“¡Ufff!¡
Arrghh!”
Alpin tenía un dilema. El
saco de caramelos de limón que el apotecario le había regalado era del tamaño
de un gigante de dos años. Cargarlo hasta casa durante una tormenta de nieve no
era trabajo fácil. Había intentado arrastrarlo, pero las piedras y rocas que
había bajo la nieve habían agujereado el saco y parte de los caramelos había
caído. Además, la bolsa se estaba mojando. Y también los caramelos.
“Tendré que sacrificar parte
de los caramelos si quiero llegar a casa esta noche. Pero no quiero hacer eso. No
quería comérmelos hasta que mi madre hubiese visto lo que me han regalado.Pero
tendré que sentarme bajo un árbol y comerlo todo. Entonces no me podré mover
bien durante un rato. Y me congelaré sentado aquí mientras digiero todo esto. Quedaré
enterrado bajo la nieve, pues está cayendo mucha. Soy un niño, asi que alguien
tendrá que venir a buscarme. Pero como estaré bajo el manto blanco, no me hallarán
hasta la primavera. Eso significa que me voy a perder las comilonas de Navidad
y mis regalos.”
Pensar en todo eso hacía que se sintiese tan deprimido que empezó a
llorar.
“¡No llores, Alpin! Hemos encontrado todo lo que has perdido. Lo
tenemos aquí con nosotros para dártelo.”
Mi hermana Brezo no sólo se refería a los caramelos que habían caído de
la bolsa. Lo primero que había hecho Alpin cuando vio lo cargado que iba fue
deshacerse de los encargos que le había hecho Michael.
“¡Deja de lloriquear y ponte
en pie!” regañó mi otra hermana, Cardo. “Te ayudaremos a llegar a casa pero
nosotros también tenemos que llegar a la nuestra.”
Como Brezo, Cardo también es
muy guapa, pero más briosa. Tiene grandes ojos verdes como la hierba y su pelo
es morado, rosa o amarillo dependiendo de la ropa que lleva ese día. Y da un
poco de miedo a la gente porque es algo agresiva.
“¿Os habéis comido algunos de
mis caramelos? Porque sabéis que no deberíais. Son míos, no vuestros. ¡Tendréis
que reponerlos!”
Antes de que pudiésemos
contestar a la acusación de haber robado caramelos, el sonido mágico de un
diminuto órgano de madera llenó el aire, de pronto rarificado. Y un pequeño
coro de voces menudas de unió al órgano para cantar anhelante.
El acebo y la hiedra
Sólo quieren vivir en paz
Y los pinos y abetos
Dicen que les maltratáis.
Sólo quieren vivir en paz
Y los pinos y abetos
Dicen que les maltratáis.
El muérdago sólo por manos
De druidas se ha de cortar
En un bosque a luz de luna
Donde las hadas a salvo puedan bailar.
De druidas se ha de cortar
En un bosque a luz de luna
Donde las hadas a salvo puedan bailar.
Nos alegra que améis estas
plantas
Querer tenerlas cerca es algo ancestral
Pero id a vivir junto a bosques
Y vedlas crecer en libertad.
Querer tenerlas cerca es algo ancestral
Pero id a vivir junto a bosques
Y vedlas crecer en libertad.
No deberían criarse en
jaulas
Para ser vendidas en el todo a cien
En supermercados, gasolineras…
Eso no está nada bien.
Para ser vendidas en el todo a cien
En supermercados, gasolineras…
Eso no está nada bien.
No las ahoguéis con
pintura,
Pegamento, purpurina y nieve artificial
No electrocutéis árboles con luces
Todo eso está muy mal.
Pegamento, purpurina y nieve artificial
No electrocutéis árboles con luces
Todo eso está muy mal.
Vale, tíos, son Pascuas.
Pues toca amar y ayudar
No tiréis mañana a la basura
Lo que en el bosque ha de estar.
Pues toca amar y ayudar
No tiréis mañana a la basura
Lo que en el bosque ha de estar.
¡Os deseamos unas Pascuas
cuerdas!
¡Os deseamos unas Pascuas cuerdas!
¡Os deseamos unas Pascuas cuerdas!
¡Pero dejadnos en paz!
¡Os deseamos unas Pascuas cuerdas!
¡Os deseamos unas Pascuas cuerdas!
¡Pero dejadnos en paz!
“¡Pero
si sois la Coral Hojuela
del Bosque Triturado!” exclamó Brezo aplaudiendo con entusiasmo. “¡He oído
hablar de vosotros!”
Diez pequeños hojitas y su
organista, negruzcos debido al frío y húmedo invierno, hicieron una reverencia
algo tiesa por lo congelados que estaban.Todos eran miembros de una tribu que
tiende a tomar la forma de sámaras, frutos secos y alados. Mis hermanas y yo
nos encogimos de tamaño para estar al nivel de los hojuelas. Alpin se encogió
también, pero para ponerles verdes.
“Es invierno. Sois hojas. ¡Deberíais estar muertas! No perturbando
la paz del bosque aullando canciones raras con toda vuestra misera fuerza. Además,
apestáis. No afináis. La letra que cantáis no rima bien. No casa con la música.
Y yo creo que estáis más guapos callados. Aunque lo de guapos es un decir, que
menuda pinta de desperdicios tenéis en invierno.”
“¡Ten piedad, Alpin! Es
navidad. O te descorcho de un piñato.”
Cardo puede no parecerlo,
peo es muy dura. Bufando por sus delicadas fosas nasales, sus cabellos morados
tiesos como pinchos, hubiese cumplido con su amenaza.
“Como sois una coral, seguro
que sabéis un montón de canciones,” dijo Cardo. Me dio un golpe con el codo y
añadió, “Pregúntales, Arley.”
“¿Sabéis alguna de las
canciones que suele cantar un léprecan llamado Fergus MacLob O’Toora?” pregunté
a los hojuelas.
“Hmm. Un buen tenor irlandés
sí que es,” asintieron. Y añadieron con algo de suspicacia, “¿Por qué
preguntáis por Fergus?”
“Tengo una alergia y el
apotecario Henbeddestyr Parry dice que
cantar alguna de las canciones de este léprecan podría curarla.”
“Fergus es mi tío,” dijo
Alpin. “Y debería estar por aquí formando parte de un grupo de rescate antes de que me congele. Pero sí, es
más probable que esté cantando en una taberna. ¿Por qué le ha dado a todo el
mundo por berrear últimamente?”
“Alpin,” dijo Cardo, “podemos intercambiar
favores. Tú nos llevas al pub de tu tío y nosotros te ayudaremos a cargar todos
tus bultos hasta allí.”
“No es mala idea. Salvo que
no quiero que ninguno de vosotros ande toqueteando mis pertenencias. Aunque no
me importaría cederle a Brezo un caramelo o dos. No parece que sea muy
comilona. ¿Eres anoréxica, Brezo?”
“¡Por supuesto que no!”
saltó Cardo antes de que Brezo pudiese contestar. “¡Come todas sus verduras! ¡Dame
esa bolsa, memo!” Y tiró de la bolsa sobrecargada de Alpin y se la echo al
hombro a pesar de ser bastante más
enjuta que Brezo, que a veces parece muy grácil y otras agradablemente
gordita.
“¡En marcha!” ordenó
Cardo.
Como había dicho Alpin, no
era mala la idea de Cardo, pero como su familia había hecho todo lo posible
para que Alpin jamás pisase un pub, mi amigo no tenía ni idea de donde
llevarnos.
Brezo sacó su bola de
cristal de bolsillo. Estas funcionan como los móviles de los humanos y son muy
útiles cuando hay una emergencia. Nadie la había presentado a Fergus, así que
Brezo no se atrevió a contactar con él directamente. Entró en una red llamada Busca Feérica. Allí, algún alma caritativa
podría ayudarnos.
Esta vez el alma caritativa
fue Luxviminda, la guardiana del salmón mágico. Dijo que Fergus se encontraba
en la inauguración de un pub. Ella misma había sido invitada a la inauguracíón
e iba para allí. Hizo más que explicarle a Brezo cómo llegar al nuevo pub.
Brotó de la bola de cristal y nos acompañó hasta el mismo.
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