Todo ocurrió tal y como lo
había planeado Saladito. Lira hizo llegar la botella
con la carta al Sr. Binky, que salió a buscar a mis padres para poder entregársela
en persona.
Les encontró en el Real
Auditorio de Isla Manzana.
Querían despedir el verano con algo especial y
habían pedido a su compositor favorito, el Sr. Felix Mendelssohn, que
compusiese un singspiel que pudiesen cantar ellos. Por si no sabéis lo que es
eso, pues es una opera ligera alemana con diálogos hablados. Mis padres la
representarían ante el pueblo de las hadas.
“Mi,
mi, mi, mi, mi,” ensayaba mi madre. “¡Vividor que despilfarra a lo
grande! ¡Fuera!! ¡A enfrentarte al frío y la
nieve! ¡Tra, la, la!”
“¡Egoísta avariciosa! ¡Bah! ¡No sabes compartir! ¡Lo que será será! ¡Todo irá bien! Crick, crick, crick! Crick,
crick, crick! Do, re, mi, fa, sol! Fa, la,
la, la, la!”
El título del singspiel, como
habréis adivinado, era Die Grille und die
Ameise, que significa, si mi alemán no me falla, El Grillo y la
Hormiga.
El singspiel estaba basado
en una de las fábulas favoritas de Mamá. Mi padre, en cambio, dice que está
fábula sólo sirve para acabar con la alegría de vivir. Trata sobre un grillo
que se pasa todo el verano cantando y festejando. Una hormiga que no ha hecho
más que trabajar todo el verano almacenando comida llama vago al grillo y le
deja morirse de hambre cuando llega el invierno.
El perverso hermano de
Michael, Kevin, el Amadán Dubh, Loco Oscuro y bufón de la corte del reino de las hadas, le
preguntó a Puck que pensaba de esta función.
“La música es pegadiza, pero
la letra deja algo que desear. ¿Quién ha escrito el libreto?”
“Tú tienes un huerto, ¿no? ¿Por
qué no me prestas algunas hortalizas?” sonrió Kevin malévolamente.
El Amadán sabía que iba a
haber gente descontenta entre el público la noche del estreno. La mayoría
serían hadas de esas que se negaban a mudarse a esa tierra de bonanza conocida
como Isla Manzana. Se apegaban ferozmente a sus hogares ancestrales y pensaban
que Oberón y Titania estaban cediendo demasiado territorio a los mortales y no
perdían ocasión de protestar por esto. Sobre
todo si alguien les manipulaba hábilmente.
Kevin
había pensado que sería divertido inflamar a estos espectadores y provocar un
altercado. Pero mi madre, que es algo paranoica, siempre anticipa problemas y se
prepara para enfrentarse a ellos. Llamó a mis hermanas para dar a sus hijas
unos consejos de madre sobre lo que hacer cuando te abuchean.
“Niñas,” les dijo a mis
hermanas, “escuchad y aprended. Mirad el disfraz que he diseñado para llevar en
mi papel de hormiga. Llevaré una enorme corona de cereales, frutas y verduras,
como la gran Ceres, diosa proveedora de grandes cosechas. De este modo, si alguien
me lanza verduras las recogeré y convertiré en un ramo que haga juego con mi
tocado. No se notará que me hayan insultado.Y recordad que conviene vestir de
negro cuando hay riesgo de que te bombardeen con tomates
podridos. Las manchas no se notaran tanto:”
“Si alguien me lanza
hortalizas,” dijo Papá, “haré traer una barbacoa gigante al escenario e
invitaré a todo el mundo a verduras asadas. Tengo una receta para una salsa que
le encanta a todo el mundo.Comer bien amansa a cualquier fiera.”
“¡Oh, por el amor de Pomona!” suspiró Puck, suplicando
la ayuda de la diosa de los huertos y pomares. “Todo eso probablemente saldrá
de mi huerto. Me he roto la espalda durante meses para que se me vaya la
cosecha en broncas evitables como esta.”
“Perdonad que os interrumpa,
majestades,” dijo el Sr. Binky, “pero es que ha llegado una carta por mar para
vosotros, metida en esta botella. Parece ser algo
urgente.”
“¡Eh! ¡Si es de Arley!” dijo mi padre,
comenzando a leer la carta. “Dice que está bien.”
Pues sí, yo había empezado
la carta diciendo que me encontraba bien para no alarmar a nadie, pero tal vez
eso fue un error, por que la pachorra que tienen mis padres puede resultar
tremenda.
“Un mensaje en una botella,”
musitó Mamá. “¡Que monada! Ese niño si que sabe escribir. Bueno, si dice
que está bien, será que lo está. Que alguien le de lo que sea que pide. Usted mismo puede ocuparse, Sr. Bingley.”
Papá le devolvió la carta al
primer ministro y siguieron con el ensayo.
“A ver qué se le ha ocurrido
pedir a este crío ahora,” murmuró el Sr.
Binky, como si yo siempre estuviese buscando ayuda y atención, cosa que evito
hacer. Comenzó a leer mi carta con los labios y mis hermanas, Cardo y Brezo se
pusieron a leer los labios del primer y único ministro.
“¡Porras! Este niño no sabe ir al grano. Ha escrito un
diario de viaje. ¿Cómo ha podido flotar la botella con este tocho dentro?”
“Nosotras leeremos el resto
de la carta, Sr. Binky,” ofreció Brezo. “Sabemos
que es usted un hombre muy ocupado.”
“¡Eh!” exclamó Cardo,
arrancándole la carta de las manos al Sr. Binky y poniéndose a leer primero el
final. “¿Os lo podeis
creer? ¡Arley se ha vuelto a dejar secuestrar!”
“¿Por qué iba a querer hacer
eso?” preguntó Puck.
“Será por culpa de Alpin,”
dijo Cardo. “Siempre lo es.”
“¿Los secuestradores han
pedido un rescate?” sólo Brezo estaba realmente preocupada.
“¿Por qué iba a escribirnos
una carta si no?” respondió Cardo.
“¿Dónde se ha ido el Sr. Binky?
¿Le habéis visto desaparecer?” Brezo miró a su alrededor pero no había ni
rastro del primer ministro. “Puede que le necesitemos
para negociar con este pirata. No dice lo que quiere que le entreguemos a
cambio de sus prisioneros.”
“Binky está a punto de
entrar en el Bosque Triturado,” dijo Puck, con la ayuda del localizador que
siempre lleva en su muñeca izquierda.
“Pues vamos a por él. No
podemos dejar que se nos escape,” dijo Cardo.
“¿Necesitáis que vaya con
vosotras? Es que anticipo movida en mi huerto seguro.”
“Tú ve a defender tus
hortalizas,” dijo Cardo, “que para torcerle el brazo a piratas y primer
ministros me basto y me sobro.”
“Llamadme si lo que se
tuerce es otra cosa,” dijo Puck.
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