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viernes, 17 de abril de 2020

120. El que fue y será Binky

Los descontentos llegaron a las siempre abiertas puertas del primer y único ministerio del reino de las hadas. Ahora Tayrón Apocado tenía que aparcar en el aparcamiento de dicho lugar. Había y no había, algo reluciendo ante él, reflejando los cegadores rayos de sol. Pensó que mejor pisaba el freno de su ruina de coche. Lo hizo, y le falló.


Esto causó una colisión con la muy mal aparcada lámpara-coche que una vez le había pertenecido a Aladino y ahora iba a ser propiedad del Sr. Binky. Y eso provocó una explosión que mandó la gran lata de Aceite Apocado volando por los aires hasta atravesar una de las ventanas del primer y único ministerio.


¡Juro que yo no he sido!” gritó Batish Afsún.

Y el genio desapareció, aterrado de que le acusasen de haber bombardeado el ministerio.

Tras unos minutos de intenso caos y confusión, mis padres y mis hermanas Brezo y Cardo aparecieron en escena.


“¿Qué significa esto?” preguntó  Mamá, observando la devastación.
           
                  
“No creo que sea la culpa del genio,” dijo Tay, sacudiendo sus largas rastas. “No vayan a por él. Llevo años diciéndole a mi tío que necesito un coche nuevo, pero no me ha hecho ni caso. Nadie me toma en serio.”
                     

“Entonces nosotros tampoco lo haremos,” dijo Papá. “Diremos que esto ha sido un acto de Dios, un caso de fuerza mayor, algo claramente fortuito.”

“Bien,” dijo Mamá. “Mucho menos jaleo. Pero creo que deberías hacer algo con todo este desastre que hay aquí. Después de todo, la idea de tener un ministerio era tuya.”

“Se hará. Empezaremos por hacer una lista de bajas y desperfectos. A ver. Tus gafas están rotas, Tayrón. Hay astillas clavadas por todas partes. Tenemos un coche quemado y una lámpara gigante que parece más un acordeón que otra cosa. Todas las ventanas del edificio están rotas y los muebles de este despacho están patas arriba.Hay papeles por todas partes. Y tenemos lo que podría ser la cabeza de Binky atascada dentro de una lata de aceite que me imagino sería para la lámpara.”


El Sr. Binky sí que era el individuo postrado que tenía la cabeza atascada en la lata de Aceite Apocado. 

“Eso no era para la lámpara,” dijo Tay. “Eso era una lata del aceite curalotodo de mi tío. Alguien debería sacar la cabeza de ese pobre hombre de la lata, aunque estoy seguro de que está durmiendo plácidamente sin enterarse de nada de lo que está pasando aquí y sin saber qué le ha noqueado. Me sorprendería mucho que estuviese muerto.”

 ¡Por Og!” exclamó Papá. “No pensé que podría estar... muerto. Tan rara vez lo estamos. ¿Tú que crees, Titania?”

“Creo que le quites la lata y lo compruebes.”

“Si no estaba muerto antes de que le diese la lata, sólo estará dormido,” dijo Tayrón. “El aceite creado por mi tío es mucho más efectivo que la anestesia. No sólo te deja inconsciente. También cura heridas a mortales e inmortales mientras duermen. Lo que no sé es lo que va a tardar ese tipo en despertar. Eso depende de un montón de factores.” 

Tayrón  y Papá tiraron juntos de la lata y la consiguieron sacar. El Sr. Binky tenía un aspecto espantoso. Estaba teñido de un amarillo brillante y pringado de aceite y su lengua colgaba. Estaba inconsciente, pero respiraba suavemente. Tay y Papá levantaron su sillón del suelo y le sentaron en él tras su escritorio. Era como manipular a un muñeco.

“Él que sí está muerto,” dijo Tay, “es mi tío. Se le debió parar el corazón cuando saltó del coche. Puede apuntarle en la lista de bajas. Los hojitas están todos bien.”

“Supervivientes natos,” asintió Papá.

“Pero estamos gravemente conmocionados,” dijeron, y lo parecían.

“¿Y todo esto ha sucedido porque expropiamos la mansión del Bosquecillo de los Búhos ilegalmente? Pues Binky si que estaba ilusionado con construir su escuela en vuestro terreno. Lástima. Supongo que eso no va a ser posible.Tendremos que devolveros la propiedad,” dijo Papá.

¡No!” exclamó Tayrón. “Es perfectamente posible. Podemos llegar a un acuerdo ahora mismo si ustedes quieren. Ahora soy yo el dueño y estoy dispuesto a cederos esa finca por muchísimo tiempo a cambio de un coche nuevo para mí y otro para mi mujer. Con tal de que se conserve la casona al menos por fuera y reparéis el muro y nos dejéis vivir para siempre en el sótano, os dejo hacer lo que queráis allí. Prometo que haré un poco de vigilante cuando no tenga ganas de salir por la noche. ¿Estoy siendo razonable?”

“No. ¡Estás siendo magnánimo! Si llegamos a abrir esa escuela, te prometo que pondré una estatua de ti en el jardín. No puedo poner tu nombre a la escuela porque ese honor se lo prometió Binky a un niñito asquerosamente rico.”

Y con eso solucionado, Papá le dijo a Mamá que podían irse.

“¿Pero cómo que hemos acabado aquí?”saltó Mamá. “Este lugar es una pocilga. ¿Quién va a limpiar esto?”

“Escucha, yo me he ocupado del problema inmobiliario. Dile a tu gente que limpie esto. Llama a Telaraña y su equipo.”

“¡De ninguna manera! Esto se queda así si tú no lo limpias.”

“Pues así sea. Binky lo restaurará y llevará a su antiguo esplendor cuando salga del coma.”

“Si quieren, yo puedo llevarme parte de esta chatarra,” sugirió Tay. “Remolcaré lo que queda del coche y la lámpara que está pegada a él y me lo llevaré a casa si me dais mis coches nuevos ahora.”

Papá le preguntó a Tay si le importaba que los coches fuesen limusinas.A Tay no le importaba eso y consiguió una limusina negra para él y otra blanca para su mujer. Papá hizo que Puck revisase bien los frenos antes de entregar las llaves de los coches a Tay. Ni que decir tiene que aparcaron los coches muy cuidadosamente antes de cargarlos. Tumbaron el cuerpo del Sr. Apocado con suavidad en el asiento de atrás del todo de la limusina negra y lo sujetaron con los cinturones de seguridad. Los hojitas también subieron a ese coche para acompañar a su amigo en su último viaje. Los restos de la camioneta de Tay, con la lámpara atascada, fueron enganchados a la limusina blanca, que conduciría Puck siguiendo a Tay hasta la casa parroquial. 

Entonces todos abandonaron el lugar salvo mis hermanas Brezo y Cardo. Ninguna de ellas puede soportar ver un lugar sucio sin intentar hacer algo para adecentarlo un poco.

“No podemos dejar al Sr. Binky aquí,” dijo Brezo.

“Tal vez podamos hacer que crezcan plantas con espinas por los alrededores para que nadie se atreva a entrar,” dijo Cardo.

“Lo haremos, pero nos llevaremos al Sr. Binky a Isla Manzana. Allí al menos estará entre conocidos cuando despierte. Los hojitas dijeron que este líquido podía provocar amnesia temporal y otros desórdenes mentales al despertar.”


Y mis hermanas se llevaron al Primer Ministro Binky a Isla Manzana por barca, como otros habían llevado al que Fue y Será Rey a Ávalon antes que él.

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