Mientras esperaban que
apareciese el Primer Ministro, las hermanas se pusieron a hablar sobre la
enseñanza. La mayor parte de la conversación versó sobre sus fracasos. Se
sentían muy frustradas al respecto.
La que más hablaba era Sabática.
Pero no era una de esas personas que hablan para si mismas.Te miraba a los ojos
con la clara intención de verte. También escuchaba cada palabra que decías si
te atrevías a interrumpirla y siempre te contestaba de forma que quedaba claro
que había escuchado cada palabra que habías dicho y te había tomado en serio. Además,
siempre estaba verificando cosas. Cuando dudaba de algún dato, levantaba el
dedo indice de su mano derecha y apuntando con él hacia arriba decía, “¡Hemos
de verificar!”
Era su opinión que MacMor no
era apto para cualquiera. Las hermanas habían sido mucho más generosas con su
pez en el pasado. Pero la experiencia las había enseñado que algunas personas
no se beneficiaban de haber consumido el salmón de la sabiduría. Sabática me estudió
el rostro con los ojos entrecerrados cuando dijo eso, como si quisiese predecir
si yo sería de los que si se beneficiarían o no.
Empezó a hablar de sus
alumnos más infames y acabó despotricando de ellos. Dijo que ella y sus
hermanas particularmente lamentaban haber servido salmón al rey escocés
Macbeth, y también, algún tiempo después al inmortal escritor Guillermo
Shakespeare.
Macbeth había topado con las hermanas mientras estaban
preparando sopa de pescado en los páramos durante una noche tormentosa. Él
estaba tiritando de frío, mojado de lluvia y sudor y agotado intentando
encontrar el camino a su casa tras haber participado en una batalla cruenta. Macbeth
había ganado la batalla, pero este tipo de esfuerzo te puede minar.
Las hermanas conocían a la
esposa de Macbeth y sabían que ella tenía más derecho a ser reina de Escocia
que el rey que estaba ocupando el trono en ese momento.Sentían simpatía por
Lady Macbeth y pensaron que la alegraría saber que un día ella y su esposo
llegarían a ser los legítimos reyes de Escocia.
Así que le ofrecieron a
Macbeth un cuenco lleno de su humeante sopa sabia pensando que le sentaría muy
bien. Pero algo fue mal. Para empezar, a Macbeth no le gustaba demasiado el
pescado. Tomó un par de sorbos de la sopa para quedar bien, pero eso fue todo.
Y entonces resultó que Macbeth era de esa clase de personas que no controlan
bien la ansiedad.No había manera de que aguardase pacientemente a que algo
tuviese lugar. Siempre tenía que hacerlo todo él mismo.
Los sorbos que tomó de la
sopa le hicieron saber que llegaría a ser rey en algún momento futuro, pero el
hombre no pudo esperar a que esto sucediese de forma natural. Dio las gracias a
las hermanas por la información, se fue pitando a casa y asesinó al rey Duncan
que se encontraba pasando la noche allí. Como si no hubiese otra manera de
llegar a ocupar el trono, se lamentaron las hermanas. Si hubiese tomado más
sopa, se le habrían ocurrido mejores ideas.
Esto que estaba pasando no
tenía nada que ver con lo que ellas pretendían. Macbeth quería ser un buen rey,
y podría haberlo sido. Pero cuando vio que algunos recelaban de tener por rey a
un asesino, se sintió amenazado y mató a más gente.
Le sentó tan mal no ser
aceptado por todos y montó unos números tan melodramáticos en vez de controlar
su ansiedad que volvió loca a su mujer con sus temores y sospechas. La pobre
Lady Macbeth no hacía más que lavarse las manos, lamentando lo ocurrido y
queriendo acabar con todo aquello. Macbeth también tenía fritas a las hermanas.
Se sentía tan inseguro que no hacía más que preguntarlas que iba a pasar día
tras día. Ellas empezaban a pensar que iban a acabar igual de zumbadas que su
amiga y decidieron lavarse las manos de todo este asunto de una vez por todas. Le
dieron dos trocitos de nabo fritos en aceite del salmón mágico. Al comer el
primero se enteró de que estaría a salvo hasta que un bosque cercano a su
castillo subiese por la colina en la cual este estaba sito. Del otro trocito de
nabo frito aprendió que ningún hombre nacido de mujer le iba a poder
matar.
Sabiendo esto regresó a casa
algo más tranquilo. Las Hermanas Sabias se miraron entre sí pero no le
recordaron que saber poco es peligroso y hay que saber lo suficiente como para
ver todo el panorama.
Pronto un hombre que había nacido
de un parto por cesárea taló todos los árboles del bosque de Birnam e hizo que
su ejercito se cubriese con sus troncos y ramas al escalar la colina del
castillo de Macbeth. Ese fue el triste fin del rey ansioso.
Espiridula le dio un ligero
codazo a su hermana y la dijo que nos contase la historia del desagradecido
cazador furtivo inglés.
Se
refería a William Shakespeare. Las hermanas le habían cogido manía por haberlas
insultado en lugar de mostrar agradecimiento por el colosal don que le habían
concedido.
Según ellas no sabía hacer
la o con un canuto antes de coincidir con ellas mientras preparaban otra sopa
de pescado en un bosque. Él estaba persiguiendo una liebre para comérsela. Las
hermanas se apiadaron de la liebre y le dijeron que le convidarían a un plato
muy especial si la dejaba escapar.
Él aceptó, y se tomó hasta
la última gota de sopa que había en el cuenco que le ofrecieron, y hasta pidió más. Cuando quedó satisfecho, hizo
una reverencia y las dio las gracias con un discurso hermosísimo.
Hasta ahí, todo fue bien. Pero
años después las hermanas se enteraron de que el cazador, ahora un dramaturgo
de gran éxito, había escrito una obra de teatro nada menos que sobre
Macbeth. También se enteraron las hermanas de que ellas eran personajes de esa
obra. Por curiosidad, decidieron ir a ver la obra y estaban entre el público
cuando se representó por primera vez.
En aquel entonces los
papeles de las mujeres los hacían hombres, ya que no estaba bien visto que una
mujer se subiese a un escenario. Las delicadas hermanas sabían que serían
representadas por hombres. Pero en vez de tres actores muy jóvenes y muy
guapos, aparecieron en escena tres viejos desdentados y barbudos, cubiertos de
harapos. Quedaban tan mal haciendo de mujeres que el autor había incluido en la
obra una explicación en la que decía que estas mujeres eran brujas viejas
horrorosas y peludas. Hasta entonces todo el mundo conocía a Sabática,
Espiridula y Luxviminda como las Hermanas Sabias. Pero, a partir del estreno,
todo el mundo empezó a llamarlas las Hermanas Extrañas.
Las maestras buenas no se
merecen que las pongan motes feos. Nunca en su vida se habían sentido más
ofendidas las primas de Glorvina. Se vengaron maldiciendo la obra.
Representarla siempre trae graves problemas, y para no atraer la mala suerte
nadie se atreve a pronunciar el título de la obra dentro de un teatro. Algunos
no se atrevían a mencionar su título ni fuera del teatro. Y lo más prudente es
referirse a ella sólo como “la obra
escocesa.”
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