El día después de la transformación de Alpin yo pasé por su casa.
Buscando en la zona por la que los gorriones del barrio y las ardillas
del Bosque Triturado habían visto por última vez a Alpin, me adentré en una
bruma densa y gris, que al cabo de unos minutos se volvió más fina y sutil,
permitiéndome ver que estaba en un pinar verde y tupido. Al avanzar y salir de
la bruma y el pinar, vi que había llegado a la granja de los Faunos Espina.
Mons Espinaverde, el hermano mediano, un fauno con una melena de un
amarillo verdoso, ojos verde esmeralda y rostro con forma de corazón con una
espina entre verde botella y negra azabache clavada en la frente, estaba fuera,
recogiendo con un rastrillo y una escoba hojas caídas, restos de césped,
desbroces de setos y malezas para añadir a una pila de composta. Los Espina
sólo utilizan abono orgánico y sus cultivos lo agradecen. Sus clientes
también.
“¿Sabes quién es Alpin el No Cambiadito?” le
pregunté. “Ha desaparecido. No volvió a casa anoche. Su madre está muy preocupada.
Por eso ando buscándole. Suele ser fácil encontrarle porque siempre deja un
rastro de desolación tras él, pero hoy todavía no he visto señas de eso. ”
Mientras yo hablaba, Mons asentía con la cabeza. Apuntó a un cubo de
metal y dijo que era de Alpin.
“Mis hermanos Pons y Fons advirtieron a ese tal
Alpin que no comiera moras de una zarza mancillada por el Puca. Pero se las
comió de todos modos. Como resultado, parece haber perdido la cabeza,” dijo
Mons, acariciando su barbilla. “O tal vez no. Parece que nunca ha estado muy
cuerdo. Será otro tipo de locura la que tiene ahora.”
“Estoy de acuerdo con eso de que nunca ha
regido bien del todo,” le dije. “¿Pero que te ha hecho pensar que podría
haberse vuelto loco?”
“Me dicen que comenzó a vagar sin rumbo por el bosque dando saltitos,
como si estuviese bailando. Pons y Fons le siguieron por si se hacía daño. Pero
tú sabes cómo es este bosque. Dentro de él hay muchos
mundos. Y junto a él, muchos más. Algunos pertenecen a gente mágica, pero otros
no. A veces, lo humano y los mágico se cruzan. Alpin
acabó entrando en un reino humano. Mis hermanos
tuvieron que dejar de seguirle. Los faunos no no tenemos lo
que hace falta para tratar con humanos. No podemos volvernos invisibles. Sólo
podemos desaparacer entre los árboles. No
podemos volar, como puedes tú. Pons y Fons se dieron la vuelta y regresaron
trayendo ese cubo con ellos por si alguien viniese buscando al chico, como has
hecho tú.”
Mons entonces me dió instrucciones sobre como llegar al reino en el que
había entrado Alpin. Yo tenía que caminar con el sol en la espalda, y seguir
por entre los primeros castaños que viese hasta que divisase los plataneros.
“¿Árboles con plátanos?”
“Son algo distintos de los habituales porque se han vuelto azules del frío.
Pero sí que son platanos, y crecen plataneros. Mientras andas por entre los
castaños, ten cuidado con sus zurrones. Explotan para liberar las castañas que
llevan dentro y pueden zurrarte, literalmente, un buen castañazo.”
Agradecí a Mons la información que me había dado, así como la advertencia
sobre los zurrones y seguí mi camino. No me costó encontrar el lugar que había
descrito, porque sus instrucciones eran precisas. Pude esquivar a las castañas
voladoras, aunque vi a más de un zurrón estallar.
Antes de entrar en territorio mortal, me volví invisible. El lugar no
me era conocido, así que era mejor no ser visto. Sobre humildes chozas se alzaba un gran edificio amurallado. Volé
por encima de la muralla y entré en el palacio del que llamaré el Raca Rey de
Tierra Asolada. Estaba discutiendo con un hombre armado al que llamaré el
Sheriff del Bosque Sherbanano. El rey quería que el sheriff
arrestase a un tal Pedrito Botepimienta.
“¿Pero por qué he de poner fin a las andanzas de Pedrito? Es un tío
legal,” dijo el sheriff. “Roba a los pobres para dar a los más pobres. No se mete con nadie de importancia.”
“Los más pobres de los pobres nada tienen que dar a nadie,” contestó el
rey. “Los menos pobres podrían estar dándonos lo que les quita Botepimienta.”
“¿Pero por qué íbamos a querer otro pollo?” dijo el sheriff.
“¡Porque aún no es nuestro!” rugió el rey.
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