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jueves, 16 de abril de 2020

135. Alistando a otros

Lo primero que hice cuando volvimos a casa fue buscar a mi madre. La encontré en el jardín de la Señora. Dulajan. Era el Día Internacional de las Hadas y mi madre y la de Alpin se estaban preparando para celebrar este evento.


“Mamá, ¿eres amiga del Demonio?” le pregunté.


“Las malas lenguas dicen eso,” dijo Mamá, “pero no es verdad. Para ser franca, y te lo digo muy bajito, que esto no se sepa, me da mucho yuyu. Pero él tiene su territorio y yo el mío. Y yo intentó ser políticamente correcta y evitar líos. No puedo hacer otra cosa, eso es todo.”

“¿Entonces no vendrás conmigo a verle?

“¿Hoy? Si es el día de las hadas. Tengo que estar en cien sitios a la vez. Oberon, lleva a Arley a ver al Demonio. Quiere algo con él.”

Nadie jamás ha dicho que mi padre sea amigo del Demonio. Y yo creo que eso tuvo algo que ver con su respuesta.


“¡Aaaaah! Con el Campeonato Otromundial de Fútbol a punto de empezar, no tengo un minuto libre. Estoy muy estresado.”

“¿Vas a dejar que tu hijo se enfrente sólo al mismísimo Demonio por un partido de fútbol?” exclamó Mamá. “No me lo puedo creer, Oberon.”

“No voy a hacer eso. Le voy a invitar a olvidarse del Demonio y acompañarme al partido de hoy. Hoy en día el fútbol es tan importante que no se puede permitir que cualquiera gane un partido. Cada gol tiene que ser políticamente correcto. ¿Por qué no vienes a ver cómo se organiza el Campeonato Otromundial? Aprenderás cosas más útiles que con el Demonio.”

“¿Va a ganar este año la coalición del Sidhe Band y el Ye Fay?” pregunté.

“No. No tenemos dinero para comprar eso esta vez. Lo que quiero es que nuestro equipo pierda lo más rápidamente posible para que vuelva a casa sin ocasionar grandes gastos. Pero tampoco quiero que gane algún equipo que vaya a darnos problemas cuando estemos mejor económicamente. No es barato amañar estos partidos.”

Alguien que tenía que ver con la coalición se acercó a Papá y se enzarzaron en una discusión y yo me alejé de ellos.

No podíamos pedir a Gregoria Tenoria que viniese con nosotros porque había dejado de trabajar para Alpin. Ahora era la niñera de mi hermanita Valentina. Nunca dejaba a mi hermana sola porque Valen siempre está en peligro. Al ser la novia de Ibys-Ivan y al ser Ibys-Ivan  algo así como el heredero de Barbamocos, había por ahí sueltos un montón de maleantes que tenían cuentas pendientes con el pirata. Podrían intentar que los niños pagasen por las culpas de Barbamocos. Y, por supuesto, no era cuestión de llevar a la bebé al infierno con nosotros sólo para que nos acompañase Gregoria.

Entonces Alpin dijo que él conocía a dos tipos que seguro que se apuntaban a esta excursión y se fue a buscarlos.

Cuando nos íbamos del jardín de la Señorita Aislene, un hombre sentado bajo un árbol me saludó con la mano. Reconocí a Omar Jayam, el gran poeta persa. Paré para saludarle y le pregunté si quería unirse a nuestra aventura.
        

“Yo mismo de joven con ansias frecuentaba a doctores y santos y escuché grandes argumentos sobre esto y sobre todo, pero siempre salí por la misma puerta por la que entré,” me dijo. “No te mezcles con los que no saben amar. Siéntate bajo está rama. Mi amada pronto llegará con música y refrescos.”

Nos daba buenos consejos, pero eramos demasiado jóvenes para no querer esos lápices.

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