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viernes, 17 de abril de 2020

121. Altiora Peto


  
Hay una nueva tumba en lo que sigue siendo el cementerio de la casa parroquial del bosquecillo de los búhos. Gatocatcha, mi pequeño gatito con tres pies y el nombre de un elefante, observaba con paciencia como un mortal enterraba a otro.

                            
“¡Porras!” dijo Tayrón Apocado secándose el sudor de la frente. “Si hubiese sabido lo pesado que es cavar tumbas, habría pedido que se ocupasen de esta cuando vendí el lugar.”

Se echó para atrás para contemplar su obra y sintió la satisfacción que uno siente cuando ha hecho algo bueno para otro.

“Bueno, una cosa hecha, ”dijo con alivio en cuanto había comprobado que la nueva lápida estaba bien sujeta en su sitio y no caería sobre los lirios de la paz que había plantado junto a la misma.

La mitad superior de un sol con el lema Altiora Peto inscrito debajo adornaba la lápida que rezaba Solitario Apocado, Parahada y Veterinario. La lápida explicaba que el Sr. Apocado había muerto defendiendo su privacidad. Y más abajo había algo que aquellos a los que había amparado insistieron en añadir: Las criaturas del bosque jamás te olvidarán.”

Una lágrima cayó del ojo izquierdo de Tay sobre la tumba. “Adiós, Tito,”  dijo el sobrino muy bajito. “Me voy a dar una ducha.”

En cuanto se fue, Pilar, la gata casi silvestre de rayas atigradas y gran cola se subió a la tumba y se puso cómoda allí.


                
Esto era lo que había estado esperando Gatocatcha. Salió de entre los arbustos y se situó frente a la tumba.

“¿Has venido a presentar tus respetos al difunto?” preguntó Pilar. “¿Te curó a tí alguna vez?”



“No conocía a este veterinario.Vengo a por información,” dijo Gatocatcha. “Tengo un niño hada que necesita saber dónde puede encontrar a una tal Felina de los Gatos del Bosque.”

“Tenías que haber preguntado a Tay,” dijo Pilar. “Es su mujer. Pero trae a tu niño mascota a esta parte del bosque a medianoche y si tienes suerte la verás. Cuando está en la casa parroquial sale en la oscuridad con un candil para dar de comer a los gatos salvajes y jugar con ellos a la pelota.”

Pero Tay y Felina vivían en un apartamento en la ciudad y se fueron esa misma tarde para hablar con su casero y decirle que se iban a mudar al campo. Pero como eran gente desorganizada, les llevó un mes recoger sus pertenencias y para cuando estaban listos para trasladarse a la casa parroquial ya era la última semana de octubre. Michael estaba muy ocupado organizado la fiesta que siempre daba en Halloween. No lo sabía, pero iba a ser la más peligrosa de todas sus fiesta, tan accidentada que sólo pudimos contar cómo fue meses después de que se celebrará.

                                                 

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