Yo creo en hablar. Es la mejor manera de expresarse.
También la mejor manera de entender a los demás. Y es muy útil cuando intentas
resolver un problema. Por eso me gusta aprender idiomas.
También me gusta caminar, sobre todo temprano por la
mañana, y sobre todo en Irlanda cuando ha salido el arco iris. Saludo a los
pájaros y a las hormigas que encuentro en mi camino en sus propias lenguas.
Durante mis paseos matutinos con frecuencia me cruzaba
con un joven y simpático léprecan. Él saludaba con su sombrero verde y me decía, “Lo mejor de la mañana para usted!” Y yo le contestaba, “¡Y de la tarde para usted!” porque
había aprendido que esa era la forma correcta de responder a su saludo tan irlandés.
Un día dije algo más, porque se me ocurrió que el
léprecan podía enseñarme a hablar la lengua que estos duendes emplean al hablar
entre ellos. A Michael O’Toora le gustó la idea, y comenzamos a pasear juntos
mientras él me enseñaba el habla de los leprecanes.
Pero un oscuro día una mujer hada alta y delgada, se
cruzó en nuestro camino. Llevaba un vestido del color de dos brumas y una
niebla y tres peines de plata y oro delicadamente labrados sujetos a su cabello
que era de un rubio platino. Uno de estos peines se soltó y cayó al suelo,
justo ante los pies de mi amigo Michael. Caballero que es, se agachó para
recogerlo y devolvérselo a la dama.
“¡Ahora la has hecho buena!” le regañó el hada. “¿Es
que no sabes que trae mala suerte recoger un peine del suelo? ¡Ahora tendré que
detenerme para echarte una horrible maldición, y yo que llevo tantísima prisa!”
Así que en lugar de darle las gracias, condenó a
Michael a enseñar inglés durante nueve largos años.
No estaba siendo mala y desagradecida. Ella no es así.
No era nada personal. Sólo estaba cumpliendo con una tradición. No puedes
recoger un peine del suelo en Irlanda sin que te salga caro. Todavía estoy
intentando averiguar por qué, pues ni Glorvina, la mujer hada, podía
explicarnos la razón de esta costumbre, pero así hacen las cosas en
Irlanda.
Y de Irlanda nos fuimos a La
Mancha. Ahora os contaré por qué.
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