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miércoles, 22 de abril de 2020

63. Naranjas de la China

El regalo de Fiona y Brana excitó la curiosidad de muchos de los habitantes del Bosque Triturado que jamás habían oído hablar del Feng Shui, ese arte chino de colocar cada cosa en su sitio para que reine la armonía en una casa y todo vaya bien para sus
habitantes. Para nostoros, la idea de que decorar nuestras casas siguiendo ciertas reglas cambiaría nuestra vida para mejor era muy nueva.

El mismísimo primer ministro Mungo J. Binky preguntó si podría estar presente durante la sesión de Michael con los maestros del Feng Shui. No había espacio para más papeles en su ministerio y estaba pensando en ampliar y redecorarlo. La mayoría de sus visitantes lo encontraban algo deprimente.

“Esta gente podría darme ideas,” dijo el Sr. Binky. “Si me gusta lo que hacen para ti, Michael, puede que yo les contrate.”

“Si el forofo de los troncos triturados quiere remodelar su cuartel, tenemos que estar presentes también durante tu sesión,” dijo el hojita Malcolfus a Michael. “Puede que se le ocurra cargarse nuestro bosque para hacer más estanterías y archivadores.”

Michael consintió que uno de los hojitas asistiese si fingía ser un adorno en su ojal. Los hojitas sugirieron enviar a Pelagius, el más subrepticio y furtivo de los hojitas, a cumplir esta misión. Acto seguido Pelagius apareció en el ojal de Michael sin que nadie le hubiese visto llegar hasta ahí.

Fergus MacLob O’Toora insistió en acompañar también a su hijo. Según él, la mitad de la gente que decía tener poderes especiales y se ofrecía a arreglarte la vida a cambio de dinero eran farsantes. Quería estar presente para poder desenmascarar a los maestros del Feng Shui si resultaban ser unos timadores. El hecho de que uno de los maestros se llamase Foo Ling sólo alimentó las sospechas de Fergus, porque eso significa engañar en inglés. En opinión de Fergus, Michael y las gemelas Dulajan eran una panda de pardillos crédulos que no sabrían defenderse de estafadores.

“Y tráete a tus alumnos también,” insistió Fergus. “Puede que aprendan algo, Michael.”

Así que cuando Michael camino hacía su reunión con los maestros del Feng Shui, no lo hizo solo. De hecho, le acompañaba una muchedumbre cada vez más densa que también nos incluía a Alpin y a mi.

Yo iba en representación de mi madre, para vigilar al primer ministro y también por mi propia cuenta, porque sentía curiosidad. Alpin quería saber si un certificado para una sesión de Feng Shui era realmente un buen regalo que merecía ser pedido, con vistas claro, a pedir uno él también.


“¿Es aquí?” Michael no podía creer lo que veían sus ojos. Había llegado hasta una frutería repleta de cajas de kumquats, lichías, manzanas de agua, semillas de nipa, fruta del dragón, arrayanes, carambolas, combavas, y muchas más frutas exóticas expuestas a cada lado de la puerta de entrada a la tienda. Había un cartel con grandes caracteres chinos pintados en él y bajo aquellos había algo escrito que cambiaba de un idioma a otro. Michael contó hasta ocho idiomas distintos. Parecía ser el nombre de la frutería, que era Nanay de la Catay o Naranjas de la China.  

“La frutería sólo es para despistar,” dijo Fiona. “La oficina de los maestros es de un lujo asíatico por dentro, pero está escondida bajo tierra para que los dioses no la vean. Los dioses chinos son muy envidiosos y si creen que a alguién le está yendo mejor que a ellos, le hunden en la miseria.”

“Así son también los dioses griegos,” asintió Nauta, el fantasma romano que acompañaba a Fergus porque podría participar en una pelea si esta se producía.

“¡Wisteria Tai tai!” cantó Brana, mirando por la puerta entreabierta de la frutería. “¿Está usted ahí dentro? Nosotros estamos aquí fuera.
           

  

Wisteria Tai tai, or la Señora Wisteria, era un hada muy hermosa vestida de verde con flores lilas en su cabello tan negro que parecía violeta. Surgió del interior de la frutería junto a un enorme conejo blanco vestido como un mandarín.

“Saludos a todos de parte de mi abuelo, el Maestro Foo Ling y también de mi parte. Soy el hada de la flor de la wisteria, también llamada glicina. El abuelo y yo estamos listos para ayudarte, Michael O’Toora. Tus amigos cotillas también pueden estar presentes, Después de todo, esto es publicidad gratis para nosotros.”                               

“Esnif, esnif,” resoplaba el conejo vestido de seda purpura y oro.

“¿Tu abuelo es un conejo?” preguntó Alpin incrédulo.

Wisteria explicó que muchas hadas orientales gustaban de tomar la forma de algún animal y que a su abuelo le gustaba tomar la del animal del año en curso.

“¿Cómo que el animal del año?”

Wisteria dijo que el calendario chino constaba de un ciclo de doce años.
Cada año estaba vinculado a un animal. Todas las personas compartían las características del animal del año en que nacían.

“Yo,” dijo Alpin, “creo que es una tontería por parte de tu abuelo querer ser un animal cuando puede ser una persona. Somos mejores que ellos.”

“No todos nosotros,” Wisteria frunció el ceño. “Convertirse en el animal del año mantiene joven a mi abuelo y le ayuda a comprender como cambian los tiempos. Además, mi abuelo tiene un gran sentido del humor.”

Michael dijo que se alegraba de no haber acudido antes a la sesión. El abuelo podría haber sido un tigre.

“Entre nosotros, también los hay que gustan de transformarse en animales. Yo tengo un primo que se convierte en caballo,” dijo Michael.

“Te refieres a Garth, el Puca. ¿A qué sí, primo Michael? Es un tío ordinario y maligno. ¿Es tu abuelo también ordinario y maligno, Wisteria?” preguntó Alpin.

Wisteria decidió que ya habían charlado bastante y habiendo roto el hielo era hora de ponerse a trabajar. Dijo que lo primero que había que hacer era determinar si la casa de Michael estaba en armonía con él. Para saber esto, primero tenía que averiguar cuál era su trigrama.

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