Soy el príncipe de las hadas Arley. Hoy voy a empezar algo así como unas memorias. Es para que perdure el recuerdo de cosas que nos han pasado a mis amigos y a mí.
Cumplí siete años recientemente y es un hecho conocido por las hadas y sus simpatizantes que cuando una de nosotras cumple los siete años puede empezar a vivir por su cuenta.
Acabo de irme de casa de mis padres. Ahora vivo cerca del Bosque Triturado. Y me llevo muy bien con mis vecinos. Incluso con los de difícil trato. Porque yo siempre intento ser un buen vecino también.
El Bosque Triturado nos pertenece a nosotros, a las hadas. Pero también tienen acceso a partes de él los mortales . Y por eso no sabemos cuanto tiempo seguirá aquí. Y también por eso sentimos la necesidad de mantenerlo entero en alguna parte. Aunque solo sea en palabras que sustentan la memoria.
Las leyendas de los pueblos de las hadas nos cuentan que una vez hubo una Edad de Oro. El mundo era uno y todos vivían juntos en él. Pero en algún momento esto cambió.
Las hadas vieron necesario exiliar a quienes no querían vivir en paz
con los demás. Las hadas que no veían mal en maltratar a otras tenían que irse.
Cuanto más dañinas, más lejos se las enviaba de los lugares donde habitaba el
resto. Pero esto sólo logró que se volviesen aun peores. Hicieron mucho daño.
Pero el peor daño se lo hicieron a sí mismas. Se dedicaron a intentar matarse
entre ellas y por eso muchas degeneraron y se volvieron mortales.
Los humanos son los descendientes de las hadas desterradas. No todos son malos. Los seres malos pueden tener descendientes buenos. Esa es una de las razones por las que toleramos a los humanos. Lo sentimos mucho por los buenos. Podrían haber sido como nosotros.
Hoy no es como antes. Ya lleva mucho tiempo habiendo una linea que divide el mundo en dos. Una parte se la cedimos a
los humanos y a su realidad, es decir, a las hadas que eligieron el mal y sus descendientes buenos y malos. La otra mitad es donde ya vivían las hadas de buena voluntad y de defectos aceptables, o donde se las pidió que se mudasen. Cuando el mundo se partió en dos, se partió por la mitad exacta. Pero
ahora los limites y las fronteras no están nada claros. Los mortales son expansionistas
y acaparan y destruyen también lo que es nuestro. Por muy invisibles que nos hagamos, algunos seguimos ahí
Mi padre, el rey Oberón, es de naturaleza siempre optimista. Cree que
al final el bien ha de prevalecer. Dice que los humanos dejarán de matarse
entre sí, bien porque lo hayan hecho del todo o porque hayan ganado los buenos
que hay entre ellos. Dice que entonces todo lo perdido se recuperará, porque no
hay quién pueda con la naturaleza, que brotará con fuerza por doquier de nuevo.
Sólo hay que tener paciencia y fluir con la corriente. Ni que decir tiene que
muchas hadas le acusan de no hacer nada más que permitir el desorden.
En cambio, mi madre, la reina Titania, es precavida y desconfiada y cree
firmemente en la separación de los mundos. Y está construyendo un mundo dentro
de nuestra mitad del mundo tan distante de la mitad de los mortales y tan inaccesible a
ellos como puede hacerlo. Los más ardientes defensores de su régimen trabajan
incansables para lograr que nuestra parte del mundo, y sobre todo el proyecto
de Titania, sean un lugar maravilloso donde todos y cada uno tengamos nuestro espacio
y nadie tenga que invadir territorio ajeno. Hay quien la acusa de escapismo, de
huir en vez de enfrentarse y luchar contra los humanos, pero ella sabe que si
nos habituamos a pelear, degeneraremos como lo hicieron los que ahora son
mortales.
Algunas hadas se niegan a mudarse a lo que llaman la reserva de
Titania. Ya cedieron la mitad del mundo en una ocasión. No cederán más. De
hecho, han vuelto a ocupar lugares cedidos. No quieren dejar atrás hogares que
han sido suyos desde el comienzo de los tiempos. No ven sentido en cedérselos
graciosamente a quienes sólo los destruyen. Para estas hadas es cuestión de
principios no abandonar su territorio, y siguen ahí aunque lo invadan o
destruyan. La mayoría de estas hadas empecinadas son espíritus rústicos que viven de forma
primitiva en lo más primitivo de la naturaleza.
El Bosque Triturado es uno de estos hogares amenazados. Un lugar
todavía mágico que a veces pende sobre una parte del territorio cedido a los mortales y
que a veces se desprende y cae sobre el mundo mortal, y en el cual todavía
habitan hadas que han estado ahí desde tiempos inmemoriales.
Gente buena, pero terca y cabezota. Así son mis vecinos hadas. Es para
ellos que estoy escribiendo esto. Porque aman tanto al hogar del que rara vez
se alejan y porque les gustan mucho los cuentos.
Antes de continuar, ruego a los lectores que estén leyendo esta versión
en español que perdonen mi ignorancia y todas mis faltas de estilo y
ortográficas, pues aunque he aprendido mucho sobre este idioma en los últimos
años, me queda mucho por aprender y no he encontrado otro traductor del fay al
español que yo mismo. Diré que todo lo que encuentren de raro en mis pequeñas memorias se
debe a que están escritas en español feérico, y que por eso puede, por ejemplo,
que en el libro las tildes revoloteen como mariposas, posándose a veces donde
la corrección humana se lo prohibiría, y volviéndose invisibles otras. Me temo
que sólo soy eso que ustedes llaman un guiri. Pero sé que habrá quien me
entienda, y en su comprensión confío.
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