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miércoles, 15 de abril de 2020

144. Cugat Galó y el Halloween surrealista



 Como nos había dicho, Michael había sido previsor. Había contratado a gente para que hiciera lo que él no podía hacer ese año. Pero a pesar de eso, no parecía que su fiesta de Halloween fuese a ser un lecho de rosas ese año tampoco. Su decorador de exteriores era el renombrado Cugat Galó. Y Galó había convertido el jardín de Michael en un escenario surrealista.

                          
“Me gustaría felicitarte por hacer un gran trabajo,” Michael le dijo a Cugat, “pero no puedo, porque no veo ni torta de lo que has hecho. Por favor, cuéntame cómo ha quedado el jardín.”

Lo único que Michael veía era  una niebla gris poblada por unos cuantos bultos. Su jardín era espacioso y bello, pero no era uno de esos jardines que dan miedo, así que imaginaba que Cugat habría tenido que trabajar duro para crear una atmósfera adecuada para la fiesta de Halloween.

“Aquí hay montones de rosales y todos están todavía en flor, así que me imagino que habrás pintado las rosas de negro. Espero que la pintura que hayas usado no dañe a la vegetación.”


“¿Flores vestidas de luto, como si fuesen viuditas? ¡Ni modo!”” dijo Cugat vehementemente.

“Ah,” dijo Michael, cauteloso para no ofender al artista, “entiendo.Todo lo que veo es gris. Las has pintado de gris porque es el color de moda este año. Me han dicho que están pintando hasta las habitaciones de los bebés de gris.Tengo una amiga que siempre está al día en cuanto a modas.”

Cugat interrumpió a Michael con un manotazo despectivo.

“Gris, . Rosas, no. Un árbol con una peluca en la entrada es toda la vegetación que necesitamos. Nada de hojas, tampoco. ¡No! Nada de hojas, colgantes, caídas o cayendo. Ni una hoja. He convertido este lugar en un escenario lunar, pero con un cierto toque que hace pensar que aquí ha habido un cataclismo.”

 ¿Qué?” preguntó Michael. Temía escuchar lo que había sido de sus plantas.

“Es  Halloween, ¿no?” explicó Cugat, consciente de que su cliente era mucho menos sofisticado que él. “La gente ha de sentirse intranquila y perturbada.”

“Así me siento yo ahora mismo,” admitió Michael.

“¿Lo ves? ¡Funciona!

“Dime que no te has cargado las plantas y los árboles de mi jardín.”

“¡Oh, porras!” dijo Cugat. “Ya sabía yo que tú serías tan escrupuloso. Así que sólo las he escondido bajo dunas con cráteres y mares de polvo plateado. Tampoco necesitas preocuparte por la fauna local. Le he dicho a la hermandad de arañas que no serán bienvenidas aquí esta noche. ¡Qué celebren en otra parte! Voy a llenar este lugar de hormigas negras y no quiero conflictos entre insectos.”
 
“Pero si las arañas están entre mis invitados más decorativos,” dijo Michael, “junto con los gatos negros y -”

¡No!” gritó  Cugat. “¡Ni uno! Nu un gato negro quiero ver yo aquí esta noche! Teléfonos negros los reemplazarán. Descolgados, suenan que atacan los nervios, mucho más que los maullidos de gatos. Y nos darán un toque retro. No quiero calabazas por aquí tampoco. Son tan obvias. En vez decoraré con relojes que se autodestruirán al dar las doce. Lo que sí que voy a meter aquí son un par de elefantes. No sé como justificar su presencia, pero como son grises, a lo peor se fundirán con la decoración.”

“Espero que mis invitados entiendan todo esto,” dijo Michael. “Les diré a mis arañas que vengan disfrazadas de mariposas grises y que no se comporten como lobos con piel de cordero. Los gatos podrán venir disfrazados de…de teléfonos.“

“¡Disfraces!” le interrumpió Cugat. “Eso me recuerda que los invitados que lleven máscaras deben dejarlas en la entrada junto con su hipocresia. Las colgaremos del árbol con la peluca color platino. Nos servirá de guardarropa. Aquellos de tus invitados que tengan habilidades especiales tal vez podrán dejar sus propias caras colgando del árbol. Y también a la entrada proporcionaremos a los invitados unos zancos altísimos para que caminen con ellos puestos por la fiesta. Esto debería lograr que se sientan importantes, al estar por encima de todo. Hará maravillas para su autoestima, y les convertirá en el alma de la fiesta. También me he tomado la libertad de llamar a tus restauradores y cambiar el menú que les encargaste. No vamos a servir nada más que huevos duros. Los serviremos encastrados en mesas con forma de labios entreabiertos con colmillos de vampiro. Jugaremos a extraer los huevos de dentro de las bocas en lugar de eso de pescar manzanas en un cubo de agua. El que no logre extraer un huevo se quedará sin comer. Así es la lucha por la supervivencia, y no hay nada más aterrador que eso. Pero habrá bebidas en las que poder ahogarse. Ríos de chocolate caliente que simulará lava. Utilizaremos pajas larguísimas para sorber el chocolate para no tener que bajar de nuestros zancos. Èsta bé? ¿Esto te vale? ¡Claro que sí! No se puede discutir con un genio, y eso es lo que soy. Sigue con la boca abierta, si no me puedes decir nada halagador.” 

“A ver cómo te explico yo esto para que entiendas mi problema sin ofenderte,”dijo Michael, y hasta intentó hablar en catalán, que era la lengua materna de Cugat. “Organizar aquesta festa és una moguda. Organizar esta fiesta siempre es un dolor de cabeza. Año tras año, una absoluta moguda. No es que me importe ser la riota, el hazmereir de mis invitados. ¡Si sólo fuese eso! Mis invitados...mi padre, por ejemplo...El meu pare és molt carca. Mi padre es muy tradicional. Pensará que estoy com un llum, o sea, como una cabra. Ni me atrevo a pensar que sucederá aquí cuando él y sus amigos se enteren de que sólo pueden beber chocolate con pajitas. Estoy aterrado. Estic cagat!

¡TRIUNFÉ!” gritó Cugat, extático. “¡He capturado el espíritu de Halloween! ¡Visca yooooooo!


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