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sábado, 25 de abril de 2020

23. Apotecario y Herbolario



Aunque estaba casi oculta tras pinos que murmuraban con el viento y cicuta con barbas de musgo, no se podía confundir la tienda de Henbeddestyr porque tenía un enorme cartel encima que decía: Henbeddestyr Parry, real apotecario y herbolario de su majestad la Reina Titania y de cualquiera que le pida consejo.

Dos cartelitos muchos más modestos y escritos a mano se hallaban en los escaparates que había a cada lado de la centelleante puerta de cristal.

El cartel de la derecha decía,  Tres cosas hallareis aquí y son sustento para vuestra salud, curas para vuestras enfermedades y un hombro sobre el que llorar. El cartel de la izquierda añadía lo siguiente:  Y si venís a las doce en punto del mediodía, también escuchareis buena música.

La tienda era de un blanco inmaculado y luminoso. Por todas las paredes había baldas verdes con plantas en maceteros y cestos llenos de hierbas que olían de maravilla. Raíces de ginseng y mandrágoras colgaban de las paredes como marionetas de sus cuerdas.

Tras un largo mostrador blanco y verde estaba Henbeddestyr en persona, un hombre alto y guapo con ojos de un azul profundo, un cutis rojizo y una melena corta de color plata. Llevaba bigote y una barba corta y cuidada y un aro de oro en el lóbulo de su oreja de elfo derecha. Los botones de su bata eran de oro también y relucían como soles diminutos. Su auxiliar, que se encontraba junto a él, llevaba un chaleco también de un blanco impecable. Se trataba de un pequeño dragón con miles de escamas que parecían abalorios de un verde esmeralda.

“¿Qué clase de nombre es Henbeddestyr?” preguntó Alpin antes de que el apotecario pudiese saludarle.

“Uno tan bueno como cualquiera,” contestó el apotecario.

“¿Pero que significa?”

Viejo peatón.

“¿Qué? ¿Que clase de madre llamaría a su hijo viejo peatón?”

“Una que odia los automóviles. Su deseo era que yo jamás condujese uno y también temía que fuese atropellado. Así que al darme este nombre esperaba que llegase a ser un viejo peatón.”

“Tu madre no es sólo mala por darte un nombre como ese. También está loca.”

“Me aseguraré de que sepa que eso piensas. Un crío desagradable como tú debió ser cambiado al nacer. ¿Por qué no estoy hablando con un niño más amable?”

“¡Escucha, Viejo Peatón! Yo soy un cliente valioso, como podrás comprobar cuando empiece a hacer mi pedido. Así que yo no comenzaría nuestra relación por ofenderme. Y para tu información, los niños buenos no pueden saber si sus padres les quieren o no, pero yo sí puedo porque mis padres no me cambiaron por un niño mejor. Me he fijado en que tienes por mancebo a tu mascota.También me he fijado en que se trata de un dragón. Y veo que es verde. Me parece muy poco patriótico por tu parte tener un dragón verde. Eres galés, y tu dragón debería ser rojo. Da la casualidad de que yo estoy pensando en hacerme con un dragón. No me importaría llevarme este para que te puedas comprar otro rojo. Claro que quiero ver sus dientes antes de llevármelo. Y necesito comprobar que puede escupir fuego y hacer todas esas cosas que un dragón en buena forma puede hacer. No quiero que me endilgues un dragón impedido. ¿Tú que dices?”

“No,  yo digo,” gruñó el dragón, que empezó a cambiar de color hasta que se volvío de un rojo rubí.

Y mientras su ayudante cambiaba de color, Henbeddestyr apuntaba a Alpin con un dedo y lo sacudía, advirtiéndole que de deshacerse de su dragón, nada.  

“Mi nombre es Taffy,” continuó el dragón. “Significa muy amado. Así que no creo que se deshagan de mí. Pero sé seguro que si te acercas un poco más a mí, reduciré tu cabeza a cenizas.”

Y Henbeddestyr asintió con la cabeza repetidamente, pues sí, el dragón haría exáctamente eso.

¡Ay va!” gritó Alpin. “Tu dragón es peor que un pitbull, Henbeddestyr. ¿Tienes licencia para poseer a un animal tan feroz? ¿Qué me dices a eso?”

“¡Te digo que son las doce!” exclamó Henbeddestyr aplaudiendo alegremente.

Un reloj sonó para confirmar que lo que el apotecario había dicho era cierto, y él y Taffy se pusieron a cantar.


’Rw’yn cofio ers dyddian am hen gymeriadau, Yn canu baldedi mewn marchnad a ffair –

¿Pero que significa esto?” gritó Alpin, intentando ahogar el canto con sus protestas.

“Significa: Oh,cómo me acuerdo de los cantantes de baladas,que cantaban sus canciones de alegría y de dolor...,” explicó el apotecario.

No! No me importa un rábano lo que signifique ese guirigay. Lo que quiero saber es que pretendéis  berreando de esa manera.”

“Es el mediodía. Las doce es la hora del canto. Cantamos durante una hora, la del almuerzo. La música es la comida del alma. Por eso lo hacemos. Puedes sentarte en ese banco y disfrutar del espectáculo. Es gratis.”

¿Qué? ¿Vais a dejar de trabajar durante una hora para meter ruido y pretendéis que yo lo escuche?””

“Se ve que te ha entendido, Henny,” dijo el dragón Taffy. “Si es que te explicas tan bien.”

Henbeddestyr asintió con la cabeza y el apotecario y el dragón volvieron a ponerse a cantar.

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