Para comprender como
finalizó el asunto del cheque en blanco, hay que saber lo que es un roscón de
reyes. Por si eres de algún lugar dónde no se come esta delicia, diré que se
trata de una tarta que se suele tomar para desayunar el seis de enero. Siempre
hay un pequeño premio, generalmente una figurita diminuta, escondido dentro de
la tarta. La persona que recibe la porción que contiene el regalito se lo
queda. Se pone una corona de papel y es rey o reina por un día, o al menos
durante el desayuno. La tarta también puede
llevar un haba. El que se la encuentra en su porción ha de pagar el siguiente roscón.
El mismo Maritatas Nimbo me contó como había acabado aquel asunto.
“Volví a casa corriendo para
ver lo que quería mi mamma y ella me puso al teléfono con Darcy. Yo no le
quería contar lo del cheque, pero tuve que hacerlo, porque nadie le puede decir
que no al Hombre Oscuro. Me dijo que no me moviese de donde estaba, que cerrase
puertas y ventanas y bajase las persianas. El iba a colgar y vendría a por el
cheque volando. Me aseguró que el cheque estaría a salvo con él. Sólo quería devolvérselo a los reyes magos. Yo hice lo que me pidió y mi
mamma y yo nos sentamos en el sófa a
esperar a Darcy. Mientras esperábamos le conté a mi madre lo que estaba pasando
y ella se asustó muchísimo. Temía que alguien pudiese llegar antes que Darcy y
robar el cheque. Se fue a la cocina y trajo una olla y quemó el cheque ahí
dentro. Dijo que le enseñaría las cenizas a Darcy y le pediría que la
preguntase si le decía la verdad. La creería cuando le respondiese, porque si
te pregunta algo, no le puedes mentir. Todo esto nos llevó unos seis minutos y
Darcy llegó en siete, rompiendo un record.
“Inmediatamente telefoneó a
los reyes magos que ya estaban a punto de montarse en sus camellos, y les dijo
que el cheque había sido recuperado y destruido. Se alegraron mucho de oír eso,
porque nunca antes habían tenido que usar una tarjeta de crédito. Se la habían
concedido porque el rumor de que Darcy en persona andaba buscando el cheque se
había extendido por todas partes. Había gente apostando diez a uno que Darcy lo
encontraría antes de las doce en punto de la noche de reyes. El tío Ernesto les
había dicho que si tenían crédito, podían salir a repartir regalos, pero si
alguna vez se arruinasen, sólo montarían en su carruaje.
“Los reyes magos quisieron
saber dónde había estado el cheque todo ese tiempo y Darcy les habló de mí.
Estaban tan contentos conmigo que prometieron mandarme un roscón todos las
mañanas por siempre jamás. Cada roscón tendría una
figurita distinta. Prometieron seguir mandándome roscones incluso si algún
día tuviesen que mudarse al otro barrio. Ni La Muerte lo evitaría.
“Le dije a Mamma que todas
las mañanas serían fiesta desde este día en adelante. Siempre
desayunaríamos chocolate caliente y roscón. A ella siempre le tocaría la
figurita y sería coronada reina del desayuno, y a mí siempre me tocaría el haba
porque siempre podría pagar el siguiente roscón.”
Eso fue lo que me contó,
pero hubo más. Darcy también quería premiar a Nimbo por habérselo puesto fácil
y le pidió a la Señora Di Limbo que se mantuviese despierta desde las ocho de la mañana hasta después
del almuerzo. Entonces podría echar una siestecita, pero tendría que levantarse para merendar y no
volvería a dormir hasta después de la cena. Y como se lo había pedido Darcy, no
tuvo más remedio que hacerlo. Y ahora Nimbo no tiene miedo de que se convierta
en un bebé de tanto dormir o no se despierta más.
Alpin quiso que me quejase a
los magos porque cuando se quemó el cheque yo perdí mi regalo de la navidad
pasada. Pero no hice tal. Yo sólo quería olvidarme de ese regalo para siempre.
Me hice amigo de Nimbo y dije que ese era mi verdadero regalo, un nuevo amigo. Nimbo
a veces me invita a desayunar. También invita a Alpin, pero a Alpin no le gusta
desayunar en casa de Nimbo porque Darcy le pidió que jamás tomase más de un
pedazo o dos de roscón y que no intentase llevarse la figurita. Tampoco podía
arrancar la fruta y el azúcar que adornaban los trozos de los demás para
comérselos él. Ni siquiera podía quedarse el haba.
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