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domingo, 26 de abril de 2020

2. Mi amigo el léprecan



Yo creo en hablar. Es la mejor manera de expresarse. También la mejor manera de entender a los demás. Y es muy útil cuando intentas resolver un problema. Por eso me gusta aprender idiomas.  

También me gusta caminar, sobre todo temprano por la mañana, y sobre todo en Irlanda cuando ha salido el arco iris. Saludo a los pájaros y a las hormigas que encuentro en mi camino en sus propias lenguas.

Durante mis paseos matutinos con frecuencia me cruzaba con un joven y simpático léprecan. Él saludaba con su sombrero verde  y me decía, “Lo mejor de la mañana para usted!” Y yo le contestaba, “¡Y de la tarde para usted!” porque había aprendido que esa era la forma correcta de responder a su saludo tan irlandés.

Un día dije algo más, porque se me ocurrió que el léprecan podía enseñarme a hablar la lengua que estos duendes emplean al hablar entre ellos. A Michael O’Toora le gustó la idea, y comenzamos a pasear juntos mientras él me enseñaba el habla de los leprecanes.

Pero un oscuro día una mujer hada alta y delgada, se cruzó en nuestro camino. Llevaba un vestido del color de dos brumas y una niebla y tres peines de plata y oro delicadamente labrados sujetos a su cabello que era de un rubio platino. Uno de estos peines se soltó y cayó al suelo, justo ante los pies de mi amigo Michael. Caballero que es, se agachó para recogerlo y devolvérselo a la dama.

“¡Ahora la has hecho buena!” le regañó el hada. “¿Es que no sabes que trae mala suerte recoger un peine del suelo? ¡Ahora tendré que detenerme para echarte una horrible maldición, y yo que llevo tantísima prisa!”

Así que en lugar de darle las gracias, condenó a Michael a enseñar inglés durante nueve largos años.

No estaba siendo mala y desagradecida. Ella no es así. No era nada personal. Sólo estaba cumpliendo con una tradición. No puedes recoger un peine del suelo en Irlanda sin que te salga caro. Todavía estoy intentando averiguar por qué, pues ni Glorvina, la mujer hada, podía explicarnos la razón de esta costumbre, pero así hacen las cosas en Irlanda.  

Y de Irlanda nos fuimos a La Mancha. Ahora os contaré por qué.

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