Pero Mungo John Binky era
muy distinto a Papá. Él tiene un obsesión. Sueña que los mortales que están
destrozando la tierra pueden entenderse con las hadas que están perdiendo sus
hogares y su paciencia por ese motivo. Piensa que si lograse educar a las hadas para que comprendiesen a
los mortales todos podrían vivir juntos.
El Sr. Binky quiere educar a
las hadas porque hasta un soñador como él tiene que admitir que lo de educar a
ciertos mortales es imposible. Algunos mortales son muy generosos y les encanta
que existan las hadas. No necesitan ser educados. Han nacido con buen corazón. Pero
otros nunca cederían a seguir nuestras costumbres y vivir como lo hacemos.
Los miembros más puros del
pueblo de las hadas ni siquiera ven bien que se labre la tierra. Sólo toman lo
que la Tierra
les da libremente. Muchos humanos creen que es imposible vivir sólo de nueces y
bayas mientras que otros sienten una compulsión terrible de consumir hasta los
adentros de la Madre Tierra.
Se deleitan arrancándole las vísceras. Y no digo nada de otros defectos que
tienen las hadas exiliadas, como la envidia destructiva o la tendencia a ser
crueles sólo para ver sufrir a sus víctimas. Sólo voy a decir que las hadas
amamos la libertad, pero no soportamos la falta de consideración.
El Sr. Binky es una de esas
personas que necesitan creer desesperadamente que el mal no existe. El cree que
sería todo mucho más fácil si las hdas olvidasen las costumbres ancestrales, su
amor por la naturaleza y sobre todo por la vegetación y aceptasen lo que los
humanos llaman progreso. Si los mortales están destruyendo la tierra, debe ser
que le ha llegado la hora al planeta, y las plantas y los animales deben extinguirse
como lo hicieron los dinosaurios. Binky quiere que aceptemos que la belleza y
la paz de nuestro mundo debe desaparecer para dar lugar a cualquier cosa que se
le ocurra a los mortales, aunque sólo sea para que aparente haber paz. Así
razona el Sr. Binky, intentando creer que todo cambia y que todo siempre va a
mejor.
Al contrario que los hojitas,
yo no pienso que el Sr. Binky es malo. Pero creo que está equivocado. Nunca
admitiré que si no les puedes vencer has de unirte a ellos. Mi madre dice que
pienso así porque me parezco a ella. Pero yo no quiero huir a un mundo ideal,
esperando que los mortales nunca tengan el poder de alcanzarnos. Quiero que la
destrucción cese, no que cese mi mundo.
Ahora, vuelta al sueño del Sr. Binky de educar a las hadas. El primer
ministro está empeñado en crear esa escuela en la que las hadas han de aprender
a aceptar los cambios que provocan los mortales. Y está convencido que lo
primero que tiene que encontrar para esa escuela es un director de prestigio.
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