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jueves, 23 de abril de 2020

35. La política de casa, ovejas y ponis.

Creo que ha llegado el momento de explicar en detalle que mi madre, viendo cómo nuestra gente estaba siendo expulsada de parte de nuestro territorio por los mortales, intentaba paliar el problema con lo que se conoce como la política de casa, ovejas y ponis.

Hay una isla de ensueño que va creciendo lejos del alcance de los mortales en una parte del mundo en que viven las hadas. Mi madre decidió convertir esta isla en un lugar todavía mejor de lo que era. Allí empezó a construir, hace unos años, casas de granito o ladrillo para cada miembro de la comunidad de las hadas.

Casas nuevas también se construyen para hadas nuevas conforme van naciendo. Estas casas son hogares ideales. Han sido diseñadas para ser todo lo que sus dueños desean que sea su hogar. Vienen con dos robustos ponis y diez hermosas ovejas. Porque mi padre insistió en ello, los dueños también reciben una chaqueta con bolsillos que siempre están llenos de monedas de oro feérico. Si alguno desea algo más, ya depende de él o ella conseguirlo. Esto quiere decir que si quieres que pavos reales paseen por tu jardín en vez de ovejas,  puedes importar tus propios pavos reales. Pero lo cierto es que las hadas rara vez desean tener más que una casa, dos ponis y diez ovejas. Pocas son ambiciosas.

¿Supone esta política de mi madre un problema? Pues podría decirse que sí, al menos para algunos. Isla Manzana es, como ya he dicho, una isla de ensueño. Y ha de seguir siéndolo. Por eso también la llaman la tierra de la puerta fuerte.

Tienes que desear paz para poder entrar en Isla Manzana. Muchas hadas se han negado a reclamar las casas que les han sido construidas allí porque como una vez expliqué, no todo el mundo quiere ceder su antiguo territorio, ese que llevan tiempo compartiendo con los mortales, a los humanos. Así que se niegan a mudarse a la isla de ensueño. Se quedan donde siempre han estado para luchar por su espacio. Este es el caso de muchas hadas forestales, como mis amigos los hojitas. Ni siquiera se dignan a ver lo que mi madre ha preparado para ellos en la isla de ensueño.

Sin embargo, este no era el caso de los Dulajan. El señor y la señora Dulajan están tan felizmente casados que podrían perfectamente pasar el resto de sus vidas disfrutando en la isla de ensueño. Si no fuese por El No Cambiadito, claro. Alpin es la razón por la que habitan en la frontera de ambos mundos, tan cerca de los humanos.

Bien, pues dos semanas después del rastrillo de Urraca, yo estaba de pie frente a la puerta de Alpin, temiendo entrar por lo que podía escuchar que estaba pasando dentro. Desde la lejanía ya había podido escuchar a Alpin sollozando cual un poseso, probablemente en su dormitorio de la segunda planta. Pero esto no era nada nuevo. Lo que daba miedo era ver y escuchar a través de la ventana de la cocina a la Sra. Dulajan despotricar contra la política de casa, ponis y ovejas de mi madre.

¡Mal hayan todos los estadistas!” escupía, apretando los puños. “¡Entrometidos, líantes, meticones y manipuladores! ¿Por qué no pueden dejar las cosas como están?”

De su boca salieron palabras que se convirtieron en sapos y culebras. Vi como estos se arrastraron y saltaron por la ventana y se dirigieron a los jardines de los vecinos.

“Si yo pierdo a mis hijos, ella se queda sin su Oberón. ¡Juro que iré a por él! ¡Y que la mujer más fatal gane!”

“Sólo sentimos curiosidad por ver como son nuestras casas,” la interrumpió Brana muy mansamente. “No vamos a abandonarte.”

“¡Oh, sí que lo haréis! ¡En cuanto veáis esas casas! ¡Sí! ¡Sí! Os van a encantar esas casas. Están diseñadas para cumplir los deseos de vuestros corazones. Os encantarán, igual que a mí me encantó la mía.”

“Pero tú dejaste la tuya, Mamá. ¿Por qué?” preguntó Fiona.

“Todo el mundo allí está repugnantemente feliz. No puedes soportarlo si no estás muy feliz tú también. Vosotras encajaréis. Perfectamente. Como vuestro hermano Darcy. ¿Dónde creéis que vive?”

“Por eso nunca nos ha dejado visitarle. Y nosotras pensando que era por alguna razón siniestra.”

“Siniestra. ¡Ja!  No importará que seáis vampiresas. Sois niñas bien educadas. Los de allí os darán casas cerca de la costa o de algún portal, para que podáis salir y entrar sin que nadie lo note ni se fije en vuestras sombras oscuras. Pronto estaréis tan contentas que no os hará falta salir. No volveréis a ejercer, y os convertiréis en seres de una luz resplandeciente.”

“Mamá, cuando decidimos no cambiar a Alpin por un niño más agradable, te prometimos que te ayudaríamos a cuidarlo. Y siempre lo hemos hecho. ¿Acaso todo este follón es porque tienes miedo de perderle a él también? ¿Es que no se volverá más bueno también cuando viva ahí, como dices que lo haremos nosotras? ¿Poquito a poco?”

“Ningún cambiadito ha podido cruzar la Puerta Fuerte jamás. Algunos lo han intentado, cuando se han dado cuenta de quienes realmente eran y abandonado a sus familias mortales. Pero ninguno ha conseguido entrar. La puerta no se abre para ellos. Alpin no podrá ir allí. Bastante es que hayan consentido que se quedase aquí fuera con nosotros.”

“Pues entonces tendrá que ver eso él mismo. Tendrá que ver cómo la puerta se cierra de golpe para él, porque está empeferrascado en ir allí, y es de este barrio del que nos van a echar si sigue gritando noche y día que quiere ver su casa y no hay manera de callarle.”
  
Yo llamé tímidamente a la puerta de los Dulajan y se hizo a un lado para que pudiese pasar porque siempre esta abierta para mí. Todavía en el umbral, me ofrecí voluntario para llevar a Alpin a Isla Manzana.

“Si se coloca justo a mi lado y los dos saltamos para dentro a la vez cuando se abra la puerta para mí, y lo hará, porque siempre lo hace, puede que los dos consigamos colarnos dentro.”

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