Por Don Alonso luego supe como
había ido la fiesta. No estaba seguro si había ido mejor o peor que otros años.
Pero había comenzado algo mejor de lo que estas fiestas suelen comenzar.
Primero llamó la cuñada de
Michael, la sirena celosa, para decirle que iba a llegar tarde porque tenía que
asistir a una subasta por narices. Don Alonso encuentra a esta belleza de ojos de
color turquí y cabello azabache muy hermosa, pero también recela de ella porque
tiene una voz que puede partir cristal cuando la alza. Su marido, Finbar el
juguetero, llegó a la fiesta poco después de esta llamada, sin acompañante alguno. Por una vez pudo disfrutar de la fiesta tranquilo.
Y hubo aun más suerte para
Finbar, porque Darcy el Guapo decidió
honrar a Michael con su presencia ese año y las chicas sólo tenían ojos para él
y sus ojazos oscuros, y pasaron la noche bailando jigas a su alrededor, de
forma que la Señorita
Lira no podría haber acusado después a ninguna de intentar
flirtear con su marido.
El
pobre Grogui, el Grogoch, siempre sucio y desaseado, mandó aviso de que no
podría asistir porque tres de sus vacas iban a dar a luz esa noche, así que la
casa de Michael sólo olía a romero y canela en vez de apestar como un establo
atiborrado.
Garth, el puca, cuya
presencia siempre garantiza broncas, se aburría tanto sentado bajo su puente
esperando que pasase algún transeunte solitario al que asustar que decidió
matar el tiempo aprendiendo a hacer punto y resultó ser todo un artista en
ello. Obsesionado con su nuevo hobby, parecía que esa noche no iba a hacer más
que tejer una capa de una lana de merino bautizada como brócoli morado con una
gran franja verde esmeralda para su tío Nil, el Hombre Gris, Señor de las
Nieblas.
Pero desafortunadamente, el
morado y el verde son los colores del Ye Fay Club de Fútbol, uno de los dos
mejores del mundo de las hadas.
Los colores de la capa recordaban a los hinchas
de estos equipos el último partido de la pasada temporada. El Ye Fay F.C. había
vencido al Sidhe Band F.C.dos a uno, gracias a la pericia del fantasma romano
Artemio, Guardian del Bosque Triturado. Los
hojitas del Bosque Triturado son todos rábidos hinchas del Ye Fay, y fueron
ellos los que convencieron a Artemio para que jugase con ese equipo. Resultó
ser un jugador espectacular, y todos los Ye Fayeros se pusieron a cantar sus
alabanzas al ver la capa.
Pero el Tío Nil era hincha del equipo contrario y
empezó a gritar que aunque apreciaba en gordo la labor de su sobrino, jamás se
pondría una capa traicionera. Le pidió al puca que le hiciese otra, esta vez en
amarillo y oro, porque esos eran los colores de su club, el Sidhe Band.
Garth respondió que ya
llevaba más de una hora de trabajo y preferiría llevar a Brian Boru de paseo a
comenzar de nuevo. Por si no estáis enterados del mal rollo entre Brian Boru y
el puca, os diré que Brian fue un rey de Irlanda que intentó que los pucas dejasen de meterse con los transeuntes
solitarios. Cuando uno de estos espíritus se convirtió en un caballo desbocado,
Brian lo montó valerosamente hasta que el puca dejó de intentar tirarle al
suelo y patearle.
Un hojita dijo entonces que
el amarillo era el color de la cobardía y el oro el de la avaricia. El Hombre Gris debería sentir vergüenza de usuarlos.
El tío Nil contestó que el
amarillo era el color de la luz y el oro el color de la nobleza. Su equipo era
tan grandioso como el sol en todo su esplendor, mientras que el verde era el
color de la envidia y el morado el de la ira.Y eso es lo que sentían los
rivales de su equipo. Odio e ira, por lo buenos jugadores que eran los Sidhe
Band.
Los invitados de un equipo
comenzaron a lanzar insultos y crudités a los invitados del otro equipo. Cuando
alguien lanzó un plato de la preciosa vajilla Beleek de Michael, el léprecan se
dio cuenta de que era menos peligroso que los invitados hablasen de política
que de fútbol. Era hora de que el Sr. Binky diese un golpecito con su cucharita
de plata en su copa de cristal de roca facetado y comenzase su primer discurso
anual.
El primer ministro Binky se
había fijado en que la mayoría de los líderes de las naciones mortales daban un
discurso al año en una noche señalada, como la Nochebuena o la Nochevieja.
Aprovechaban el que su gente estuviese toda reunida y de buen
humor para comunicar todo lo que se había hecho para el pueblo durante ese año
y lo que esperaban hacer el siguiente. Por eso quiso seguir su ejemplo y dar un
discurso el treintaiuno de octubre, que es el último día del año feérico.
Como se trataba de una
fiesta de Halloween, el Sr. Binky había venido disfrazado. Estaba vestido según
su idea de cual debería ser el aspecto de un funcionario infernal. Pensaba que
los demás apreciarían su sentido del humor y como el primer ministro sabía
reírse de si mismo. Don Alonso, que no se fiaba de criaturas infernales, advirtió
al Sr. Binky de que los invitados, a pesar de sus muchas virtudes, no
destacaban precisamente por su comprensión y tolerancia e igual breaban al
primer ministro al verle de esa guisa. Pero para su sorpresa todos siguieron el
consejo de Fergus MacLob O’Toora y dieron al primer ministro la oportunidad de
hablar y explicarse.
El Sr. Binky habló como un
maestro de la oratoria. Se podría decir que su discurso era hasta precioso. Sus
vocales inglesas eran impecables, vocalizaba como un actor shakesperiano y argumentaba
como el mejor de los demagogos. Para sorpresa de Don Alonso y alivio de Michael
hasta los hojitas le aplaudieron y aclamaron. Ante tanto entusiasmo, el alivio
de Michael se convirtió en otra cosa. El léprecan se volvió
a Don Alonso y susurró que su fiesta iba demasiado bien. Iba tan bien que algo
tenía que estar yendo mal.
Michael y Don Alonso miraron
a su alrededor intentando encontrar la razón por la que hasta los hojitas
estaban entusiasmados con Binky. Y vaya que si la
encontraron. Había comida por todas partes. Era evidente que los
invitados se habían hartado de comer. Parecían muy satisfechos
y contentos. Y, aun así, quedaban toneladas de sobras. Esto sólo podía querer
decir una cosa. Alpin no había
asistido a la fiesta.
Así fue como todos se dieron
cuenta de que habíamos desaparecido. Yo soy muy independiente y había elegido
vivir por mi cuenta desde los siete años, así que no era de extrañar que mis
padres no se hubiesen dado cuenta enseguida de que yo no estaba presente. Pero
el caso de Alpin era distinto. Sus padres se pasan la vida
preocupándose por él. Pero he de decir que a pesar de todo lo que la Sra. Dulajan se
preocupa por Alpin, cuando no le tiene cerca aprovecha para respirar.
Ahora que ella había caído
en que no le había visto durante demasiado tiempo, soltó un grito que heló la
sangre de todos los presentes.
“¡Mi hijoooooooo!”
Y por una vez mi madre no se hizo la valiente.
Lo que hizo fue eco del grito de la Sra.
Dulajan. Sólo que añadió la palabra guapo.
“¡Mi hijo guapoooo!”
Entonces las dos se
abrazaron y comenzaron a gritar todavía más. Sus gritos hicieron que el grito de
Munch pareciese una risita tonta.
El Sr. Dulajan y mi padre
inmediatamente intentaron tranquilizar a sus esposas. Y afortunadamente para
todos, Puck intentó contactar conmigo por telepatía y como yo también intentaba
alcanzarle, conectamos rápidamente.
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