A Alpin no le pareció gran cosa
la puerta de madera verde que se sostenía en pie sóla tras el grupo de tejos
del que había hablado Barinto.
“¿Es esta la Puerta Fuerte que
obstruye el paso a la Isla
de los Felices? Pero si parece la puerta del huerto del Tío Fergus. Y hasta es del mismo color. ¿Por qué todas esas historias de oro y gemas
cuando todo lo que hay aquí es esta caca?”
“Todas esas cosas son
símbolos,” explicó Don Alonso. “Y en esta humilde puerta también los hay. Mira
las aldabas.Tienen forma de margaritas. Las margaritas son la flor más
perfecta. Totalmente simétricas, son un símbolo de perfección y equilibrio.”
“Así es, Don Alonso,” dijo
Branna. “Me gustan las matemáticas, así que yo sé algo de eso. Está usted
hablando de la proporción áurea. La belleza es cuestión de números.
De medidas.”
“¡Bah!” se burló Alpin. “Proporcionada o
no, apuesto a que puedo tumbar esa puerta de una patada.”
Para demostrarlo, dio a la
puerta verde una patada y acto seguido fue lanzado contra la tejeda.
“Eso te enseñará a dar
patadas a las cosas, como una mula rabiosa,” dijo Michael. “Y saca esas hojas
de tejo de tu boca. Todo lo que es de los tejos es puro veneno, aunque hay
quién lo sabe usar como medicina.”
“No necesito darle una
patada. Sólo tengo que pasar tranquilamente por sus lados. No hay paredes, ni muros.”
Resultó que el muro aparentemente
ausente que protegía Isla Manzana de intrusos sí que estaba allí. No había
manera de que Alpin pudiese cruzar hasta el otro lado de la hierba que crecía a
los lados de la puerta.
“Lo que sí es cierto es que
la hierba que hay al otro lado del muro invisible parece más verde,” dijo Brana.
“Tiene un brillo especial.”
“Nunca he entrado por esta
puerta antes,” dijo Michael, estudiándola cuidadosamente. “Hay por lo menos otras
tres, que yo conozca.”
Intentamos llamar utilizando
las aldabas para que alguien nos abriese desde dentro. Cuando empezábamos a
pensar que jamás conseguiríamos entrar, apareció la cara del Sr. Binky,
sonriendo como si estuviese encantado de vernos. Sí, el primer ministro Binky.
Parecía otro. No iba de gris, como acostumbra a hacer. Llevaba una camisa
amarilla y una corbata azul y morada. Tanto la camisa como la corbata llevaba
motas de colores, y, para colmo, tenía florecitas tatuadas en la cara. Del
bolsillo de su camisa asomaba un pañuelo doblado para parecer una rosa.
“Pasaportes,
por favor,” dijo todo risueño. Menuda sonrisa lucía.
“¿Pasaportes? ¿Desde cuando?” gritó Michael indignado.
En teoría, una vez que has
llegado hasta Isla Manzana, tú mismo te conviertes en una llave que abre sus
puertas. Si has estado ahí antes, las puertas te reconocen y se abren
inmediatamente para ti, siempre que no hayas sido desterrado. Si es tu primera
vez ahí, te miden, y se abren si creen que mereces entrar.
“¡No es posible!” suspiró
Brana, pensando que no íbamos a poder entrar.
“Así es, señorita. No es posible.
No hacen falta pasaportes,” el Sr. Binky sonrió todavía más. Tanto que relucía. “Sólo os tomaba el pelo. Lo único que los burócratas
hacen aquí es tomar café. Desayuno aquí los sábados.”
Y nos dejó pasar sin más. Así
que no era para tanto todo aquello de que Alpin jamás podría entrar en la isla.
“Si estáis aquí para
reclamar vuestras casas, sugiero que vayáis directamente a la cantera. Habéis
llegado por el Puerto del Sur, así que la cantera os pilla aquí al lado, como
podéis comprobar en este mapita para turistas que hice imprimir hace un mes.”
Nos dio a cada uno un
papelito con un mapa rudimentario de los sitios de interés turístico que se
podían visitar en la isla por estar abiertos al público.
Cuatro ramas de manzano formaban
una cruz en las cuatro direcciones de esta isla con forma de flor de manzano.
Las ramas salían de una pequeña flor de manzano dibujada en el centro del mapa.
Pequeñas manzanitas colgaban de cada rama indicando los lugares que podíamos
visitar. En la S
del Sur se hallaba la manzana que indicaba que lo que más cerca teníamos era
precisamente la cantera.
“Ahora, sujetad el mapa y
fijaos en que el nombre de un lugar a la derecha o a la izquierda del mapa
significa que es allí donde este se encuentra. Mirad fijamente el nombre del
lugar elegido y desead estar allí. Entonces dad un paso al frente. Eso es todo
lo que hace falta para llegar ahí. ¡Venga! ¡Id!”
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