Mi padre abandonó el bosque
en un torbellino de aire verde y dorado para ir en busca de Darcy. Por una vez
Puck no le siguió. Gravemente dolido, se arrastró a su roble favorito y se colapsó
en el cojín que tenía en él.
A la mañana siguiente Alpin
y yo fuimos al roble para ver cómo se encontraba Puck. Le encontramos sentado
sobre su cojín verde pistacho con las piernas cruzadas como le habíamos dejado.
Pero portaba un cartel que decía ¡EN HUELGA!
Y detrás de él había otro que decía Oberón
Injusto Con Este Empleado.
Nunca antes había visto a un
hada en huelga y jamás la he vuelto a ver. Y no tenía ni idea de que Puck se
considerase un empleado de mi padre.
“¿Empleado? ¿Te paga?”
pregunté.
“Con halagos. Nada me gusta
más que oírle decir que soy el mejor.”
El mejor...¿qué? me preguntaba yo. ¿Esbirro?
¿Vasallo? No me atrevía a preguntar. Él había dicho empleado, pero yo no le
podía ver como algo así.
El mejor amigo desde luego sí era. No me extrañaba que Puck estuviese ofendido porque Papá quisiese contratar a Darcy.
Alpin también tenía algo que preguntarle a Puck.
“¿Tienes algo que comer? Me
está entrando hambre.”
Antes de que Puck pudiese
responder, hubo un clamor en el bosque y algo que comer apareció. Vino con unas
cincuenta personas que se acercaron para apoyar a Puck.
Había representantes de los
gremios de trabajadores con los que Puck simpatizaba y que simpatizaban también
con él. Nicolás Fondón, el viejo amigo de Puck, estaba ahí, por supuesto, por
él mismo y en representación de los tejedores. Tomás Hocico vino por los
caldereros. Paco Flauta representaba a los reparadores de fuelles y Comodón a
los ebanistas. Pedro Membrillo vino por los carpinteros y Robertín Hambrón por
los sastres. Fergus MacLob O’Toora estaba ahí en representación de los
zapateros, ¿y cómo podía no estar Michael O’Toora en representación de los
profesores de inglés?
Las damas que atendían a mi
madre también habían acudido. Flor de Guisante, que venía por los hortelanos,
Polilla, que representaba al gremio de la estética, y Semilla de Mostaza, que
estaba ahí por los cocineros, sentían curiosidad por ver cómo acababa todo
esto, pero Tela de Araña, que venía por los limpiadores, estaba agresivamente
indignada con Papá por cómo había tratado a Puck y no dudaba en hacer su enfado
patente. Había traído un saco lleno de pitos y flautas y panderetas y empezó a
repartirlos y consiguió que se montase la marimorena ahí en el bosque.
Con estas damas estaba la Señora Estrella , representante
de las amas de casa, que se había hecho muy amiga de Tela de Araña y había
preparado dos enormes perolas de cocido. Una era para repartir entre todos y la
otra exclusivamente para Alpin, para que les diese tiempo a los demás a comer
antes de que el No Cambiadito también reclamase esa comida.
Debido a la escandalera que
había montado Tela de Araña, no tardó mucho en llegar el Primer Ministro Binky,
en compañía de la banshí Glorvina. Esta, en cuanto se enteró de lo que estaba
pasando, no tardó en animar a Puck, asegurándole que contaba con el apoyo de
las hadas plañideras. Es un gran apoyo, pues no hay quien se resista a ellas cuando se ponen a gritar.
“¡Ni hablar!” exclamó el Sr. Binky, pensando en lo horrible que
podía ser que apareciesen por ahí las plañideras en comandita y se pusiesen a
gritar. “Puck, no puedes hacer nada
de lo que estás haciendo sin antes haber avisado a las autoridades.”
El Sr. Binky le dio a Puck
unos papeles que esperaba que éste firmase y que detallaban las condiciones
bajo las cuales Puck podía hacer huelga. También detallaban los servicios
mínimos que tendría que cumplir aunque no quisiese.
Puck hizo trizas los papeles
tras decir que hubiese hecho algo peor con ellos de no haber menores presentes.
El Sr. Binky entonces quiso
que detuviesen a Puck, pero no tenemos un cuerpo de policía. El Sr. Binky
lamentó no haber tenido tiempo para crear uno, pero es que había tantas cosas
que hacer. Entonces se le ocurrió dirigirse a Artemio y exigirle que forzase a
la muchedumbre a dispersarse y que sacase a Puck del roble a la fuerza si no
salía voluntariamente. Era el deber de Artemio restablecer la paz en el
bosque.
Artemio respondió diciendo
que Binky no le podía dar órdenes porque él no era un funcionario. Lo que hacía
en el bosque era puro voluntariado y no tenía la menor gana de ofrecerse
voluntario para enfrentarse a una muchedumbre compuesta por gente que era la
misma que le había coronado rey.
Glorvina entonces hizo una
pregunta crucial.
“¿Dónde está Oberón? Debería
estar aquí.”
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