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jueves, 23 de abril de 2020

29. Sueños y Arcos Iris


  
Sentados ante una larguísima mesa de madera de deriva y en un banco de madera de deriva igual de largo estaban San Nicolás. Los Reyes Magos, Don Alonso, Flaco Intrépido Nauta y Fergus MacLob O’Toora.

Su aspecto era muy festivo. San Nicolás llevaba su gorra y traje rojos, los reyes sus coronas y mantos. Una guirnalda de acebo rodeaba el sombrero de copa de Fergus y su pajarita también era de acebo. Nauta también había añadido acebo a su corona de laureles y Don Alonso tenía el pelo lleno de estrellas de oro que la Sra. Parry había desprendido de su collar y colocado allí. Y también sonaban festivos, porque estaban cantando villancicos con toda la potencia de sus voces masculinas.

“Pero mira cómo beben los peces en el río, pero mira como beben, al ver al Dios nacido!”

Y también bebían como peces, pero de jarras de ponche, no de un río.

Yo dejé que terminasen el villancico antes de acercarme a la mesa a preguntar por el Sr. O’Toora.

“¿Que quieres tomar?” me preguntó mirándome directamente a los ojos. 

Yo me sentí algo cohibido. Y antes de que pudiese reunir el valor de decir palabra Alpin chasqueó los dedos y empezó a gritar. 

“¿Dónde está mi espumoso? ¡Camarero, champán!” Y me preguntó dándome un codazo, “Es más caro que el cava, ¿no?” 

No me dio tiempo a responder. 

“¡Quiero papeo de pub!" siguió gritando Alpin. "¡Quiero emparedados de labrador y empanadas de pastor con puré de patatas! ¡Y lo quiero todo rápido! ¡Me muero de hambre! ¡No he probado bocado desde que salí de casa esta mañana!”

“¡Eso no es verdad, pequeño mentiroso!” saltó la Sra. Parry. “¡Yo misma te di suficiente raro bocado galés para alimentar a cincuenta pastores! ¡Sí que lo hice! Antes de que salieses de la farmacia de mi Henny. Tú dijiste que nunca llegarías a casa si no te daba algo de comer y a mi me interesaba que te fueses, así que te alimenté con todo el pan y todo el queso que tenía a mano. ¡Y aquí estás, así que tu presencia demuestra que comiste!”

“Esta no es mi casa,” contestó Alpin. “Dije que no llegaría hasta mi casa y no he llegado.”

Mientras discutían, Cardo se acercó muy decidida a la mesa de los cantores y alzando la voz para ahogar las de Alpin y la Sra. Parry comenzó a contarle al Sr. Fergus todo lo que sabía sobre mi alergia.

“Asi que vive en el automóvil de un mortal porque tiene alergia al polen, ¿no es eso, cailín? Y cree que puede que estornude incluso en su jardín ideal allí en Isla Manzana. Pero cuando se pone realmente malo es cuando se mueve entre mortales. Y es por la contaminación asquerosa de sus ciudades. Y cuando está en su hogar feérico no está tan malo. ¿Por qué no se queda en casa un tiempo? A lo mejor sana del todo, o al menos logra comprobar si su alergia también existe ahí?”

“Porque tiene pesadillas espantosas cuando duerme en Isla Manzana.”

“Oh. Ya veo. Eso no puede ser. No en Isla Manzana. ¿De qué van esas horribles pesadillas?”

Yo expliqué que había nacido bajo una morera que el mismo Shakespeare había plantado. Un humano egoísta que se había adueñado del lugar donde crecía se hartó de que viniese gente de todas partes invadiendo su jardín para ver el árbol y lo cortó. Así perdí el lugar en el que me sentía más cómodo.

Mi madre intentó consolarme dándome las llaves de un hogar ideal que había hecho construir para mi. En el jardín se encontraba el fantasma de mi morera. Pero yo no podía evitar pensar que si los humanos nos habían echado de un lugar, podrían echarnos de otro. Aunque intento no preocuparme por esto cuando estoy despierto, no puedo evitarlo mientras duermo. No podía dormir en esa casa ideal sin tener pesadillas sobre humanos que invadían nuestro mundo y se apoderaban de él. Dije que también tenía pesadillas horribles sobre todo lo contrario. En estas, las hadas eran crueles con aquellos humanos que me caían bien.
                                      

                   “Ya veo. ¿Pues qué es lo opuesto a una pesadilla?”                        
                                      

“El Sueño Imposible,” tosió Don Alonso.

“Cierto. Ese es el más bello de todos los sueños. La única manera de no tener pesadillas es tener sueños brillantes, Arley. Tienes que ver el lado soleado de la vida y pensar que tras una tormenta sale un arco iris. Tienes que tener una fijación con los arcos iris. Míralos fijamente siempre que los veas hasta que te hayas hipnotizado y puedas creer que todo saldrá bien al final. Caballeros, todos los que estamos sentados en esta mesa estamos hechos del material de los sueños. Cantemos ahora canciones de sueños y de arcos iris para este muchacho.”

Cantaron muchas, muchas canciones bonitas, muy bonitas. Me encantaron todas y realmente agradecí el esfuerzo que estaban haciendo estos soñadores empedernidos para ayudarme. Pero cuando dejé el pub y me adentré en la noche, supe que a pesar de todas aquellas nanas tendría una pesadilla cuando me fuese a dormir a casa. Una pesadilla sobre tormentas que sucedían tras arcos iris, que los deshacían en pedazos como trozos de cristal que corta.

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