mi hermanito y yo,
Comimos un huevo,
La mitad sobró,
Y la coronita, nadie
la tocó.”
El Sr. Blake no desistió de
seguir a Alpin noche y día, día y noche, recorriendo los hogares de gente que
parecía haberse disuelto en el aire.
Esperaba hallar alguna pista
sobre el paradero de los desaparecidos o que Alpin dijese algo que le diese
idea de lo que pudo haberle pasado a toda esta gente. Pero lo único que hacía
Alpin era comer la comida que se encontraba y cantar canciones sobre comida.
“O esta cancióncilla que se me ha pegado y no puedo dejar de cantar es la mayor tontería o ese tuvo que ser un huevo gigante. ¿Qué sabes de los huevos de dinosaurio, Bleiqui? Siempre
he querido probarlos. Tienen que ser los huevos más grandes.”
El Sr. Blake no dijo que los
de dragón podrían ser más grandes. No quería tener que perseguir a Alpin a la
cueva de un dragón gigante en busca de huevos.
“Tal vez el libro Goodley
sepa donde puedo encontrar el huevo más grande del mundo. Yo me merezco ese huevo. Como muy bien. Lo haría justicia.”
“¿Justicia?
Si
hubiese justicia...” el Sr. Blake no terminó su comentario. “Dime que sabes de
los desaparecidos,” dijo en vez.
“Yo me comería
el huevo más grande del mundo pasado por agua. ¿Sabes cómo comer huevos pasados
por agua como está mandado, Bleiqui? No todos saben. Tienes que cortar la
coronita con una tijeras especiales.
“¿Sabes que punta del huevo
es la coronita? Es la puntiaguda. ¿Crees que existen tijeras para cortar huevos
pasados por agua del tamaño del huevo más grande del mundo? ¿Tendré que encargar
que hagan unas para ese huevo? Tal vez debería pedir un par de esas tijeras de
huevos a los Reyes Magos. Así no seré yo quien se tenga que molestar en buscar
a alguien que las pueda fabricar. ¿Qué van a regalarle
a usted esta Navidad, amigo? ¿Algo que me gustaría tener a mí?”
“¿Que te hace pensar que vas
a recibir regalos esta Navidad? Si no queda nadie que pueda dártelos. Tu
familia ha desaparecido al completo. No sé si tienes amigos, pero
probablemente hayan desaparecido también.”
“¿Sabes
qué? Nadie tiene que darme nada. Los regalos de los desaparecidos
probablemente ya estaban encargados antes de que esta gente desapareciese. Y si
ellos no están aquí para recibirlos, que va a impedir que me los quede yo en su
lugar? Soy el único que va a poder disfrutar de todo lo que suelten Papá Noel y
los Magos y quien sea. También estoy casi seguro que toda esta gente ausente ha
encargado sus cenas navideñas con mucha antelación. Muchas hadas tienen
encargos de esos que se hacen una vez pero para siempre, año tras año durante
milenios. Les gusta la tradición. Cuando aparezcan sus proveedores, seré yo
quién se ocupe de recibirlos. Me pienso ocupar de que no se desperdicie toda
esa comida. No creo que se deba tirar comida. ¿Y tú?”
“Por lo menos ha revelado sus
intenciones,” murmuró el Sr. Blake. “Debí imaginarme cuáles serían.”
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