No llegué a consultar con el puca. Rosina, la cuculata, que era a la
vez un genio y mi novia, resolvió el problema que suponía para mí cenar en el
vertedero. Como manera de celebrar San Valentín, una cena en un sitio semejante
deja mucho que desear. Pero no para Rosina.
“¿Estás segura de que quieres venir a cenar conmigo allí?” pregunté,
sorprendido de que se mostrase dispuesta a hacerlo.
“¡Por supuesto que lo estoy!” replicó con entusiasmo. “Fue mi idea, no
la tuya. Así mataremos dos pájaros de un tiro. Tu cumplirás
con los basuritas y yo podré probar mi nuevo toxímetro. Mira, Arley, vas a
conseguir sacarme de mi laboratorio. Ya sabes lo reclusa que soy
y cómo nunca he ido contigo a ningún lado. Pero ahora vamos a cenar juntos y yo
voy a poder estrenar mi regalo de SanValentín. Puede
medir cualquier cosa nociva. Gérmenes, plomo, ácaros, las posibilidades de
coger triquinosis. Tú sugiere algo malo y verás como ese aparato lo
mide.”
Sí, mi novia era muy particular. Cuando la conté como me sentía por
tener que cenar con los basuritas esperaba algo de simpatía, pero no compañía.
Y sabía que el chocolate y las flores podrían no significar mucho para ella,
pero nunca me imaginé que me pediría un toxímetro como regalo de San Valentín.
“No estoy seguro de que esto sea una buena idea,”dije. “No sé si
examinar la comida que te ofrecen para ver si te va a matar sea muy educado. Eso podría ofender a nuestros anfitriones.”
“¡Tonterías!” exclamó. “No es como si
fuésemos a emplear a un catador mortal como hacían los reyes para saber si su
comida había sido envenenada. Con este aparato, no habrá necesidad de que
alguien caiga muerto. Y en cuanto a nuestros anfitriones, ¿por qué habrían de
ofenderse? Tendrían que ser muy retrasados para no darse cuenta de la joya que
tenemos aquí. Tú deja esto en mis manos. Primero les explicaré
lo muy útil que el toxímetro les podría resultar. Verás
como querrán tener uno ellos también. No tienes ni idea de lo
feliz que me has hecho invitándome a esta cena. Este va a ser el día de San
Valentín más interesante y productivo de mi vida.”
“Pues si tú eres feliz, yo estoy contento,” dije yo sonriendo al mismo
tiempo que me encogía de hombros. Después de todo, hacer feliz al amor de tu
vida es de lo que va celebrar San Valentín.
Supongo que yo debía de estar conforme con el resultado. No tuve que
comer nada. Tan entusiasmados estaban Rosina y los basuritas con el toxímetro,
que corrían de una parte a otra midiendo la toxicidad de todo lo que había en
el vertedero. La verdad es que fue amor a primera vista entre ella y los
basuritas. Yo me senté en un inodoro descartado y me dije a mí mismo que
tendría que estar feliz, porque había hecho felices a todos los demás, aunque
nunca había soñado con una fiesta de San Valentín como esta. Ni con las consecuencias que llegaría a tener.
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