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sábado, 25 de abril de 2020

17. La escuela soñada

El Sr. Binky llegó a ser primer ministro porque mi padre decidió darle por el gusto. Mi padre, al contrario que mi madre, cree que es mejor dejar que las cosas fluyan con la corriente. Siempre piensa que todo acabará bien y que bien está lo que bien acaba.No hay que preocuparse y para nada hay que tener miedo. Así que en realidad a Papá no le importaba un bledo lo que el Sr. Binky pudiese hacer o dejar de hacer, y si ser primer ministro le hacía feliz, pues que lo fuese. 

Pero Mungo John Binky era muy distinto a Papá. Él tiene un obsesión. Sueña que los mortales que están destrozando la tierra pueden entenderse con las hadas que están perdiendo sus hogares y su paciencia por ese motivo. Piensa que si lograse  educar a las hadas para que comprendiesen a los mortales todos podrían vivir juntos.

El Sr. Binky quiere educar a las hadas porque hasta un soñador como él tiene que admitir que lo de educar a ciertos mortales es imposible. Algunos mortales son muy generosos y les encanta que existan las hadas. No necesitan ser educados. Han nacido con buen corazón. Pero otros nunca cederían a seguir nuestras costumbres y vivir como lo hacemos.

Los miembros más puros del pueblo de las hadas ni siquiera ven bien que se labre la tierra. Sólo toman lo que la Tierra les da libremente. Muchos humanos creen que es imposible vivir sólo de nueces y bayas mientras que otros sienten una compulsión terrible de consumir hasta los adentros de la Madre Tierra. Se deleitan arrancándole las vísceras. Y no digo nada de otros defectos que tienen las hadas exiliadas, como la envidia destructiva o la tendencia a ser crueles sólo para ver sufrir a sus víctimas. Sólo voy a decir que las hadas amamos la libertad, pero no soportamos la falta de consideración.

                                             
El Sr. Binky es una de esas personas que necesitan creer desesperadamente que el mal no existe. El cree que sería todo mucho más fácil si las hdas olvidasen las costumbres ancestrales, su amor por la naturaleza y sobre todo por la vegetación y aceptasen lo que los humanos llaman progreso. Si los mortales están destruyendo la tierra, debe ser que le ha llegado la hora al planeta, y las plantas y los animales deben extinguirse como lo hicieron los dinosaurios. Binky quiere que aceptemos que la belleza y la paz de nuestro mundo debe desaparecer para dar lugar a cualquier cosa que se le ocurra a los mortales, aunque sólo sea para que aparente haber paz. Así razona el Sr. Binky, intentando creer que todo cambia y que todo siempre va a mejor.  

Al contrario que los hojitas, yo no pienso que el Sr. Binky es malo. Pero creo que está equivocado. Nunca admitiré que si no les puedes vencer has de unirte a ellos. Mi madre dice que pienso así porque me parezco a ella. Pero yo no quiero huir a un mundo ideal, esperando que los mortales nunca tengan el poder de alcanzarnos. Quiero que la destrucción cese, no que cese mi mundo.

                                       
Ahora, vuelta al sueño del Sr. Binky de educar a las hadas. El primer ministro está empeñado en crear esa escuela en la que las hadas han de aprender a aceptar los cambios que provocan los mortales. Y está convencido que lo primero que tiene que encontrar para esa escuela es un director de prestigio.

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