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jueves, 23 de abril de 2020

31. El Juramento de Nunca Más

 El Sr. Poe nos ofreció coñac y café. El cuervo, cuyo nombre era Reynolds, sirvió el café en la vajilla victoriana, refunfuñando todo el rato porque tenía que hacer de criada. No lo hizo nada mal, considerando que no tenía manos, pero parecía que se le caían los anillos por tener que hacer este trabajo y eso le molestaba. “¡Nunca más!” no dejaba de quejarse. “¡No! ¡Nunca jamás!”

Don Alonso y Sancho resultaron ser muy buenos entrevistadores. Hicieron preguntas con sentido y ninguna quedó sin respuesta. Yo aprendí un montón sobre el Sr. Poe esa noche. No escribiré aquí todo lo que aprendimos, pero si casi todo porque aprendimos una cosa que casi nadie sabe sobre el Sr. Poe.

El Sr. Poe nació en 1809 en Boston. Sobre su niñez sólo diré que sus padres pertenecían al mundo de la farándula, pues eran actores, y que su padre abandonó a su familia cuando el señorito Eddy era muy pequeño. Su madre murió poco después de tuberculosis. Esta muerte le dejó marcado de por vida, como se verá más adelante.

Ahora huérfanos, Edgar y su hermana fueron acogidos por familias distintas. A él le tocó vivir con un tal Sr. Allan, que le dejó utilizar su apellido pero nunca le adoptó formalmente.

El Sr. Allan era rico y educó al Sr. Eddy en los mejores colegios de Europa y América. Nos enteramos de que al Sr. Eddy siempre le interesó lo sobrenatural y que de joven le gustaba gastar bromas disfrazándose de fantasma para asustar a la gente.

También de joven tuvo una novia que es muy importante para la historia que voy a contar. Su nombre era Sarah Elmira Royster y sus padres la obligaron a casarse con otra persona porque no creían que el Sr. Poe fuese digno de ella. Edgar estaba teniendo problemas con el Sr. Allan, que quería que se comportase como una persona distinta de la que era.

Eventualmente, el Sr. Allan echó al Sr. Eddy de su casa. Aunque no tenía ni un penique, Edgar pretendía ganarse la vida sólo como escritor. Hasta entonces, nadie había logrado hacer eso en América, pues era todavía más difícil entonces de lo que es hoy. Incapaz de triunfar a pesar de su talento, tuvo que alistarse en el ejercito y allí le fue muy bien. Tan bien que el Sr. Allan decidió volver a apoyarle y le envió a West Point, academia militar de la que los graduados salían con rango de oficiales. Pero esta academia estaba llena de hijos mimados de padres ricos y Edgar quería tener las mismas cosas que ellos. Por querer y no poder, se volvió a meter en líos y el Sr. Allan le retiró su apoyo. Fue expulsado y se encontró sólo en el mundo otra vez.

Pero una mujer le ayudó. Su tía era muy pobre, pero le acogió y él se fue a vivir con ella y con su prima, una niña llamada Virginia. La niña se enamoró del señorito Eddy y cuando cumplió los trece años se casaron. En aquel entonces casarse a esa edad era algo normal y no algo escandaloso como lo es hoy en día entre los mortales.

Me gustaría poder decir que vivieron felices para siempre,  pero desafortunadamente, no fue así. También era algo corriente en aquel entonces que la gente muriese joven, y Virginia tenía tuberculosis y la quedaba muy poco tiempo. Ambos lo sabían. El Sr. Poe, que recordaba cómo había perdido a su madre, estaba obsesionado con la idea de mujeres hermosas que morían antes de tiempo. Algunas de sus mejores poesías e historias van sobre eso.

Posiblemente la más famosa de sus poesías sea El Cuervo. Va sobre un hombre que acaba de perder a la mujer que ama. Mientras llora por su pérdida, un cuervo entra en su habitación y se posa sobre un busto de la diosa Palas Atenea que hay justo sobre la puerta de la recámara. El cuervo habla, pero sólo para repetir y repetir  dos palabras: “¡Nunca más!”


El Sr. Poe nos dijo que en su desesperación había prometido a su esposa moribunda que no volvería a casarse jamás cuando ella muriese. Lo había jurado ante un busto de la gran diosa griega Palas Atenea.      

                                  
“¡Es cierto!” interrumpió Reynolds.

Mientras el Sr. Eddy nos contaba la historia de su vida, el cuervo no había hecho más que posar silenciosamente sobre un busto de la diosa que estaba justo encima de la puerta del ático. Pero ahora rompió su silencio y dijo, “Yo le oí jurar. Fui testigo.”

Tras la muerte de  Virginia, el  Sr. Poe continuó escribiendo poesías, cuentos y novelas que han hecho mucho dinero para otras personas pero que hicieron muy poco para él. Parece que  tuvo problemas con el alcohol, pero no siempre, sino a rachas. Esto fue a peor con el tiempo, pero considerando lo deprimido que debía estar es algo que se puede entender.

Un día algo ocurrió que pudo haber mejorado su suerte. Sarah Elmira, la chica que había amado en su juventud, volvió a entrar en su vida. Y quería casarse con él. Y podía hacerlo, porque ahora era una viuda acomodada. Pero...aquí es donde la historía del Sr. Poe se vuelve tan oscura y misteriosa como cualquiera de las que él escribió. 

“Tu muerte es uno de los grandes misterios de la historia de la literatura. Nadie sabe por qué sucedió. Si no es indiscreción, nos gustaría saberlo.”

“Un día me encontraron delirando por las calles de Baltimore. La ropa que llevaba no era la mía. Me quedaba pequeña. Unas personas que estaban en una taberna me reconocieron y me tumbaron sobre una plancha de madera y me llevaron a un hospital. Unos días después, fallecí en ese hospital.”

“Probablemente habéis oído rumores de que bebía mucho. Algunos dicen que yo era un alcohólico. Otros dicen que era un dipsómano. La diferencia entre ambos consiste en que los alcohólicos beben siempre mientras que los dipsómanos sólo beben en ciertas ocasiones pero pierden todo el control. Tras una de estas borracheras, los dipsómanos no suelen recordar por qué empezaron a beber ni que pasó después de que lo hiciesen. Pero yo no había bebido antes de ingresar en el hospital y los doctores saben que el delirium tremens no fue la causa de mi muerte.”  

“He leído que te secuestraron unos políticos para realizar una práctica conocida en inglés como cooping. Se trata de secuestrar a gente para obligarla a votar varias veces en centros electorales distintos, fraudulentamente, claro está,” comentó Don Alonso.

“Eso lo hacían con desconocidos que acudían de fuera de las ciudades. Yo era demasiado conocido para que me utilizasen de ese modo.”

“¿Fue un tumor cerebral entonces? Eso también se ha sugerido.”

“Acababa de volver de Richmond, de visitar a la novia de mi juventud, Sarah Elmira. Los dos eramos viudos y por lo tanto eramos libres para casarnos. Quedamos en que lo haríamos y hasta fijamos una fecha.”

“Pero no eras libre,” interrumpió el cuervo.

El Sr. Eddy asintió con tristeza y alzando sus cejas nos indicó que el cuervo sería quien terminaría de contar su historia.

“Yo solía trabajar para el dios del sol, Apolo. Pero esa es otra historia. Sólo lo menciono para hacer constar que tengo conexiones el el Monte Olimpo. Soy amigo personal de Nictímene, la mochuelita que es la mascota de la diosa Palas Atenea, con la que tengo el honor de colaborar.”

Reynolds batió sus alas y voló hasta la ventana del ático, donde se posó antes de seguir con su relato.

                                    
“La mochuelita es muy tímida, y cuando la diosa le manda hacer algún recado que la agobia, me llaman a mí, para que vaya yo en su lugar. Por eso me tocó a mí recoger el juramento que hizo Edgardo cuando su esposa estaba a punto de morir. Prometió no volver a casarse, y dejad que os advierta de que cuando alguien promete algo ante un busto de Atenea, más vale que cumpla con lo prometido. Y ahí estaba Eddy, a punto de romper su promesa.”

Mientras Reynolds hablaba, yo me dí cuenta de que no era el único que le escuchaba. La ventana del ático que había detrás del Sr. Poe parecía un palco de un teatro. A pesar de la oscuridad y tal vez con la ayuda de la farola que había fuera, pude ver como un grupo de murciélagos se apretujaban contra el cristal. Parecían estar pendientes de cada palabra que decía el cuervo.

“Así que me tuve que ocupar de que no rompiese su juramento,” continuó el cuervo. “Y Eddy murió de la rabia.”

“Pero los cuervos no transmiten la rabia, creo yo,” dijo Sancho.

“¿He mencionado que soy el padrino de una camada de murciélagos?” preguntó el cuervo.          

           

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