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sábado, 25 de abril de 2020

20. Alumnos conflictivos




Mientras esperaban que apareciese el Primer Ministro, las hermanas se pusieron a hablar sobre la enseñanza. La mayor parte de la conversación versó sobre sus fracasos. Se sentían muy frustradas al respecto.

La que más hablaba era Sabática. Pero no era una de esas personas que hablan para si mismas.Te miraba a los ojos con la clara intención de verte. También escuchaba cada palabra que decías si te atrevías a interrumpirla y siempre te contestaba de forma que quedaba claro que había escuchado cada palabra que habías dicho y te había tomado en serio. Además, siempre estaba verificando cosas. Cuando dudaba de algún dato, levantaba el dedo indice de su mano derecha y apuntando con él hacia arriba decía, “¡Hemos de verificar!”

Era su opinión que MacMor no era apto para cualquiera. Las hermanas habían sido mucho más generosas con su pez en el pasado. Pero la experiencia las había enseñado que algunas personas no se beneficiaban de haber consumido el salmón de la sabiduría. Sabática me estudió el rostro con los ojos entrecerrados cuando dijo eso, como si quisiese predecir si yo sería de los que si se beneficiarían o no.

Empezó a hablar de sus alumnos más infames y acabó despotricando de ellos. Dijo que ella y sus hermanas particularmente lamentaban haber servido salmón al rey escocés Macbeth, y también, algún tiempo después al inmortal escritor Guillermo Shakespeare. 

Macbeth  había topado con las hermanas mientras estaban preparando sopa de pescado en los páramos durante una noche tormentosa. Él estaba tiritando de frío, mojado de lluvia y sudor y agotado intentando encontrar el camino a su casa tras haber participado en una batalla cruenta. Macbeth había ganado la batalla, pero este tipo de esfuerzo te puede minar.

Las hermanas conocían a la esposa de Macbeth y sabían que ella tenía más derecho a ser reina de Escocia que el rey que estaba ocupando el trono en ese momento.Sentían simpatía por Lady Macbeth y pensaron que la alegraría saber que un día ella y su esposo llegarían a ser los legítimos reyes de Escocia.

Así que le ofrecieron a Macbeth un cuenco lleno de su humeante sopa sabia pensando que le sentaría muy bien. Pero algo fue mal. Para empezar, a Macbeth no le gustaba demasiado el pescado. Tomó un par de sorbos de la sopa para quedar bien, pero eso fue todo. Y entonces resultó que Macbeth era de esa clase de personas que no controlan bien la ansiedad.No había manera de que aguardase pacientemente a que algo tuviese lugar. Siempre tenía que hacerlo todo él mismo.

Los sorbos que tomó de la sopa le hicieron saber que llegaría a ser rey en algún momento futuro, pero el hombre no pudo esperar a que esto sucediese de forma natural. Dio las gracias a las hermanas por la información, se fue pitando a casa y asesinó al rey Duncan que se encontraba pasando la noche allí. Como si no hubiese otra manera de llegar a ocupar el trono, se lamentaron las hermanas. Si hubiese tomado más sopa, se le habrían ocurrido mejores ideas.

Esto que estaba pasando no tenía nada que ver con lo que ellas pretendían. Macbeth quería ser un buen rey, y podría haberlo sido. Pero cuando vio que algunos recelaban de tener por rey a un asesino, se sintió amenazado y mató a más gente.

Le sentó tan mal no ser aceptado por todos y montó unos números tan melodramáticos en vez de controlar su ansiedad que volvió loca a su mujer con sus temores y sospechas. La pobre Lady Macbeth no hacía más que lavarse las manos, lamentando lo ocurrido y queriendo acabar con todo aquello. Macbeth también tenía fritas a las hermanas. Se sentía tan inseguro que no hacía más que preguntarlas que iba a pasar día tras día. Ellas empezaban a pensar que iban a acabar igual de zumbadas que su amiga y decidieron lavarse las manos de todo este asunto de una vez por todas. Le dieron dos trocitos de nabo fritos en aceite del salmón mágico. Al comer el primero se enteró de que estaría a salvo hasta que un bosque cercano a su castillo subiese por la colina en la cual este estaba sito. Del otro trocito de nabo frito aprendió que ningún hombre nacido de mujer le iba a poder matar.
  
Sabiendo esto regresó a casa algo más tranquilo. Las Hermanas Sabias se miraron entre sí pero no le recordaron que saber poco es peligroso y hay que saber lo suficiente como para ver todo el panorama.

Pronto un hombre que había nacido de un parto por cesárea taló todos los árboles del bosque de Birnam e hizo que su ejercito se cubriese con sus troncos y ramas al escalar la colina del castillo de Macbeth. Ese fue el triste fin del rey ansioso.  

Espiridula le dio un ligero codazo a su hermana y la dijo que nos contase la historia del desagradecido cazador furtivo inglés.

Se refería a William Shakespeare. Las hermanas le habían cogido manía por haberlas insultado en lugar de mostrar agradecimiento por el colosal don que le habían concedido.

Según ellas no sabía hacer la o con un canuto antes de coincidir con ellas mientras preparaban otra sopa de pescado en un bosque. Él estaba persiguiendo una liebre para comérsela. Las hermanas se apiadaron de la liebre y le dijeron que le convidarían a un plato muy especial si la dejaba escapar.

Él aceptó, y se tomó hasta la última gota de sopa que había en el cuenco que le ofrecieron, y  hasta pidió más. Cuando quedó satisfecho, hizo una reverencia y las dio las gracias con un discurso hermosísimo.

Hasta ahí, todo fue bien. Pero años después las hermanas se enteraron de que el cazador, ahora un dramaturgo de gran éxito, había escrito una obra de teatro nada menos que sobre Macbeth. También se enteraron las hermanas de que ellas eran personajes de esa obra. Por curiosidad, decidieron ir a ver la obra y estaban entre el público cuando se representó por primera vez.

En aquel entonces los papeles de las mujeres los hacían hombres, ya que no estaba bien visto que una mujer se subiese a un escenario. Las delicadas hermanas sabían que serían representadas por hombres. Pero en vez de tres actores muy jóvenes y muy guapos, aparecieron en escena tres viejos desdentados y barbudos, cubiertos de harapos. Quedaban tan mal haciendo de mujeres que el autor había incluido en la obra una explicación en la que decía que estas mujeres eran brujas viejas horrorosas y peludas. Hasta entonces todo el mundo conocía a Sabática, Espiridula y Luxviminda como las Hermanas Sabias. Pero, a partir del estreno, todo el mundo empezó a llamarlas las Hermanas Extrañas.    

Las maestras buenas no se merecen que las pongan motes feos. Nunca en su vida se habían sentido más ofendidas las primas de Glorvina. Se vengaron maldiciendo la obra. Representarla siempre trae graves problemas, y para no atraer la mala suerte nadie se atreve a pronunciar el título de la obra dentro de un teatro. Algunos no se atrevían a mencionar su título ni fuera del teatro. Y lo más prudente es referirse  a ella sólo como “la obra escocesa.”   

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