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domingo, 26 de abril de 2020

3. Los alumnos adecuados


Quitando lo de enseñarme a hablar como los leprecanes, Michael no tenía experiencia alguna en enseñar idiomas. Como la mayoría de los leprecanes, era zapatero y banquero, guardián de un tesoro, concretamente una marmita llena de monedas de oro. Pero sí sabía que para la mayoría de los maestros tener un alumno aplicado era la diferencia entre vivir una pesadilla y sentirse realizado.  Yo quise ayudar, mas no le servía como alumno por ser  un angloparlante nativo. Él tenía que encontrar a un alumno que empezase de cero. 

El mejor amigo de Michael vivía en un lugar llamado Oretania. Este lugar había sido parte del imperio romano y ahora era parte del fantasma del imperio romano. Una buena parte de Oretania había estado en lo que hoy es La Mancha, en España.  

Flaco Intrépido Nauta había sido un marino romano cuando vivía. Un día, durante una batalla en alta mar, su buque se hundió con él dentro. Cuando consiguió huir de las ninfas marinas se fue directamente a visitar a su mujer, a la que amaba más allá de la muerte. Cuando la mujer de Nauta también falleció, decidieron pasar la eternidad en la villa en la que ella había vivido de niña, que estaba en Oretania.

No era probable que nadie de esa zona hablase inglés, así que era muy posible que Michael encontrase un alumno adecuado allí. Tal vez en ese mismo momento estuviese leyendo tumbado en alguno de los muchos olivares que hay en esa zona.

Michael le dijo a Nauta que buscaba un alumno que comiese papel y bebiese tinta.

“¿Y lo escupa todo al techo? ¿Con un canuto?” preguntó Nauta, rascándose la barbilla.   
“¡Desde luego que no!” exclamó Michael, horrorizado. “Me refiero a que quiero alguien que ame la lectura y disfrute aprendiendo. Quiero un empollón. Alguien motivado y con iniciativa que vaya a hacer la mayor parte del trabajo él mismo.”

En ese mismo momento hubo un lapso en el tiempo, algo que ocurre con frecuencia en relación con los fantasmas de lugares. El siglo XVII literario de La Mancha entró en contacto con la Oretania romana. Una nariz se alejó cuidadosamente de las páginas de un libro. Y Michael se encontró cara a cara con su alumno ideal,  el Señor Hidalgo Don Alonso Quijano, mejor conocido por su nombre de guerra, Don Quijote de La Mancha.

Si hay alguien a quién le gusta leer es al Sr. Quijano. Sobre todo cuentos de caballería. Se entusiasma tanto cuando lee uno bueno que desea ser el héroe de aventuras semejantes él mismo. Y por eso se viste con una vieja armadura y sale cabalgando su caballo favorito, Rocinante, decidido a ser un caballero errante aunque su mundo ya no está preparado para uno.


Don Quijote tenía razones para querer aprender inglés. En primer lugar, le hacía mucha ilusión leer Los Idilios del Rey del poeta laureado Alfredo, Lord Tennyson, en el inglés original. No hay caballero andante de bien que no idolatre al rey Arturo.
                  
 Además, Don Alonso ansiaba invadir Inglaterra para salvar a la reina Isabel II, a la que creía hija del rey Arturo, de los magos mezquinos que la aconsejaban no cambiar la libra por el euro, con lo que hacían que Europa y el mundo occidental fuesen más vulnerables ante sus enemigos. 

Como Michael era irlandés, la idea de invadir Inglaterra no le parecía del todo descabellada. Pero Nauta, que era marino y había perdido la vida en una batalla naval, recordó al maestro y al alumno la triste suerte que había corrido la Armada Invencible. Por si no habéis oído de este desastre, os diré que una vez los españoles quisieron invadir Inglaterra por mar, pero su intento fue frustrado por una terrible tormenta que destruyó sus naves.

Ni Don Quijote ni Michael se cortaron un pelo al oír de ese oscuro precedente. Pero Michael dijo que la invasión no era inminente porque primero Don Quijote tendría que aprender inglés y esto lleva su tiempo. También lleva su tiempo construir y equipar una flota, asi como planificar detalladamente una invasión.

Para sorpresa de todos, el fiel escudero y mejor amigo de Don Quijote, Sancho Panza, se ofreció voluntario para aprender inglés también. Había oído que muchos isleños viven gracias al turismo, y como siempre había soñado con ser gobernador de una isla, creía conveniente aprender idiomas.

Así que ahora Michael tenía dos alumnos motivados.


“Lo más seguro es que estemos a salvo. No parece que nos vayan a cortar para fabricar naves con las que invadir Inglaterra,” murmuraron los olivos milenarios de Oretania. “Flotamos bien, pero de todas formas, para eso suelen usar madera de pino o de olmo.”

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