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viernes, 17 de abril de 2020

122. El extraño cumpleaños del Señor Blake



El veintiocho de noviembre era el cumpleaños de Don Guillermo Blake, ilustrísimo poeta y pintor. Michael siempre tomaba el té con él ese día. El año anterior Don Alonso y Sancho habían acompañado al poeta y al léprecan,  pero este año era Alpin quien estaba ahí fuera cuando el Sr. Blake abrió la puerta de su casa.

“¿Ha llegado la tarta?” preguntó Alpin, sin presentarse siquiera. “Sé que hoy hay tarta aquí porque todos los años mi hermano Darcy me pide que no venga a su merienda para que no me la coma. Pero él no me lo ha podido pedir este año, así que aquí estoy.”

Resultaba que el Sr. Blake acababa de recibir una tarta del restaurante del  balneario de Fiona. Era muy mona, decorada con un cielo azul, hierba verde, rosas rosas y una gran mariposa. Por dentro era de delicioso chocolate.

El Sr. Blake dejó que Alpin entrase precisamente porque no tenía ni idea de quién era. Normalmente sólo dejas entrar a los que conoces, pero Alpin está tan seguro de si mismo y tiene tanto aplomo que la gente que no le conoce se fía de él.
Alpin fue directamente a la tarta.

“Es pequeña,” dijo, “como para unas seis personas.”

Y se la tragó de golpe.


                       
 “Pero...¿quién eres tú?” exclamó el Sr. Blake.

La boca de Alpin estaba llena de otras exquisiteces que había en la mesa del comedor, pero pudo decir que era el primo de Michael O’Toora. 

"No necesitas la tarta ni nada. Tus amigos no van a venir este año.”

¿Qué? ¿Qué les he hecho? ¿Por que te han visitado sobre mí?”

“No,” farfulló Alpin, lamiendo un plato para recoger las migas que quedaban en él. “Ellos no me han mandado aquí. He venido por mi cuenta. He querido hacerlo desde siempre. Pero mi primo no quería y mi hermano no me dejaba.”

Alpin se sirvió todo el té que había en la tetera, echándoselo directamente a la boca por el canalón.

¡Ay!” exclamo. “¡Quema!” Pero no desperdició ni una gota.

“Bébete la leche también si quieres,” dijo el Sr. Blake. “Es lo único que queda.”

“Gracias. También queda el azúcar. Me lo tomaré también, si no te  importa.”

“¿Importarme?¿Importarme?

“Tenía muchísimas ganas de hacer esto,” dijo Alpin. “Gracias por todo. ¡Adiós! ¡Feliz cumpleaños! Y hasta el año que viene.”

Y se fue dando un portazo tras él.

Cuando ni Michael ni sus alumnos aparecieron por ahí en toda la tarde, el Sr. Blake se puso un abrigo y salió a buscarles. Sólo así podría saber de que iba todo aquello.

Pero Michael no estaba en casa. Tampoco estaban en sus casas Don Alonso y Sancho. Y nadie sabía donde estaban. 

“Desaparecieron en la Noche de Ánimas. Si se entera de donde están, por favor me lo hace saber. Estamos muy preocupados de que hayan vuelto a sus andanzas. Lo raro es que el ama de llaves también ha desaparecido,” dijo la sobrina de Don Alonso.

El Sr. Blake no podía ir a la policía porque no había policía oficial en el mundo en el que se hallaba. Pero podía preguntar al Sol. El Sol ve todo lo que ocurre de día. Pero el Sol dijo que no había visto nada. Sólo sabía que había desaparecido un montón de gente. Demasiada gente para que él no hubiese visto nada. Pero pudo haber sucedido de noche.

“Sol, se un sol y dime al menos donde está el niñato hambrón que se cargó mi fiesta de cumpleaños,” dijo el Sr. Blake. “Esa fiera tiene que saber algo.”

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