cuando el dibujo está de malas, las aguas del Nilo son del color de la sangre, el cielo es de un gris plomizo y las nubes son como estrías y churretes de sangre. Las flores no se dejan ver por ninguna parte y los brazos del sol resultan tan amenazantes como las patas de una araña venenosa. Afortunadamente para nosotros, el grafito estaba contento. Eso significaba que Timiano estaba en casa y que estaba dispuesto a recibir visitas. Nosotros sabíamos que si presionábamos nuestros cuerpos contra el dibujo, traspasaríamos la pared y pasaríamos a la guarida de Timiano.

Las paredes de la primera habitación en la que entras allí están cubiertas de escarabajos, como algunas paredes de ciertas casas están empapeladas con papel de lunares. Algunos de estos escarabajos son de color azul turquesa,  otros de color añil. Los hay también negros como el azabache y rojos como los rubíes. Los hay de un verde esmeralda. Todos lucen mucho sobre un fondo dorado. Hay también en esa habitación un gran asiento de oro macizo con forma de león. Si te sientas en él, parece que estás montado de lado en el majestuoso felino. Timiano suele recibir a sus visitas sentado ahí, pero no estaba allí en ese momento. Una puerta abierta nos invitaba a penetrar más profundamente en sus aposentos. Conforme nos acercábamos a ella, pude escuchar un sonido chirriante, aunque parecía también musical. Me recordó las voces de los papapipas de mis hermanas cuando murmuraban y gruñían. Una vez más me sentí inquieto. ¿Se habrían salido de madre los papapipas y habrían atacado a Timiano? El olor a incienso y a la resina de los mejores árboles de mirra mezclada con aceites  inundó el lugar y nos envolvió.

“¿Sabéis que cantaban?” Tomillo nos preguntó, apareciendo de pronto de detrás de una cortina. Cargaba una pequeña lira, y tras él apareció nuestro hermano Devin, el famoso niño de la India, con una flauta de hueso en una mano. Más atrás, y por encima de la altura de sus cabezas, revoloteaba un coro de unas dos docenas de papapipas. “Eso era el sexto himno hurrita. Es la canción escrita más antigua del mundo de los humanos.”

Mis temores se habían apoderado de mí y no pude evitar que se notase.

“¡Uy, que contento estoy de verte de una pieza!” exclamé sin poder contenerme.

“¿Por qué no habría de estarlo? Si están muy felices,” dijo Timiano sacudiendo una mano como si así apartase mis miedos. “Han aprendido a cantar para ganar su sustento, saben bailar para mostrar su alegría, van de compras para adquirir dulces. Ya no amenazan y escupen a la gente. Sólo se divierten sanamente, como hace la gente civilizada.”

“Gruñen,” no pude evitar decirle. “No me gustan los ruidos que meten.”

“¿Tú quieres que yo trabaje un poco más en eso de su sonido? Supongo que podría lograr que cantasen más dulcemente.”

Esta vez yo sacudí la mano para poner fin a esa conversación.

 “Sólo he venido para ver como estabas,” dije. “Me tenías preocupado.”

“No estoy mal. Cuando tenga tiempo, enseñaré a estos bichejos de azúcar a pintar. Luego dejaré que llenen todas las paredes de aquí abajo con sus dibujos.”

“¿Están todos aquí? ¿Hasta el último?” pregunté. No entendía cómo podrían estarlo. Nuestro tío y yo habíamos usado los restos de gran parte de estos bichos como abono, tal y como nos había recomendado el sacerdote de Anubis. Esos ahora tendrían que haberse convertido en girasoles.

“Oh, no. El bulto está con Anubis. Yo no he reciclado a esos bichos. No creo que sean nada dulces. Me imagino que él los utiliza para atormentar a las almas de los malvados que habitan en sus reinos. Algo siniestro.”

“¿Pero qué son exactamente estos bichos? ¿Animales o maquinas? Me temo que voy a tener pesadillas con ellos una noche cualquiera de estas.”

“Tú siempre has tenido pesadillas. Me acuerdo que en una fiesta de Halloween invocaste al Dr. Freud o algo así y se montó un follón.”

“Pensé que yo podría ser humano.”

“¿Tú? Para nada. No das el perfil. ¿Cerveza o leche?”

Ces  y yo seguimos a Timiano y a Devin, y pasamos detrás de la cortina. Les seguimos por cámara tras cámara, todas rebosantes de varas de marfil, barquitos de cera, figuritas de humanos, papiros, pergaminos, rollos de tela de lino, estelas labradas, grandes y pequeñas, máscaras de momias, hojas de espadas de obsidiana, cerámicas surtidas, ataúdes de piedra caliza, moldes diminutos con forma de comida, tales como uvas y melones, un calabacín enorme, calabazas secas rellenas de pepitas, hipopótamos de mayólica, gatos de lapislázuli, diversas serpientes de  diversos metales, cobras de barro, cocodrilos de cornalina, halcones de jaspe, leones alados y no alados de bronce, babuinos de barro del Nilo, tortugas de hueso, chacales de ébano, buitres disecados, y los dioses sabrán que otras clases de animales y objetos. Yo recordaba haberle preguntado a Timiano si todo esto era botín hallado en tumbas saqueadas.  Él me había asegurado que no. Dijo que eso sería robar. Y un sacrilegio.

Cuando por fin llegamos a su comedor, estancia muy particular con una gran mesa de madera y seis sillas de piedra a cada lado y toda clase de vitrinas contra las paredes plagadas de frascos y botellas de hojas de ajenjo, mirto y sauce, vainas de algarroba, semillas de malvavisco, cilantro, eneldo y apio, sal de natrón, huevos de halcón, cinabrio y muchas otras cosas con las que esperábamos fervientemente que no se le ocurriese animar la comida y bebida que intuíamos que nos iba a ofrecer.

Cespuglio y yo intercambiamos una miradita. Comer con Timiano siempre pone a uno de los nervios. La verdad es que siempre acabábamos vomitando en cuanto habíamos vuelto a casa después de haber aceptado comida o bebida ofrecida por Timiano. No había modo de culparle de nada, porque no podíamos estar seguros de que algo nos había sentado mal. Sólo sabíamos que la ansiedad que habíamos pasado y lo aprensivos que nos poníamos nos afectaba la digestión. La atmosfera de ese comedor no era la de un lugar en el que resulta grato comer. Había, por ejemplo, entre las vitrinas, una especie de terrario bien grande y plagado de escorpiones del tamaño que los pidieses. No estaban allí para ser comidos, como lo están las langostas en los acuarios de algunos restaurantes. Pero yo no podía evitar temer que alguno de esos escorpiones podría lograr escapar y pegarle un mordisco a alguno de los comensales. Recordé que en más de una ocasión, al entrar en o salir del palacio, me había topado con visitantes que habían acudido hasta allí para ver a Timiano. Algunos me habían preguntado si el encantador de escorpiones estaba en casa. Sí, ese era uno de los sobrenombres de Timiano.

Había cuatro pizzas gourmet de tamaño familiar sobre la mesa de madera. Tomillo dijo que Devin las había bajado de la cocina. Suponiendo que no las hubiese pasado nada durante el viajecito, probablemente sería seguro comerlas. Decidimos repartir las cuatro entre los cuatro en lugar de elegir una cada uno.

“¿Cerveza o leche?” volvió a preguntar Timiano.

La cerveza de Timiano no tiene nada que ver con la clase de cerveza que los humanos o las hadas consumen hoy en día. Para empezar, suele ser roja y casi siempre hay cositas flotando en ella. Yo no sé si la considerarían buena, regular o mala en el antiguo Egipto,  pero cuando Cespuglio dijo, “¡Leche!”,  yo dije  Yo también.”

 “¿Con miel?”

“Sí, por fa,” Ces y yo dijimos a la par. 

Dev, que es unos cuatrocientos o quinientos  años mayor que nosotros, eligió beber cerveza. Ya es mayorcito para saber lo que hace, supongo. Y también por su edad será más inmune a más bacterias muy antiguas.

Timiano nos sirvió la bebida en unas copas de piedra con forma de loto.  Eran realmente muy bonitas. Tenemos que admitir que sus platos y vasos son una preciosidad, y siempre están tan limpios que relucen. Inmaculadas. No se puede negar.

“¡Yo,  Padi!” exclamé cuando apareció Padimaahes, el gato carey  que es la mascota de Timiano. Cuando saltó sobre mí y se puso cómodo en mis rodillas le pregunté  “¿Cómo te llevas con los papapipas? Bueno, con los bichejos de azúcar.”

“¡Es un neurótico! ¡Y siempre lo será!” suspiró Timiano.

“¿Padi?” pregunté sorprendido. No conozco un gato más tranquilote que ese.

“¡No, tú!

“Muy,” asintió Devin, que ya estaba mordisqueando la pizza de piña y batata. “Muy neurótico.”

Timiano se levantó y sacó a todos los papapipas de la habitación, diciéndoles que se podían comer la caña de azúcar que había en la cocina. Pero Padi me dio una mirada que sólo podía significar que las nuevas mascotas de mi hermano no le caían mejor que a mí.

“Bien. ¿Podrás comer tranquilo ahora?” Tomillo se sentó otra vez antes de que yo pudiese contestar. Tras tragarse un pedazo de pizza de coliflor, pimiento  rojo capiscum asado, mozarela y guindillas, añadió, “Se dice que estás recabando información sobre el pasado de nuestro tito.”

“¿Gentillluvia?”

“Um. Augusto es un akj. No he dicho un asco. Un A-K-J  es lo que he dicho. Un espíritu lleno de luz. Con voz tan verdadera como cualquiera. En palabras que vosotros entenderéis, es un hada de pura cepa. Y cualquier hada de pura cepa os dirá que es un muchacho excelente. Puede que no sea muy alegre, pero hace honor al apellido Buenvecino, que es uno de los nuestros. Pero, claro, también está la opinión de la oposición.  Habría que oírles a esos. Pero no indagues más, Arley. Sólo diles a nuestras hermanitas que no tienen por qué preocuparse. El tito no las hará daño jamás, ni a ellas ni a ti. Y a Papá, pues seguro que tampoco.”

“¿Y sus enemigos son? He de saberlo, si no he de acercarme a ellos.”

Timiano se sirvió un trozo de la pizza de trufa, cebolla blanca y deliciosas setas variadas.

“Los fronterizos. Los que caminan al borde, como sobre una cuerda floja. Los equilibristas bordes. Y los saltarines bordes. Los que ahora están dentro y ahora fuera de nuestro mundo y se arriesgan dando saltitos para dentro y para fuera hasta que resbalan y pierden el equilibrio y nuestra condición para siempre y degeneran en mortales. Gen no les odia. No está en su naturaleza odiar. Pero ellos a él sí. Sabe demasiado y todo lo hace bien. Escucha, mi amado sen, de lo que has recolectado habrás deducido que nuestro papito es un desastre como gobernante, o al menos un mal hermano que no tenía que haber atormentado a Gen por lo bajinis. Ni al Sr. Binky tampoco, ¡qué caray! No nos olvidemos de esa alma cándida por pelmaza que sea.  Pero la verdad es que lo más difícil que hay que hacer a veces es no hacer nada. Y a Papi se le da de miedo eso. No hay nadie que no haga nada mejor que no hace nada él. No subestimes a Papá.”

“¿No hacer nada? Sí que hizo algo. Enfrentó a Tito Gen y al Sr. Binky y se deshizo así de dos de sus rivales. Uno de ellos, durante siglos. El otro… ¿Quién sabe cuánto dormirá?

Timiano sonrío.

“¿Tú sabes quién mandó a Binky a dormir la gran siesta?”

“Claro que lo sé. Fue un accidente. Dos coches chocaron y algo estalló. Al Sr. Binky le alcanzó un proyectil. Una lata de aceite mágico. Yo no lo vi suceder, pero Cardo y Brezo se presentaron en el lugar del accidente, mejor dicho, en la escena del accidente, de inmediato. Se llevaron al Sr. Binky a Isla Manzana en el acto. Me lo contaron todo.”

“El veterinario vejete que fabricaba aceite,” suspiró Tomillo. “¡Pobre hombre! Alguien tendría que haberle convertido en uno de nosotros. Se lo merecía.”

“¿Estás sugiriendo que el tío Gen preparó el accidente? ¿Para matar al viejo y dormir al primer ministro? No puede haberlo hecho.”

“Claro que no. Los culpables son los parientes del  Binky. Estaba intentando que esos plutócratas pagasen impuestos. No les podía convencer de que sólo lo harían durante un breve espacio de tiempo. Cuando él, un Binky, tuviese control de todo el dinero del mundo, ni él, ni nadie de su familia tendría que dar explicaciones a nadie. Pero no lo entendieron porque no querían esperar.”

“No. Eso no puede ser cierto. Yo no conozco a la familia del Sr. Binky, pero sí a los Apocado. Y al genio de la lámpara que conducía el otro coche. Eso no fue un montaje. Es como si yo hubiese estado ahí.”

“Lo hiciesen o no sus parientes, ¿no te parece raro que no mostrasen ningún interés en resucitar a Binky? No reclamaron el cuerpo, y no han demandado a nadie. Esa clase de gente demanda hasta a su tatarabuelita por darles un regalo de cumpleaños que no es de su gusto.”

Eso sí era cierto.   

“Pero olvida a los parientes de Binky,” dijo Timiano, fundiendo un trozo de pizza de romero, patata, ajo, ricota y berenjena. “Volvamos a hablar de los nuestros. ¿Tú crees que Gen era un enemigo de Papá?”

“No! Creo que parece que Gen fue maltratado. Y creo que Mamá también lo piensa.”

“Ella no puede pensar de otra manera,” dijo de pronto Dev.  “Mamá y Gen nacieron a la vez. No se puede saber si hubo una diferencia ínfima en el tiempo. No se sabe quién es el mayor. ¿Y sabes qué hizo Gen? Pues dijo que las damas primero. Eso dijo cuando llegó la hora de saber cuál de los dos iba a reinar. Sí, le cedió a Mamá el reino entero. Cuando ella propuso que lo compartiesen, él le dijo al abuelo que era mejor que ella se quedase con el reino entero en vez de partirlo por la mitad. Se portó como la mami favorita del rey Salomón. Mamá jamás pensará mal de Tito Gen. En cuanto al abuelo, le pareció muy bien lo que hizo su hijo, pero nunca se lo perdonó. Así es él No hay quién le tenga contento.”

Entonces Timiano se empezó a reír como si supiese un secreto.

 “Arley, por ahora,  sólo tienes que preocuparte de proteger a Alpin.”

“Alpin? ¿Pero qué…? ¿Otra vez?

“Ese es el propósito de tu vida, ¿no? Yo me dedico a estudiar Egipto. Devin se dedica a sus ordenadores. Ces se dedica a esconderse en los arbustos. Y tú te dedicas a proteger a Alpin.”

Me quedé de piedra. Nunca lo había pensado, pero esto sonaba a la pura verdad.

“Yo…yo no puedo hacer otra cosa. Darcy me pidió que fuese amigo de Alpin. Nadie le puede decir que no a Nono Darcy.” 

“Eso estuvo mal por parte de Darcy. Demuestra que es igualito que el resto de su familia. Un peligro para los que tratan con él. Esa gente no tiene amigos. Tienen víctimas.”

“Creo que…puede que Darcy tampoco tuviese más remedio que hacer lo que hizo. Su madre le estaba presionando para que le encontrase un amigo a Alpin. Supongo que no le quedaba otra que pedírselo a alguien. Lo triste es que me lo pidió a mí.”

“Mira, no te estoy diciendo que Tito Gen vaya a hacer daño a Alpin. Pero no creo que se quede sin hacer nada respecto a esa manzana. No se le da bien pasar de todo,  como a Papá. Y tiene a la manzanita metida entre ceja y ceja.”

“Un poco más abajo,” dijo Dev, “en el chakra Ajna.”

“¿Esto es por qué me forzaron a ser su amigo?”

Timiano sonrió. “Puede que también,” dijo.  

“¡Porque Alpin lo puede ver todo! ¡Sabe demasiado!” grité.

Timiano volvió a sonreír, esta vez asintiendo.

“Tú ve a ver a Papito mañana por la mañana. Va a tomar un brunch con el tito. Únete a ellos. Pero no antes de haber escuchado un poco sin que te pillen haciéndolo. Te enterarás de que se cuece. Podría ser manzanita hervida. Y volved aquí el viernes que viene. Volveremos a tomar pizza nosotros cuatro. Tú y Cespuglio podéis intentar coger un pedo con leche. Prometo que habré logrado que los insectitos canten mucho más dulcemente.”


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