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miércoles, 22 de abril de 2020

67. Como la casa de la madre de un inglés



La escena cambió y nos encontramos delante de una casa de estilo Tudor que era una réplica casi exacta de la supuesta casa de Mary Arden en Stratford -upon -Avon. Por si no sabéis quién es Mary Arden, pues resulta que es la madre de Guillermo Shakespeare. Y todo el mundo sabe quién es William Shakespeare.

He dicho supuesta casa de Mary Arden porque conozco bien la zona en la que vivió la familia de Shakespeare y esa casa en realidad es la granja Palmer, propiedad de unos vecinos de Mary Arden. Pero nunca he sacado a los O'Toora de su error porque esa casa es motivo de discordia entre Michael y su padre y si yo hablase, sería peor.


¡Ayayyeeeeeeeeee! chilló el abuelo conejo, que no había dicho ni mu hasta ese momento. Saltó de los brazos de su nieta y desapareció en una nube dorada.

“¿Qué ha pasado?” preguntó Michael desconcertado. “¿A tu conejo no le gusta mi casa? Perdón, me refiero a tu abuelo.”

“Esta casa es gafe,” dijo Wisteria, con la cara muy seria. “Horribles calamidades le sucederán a su dueño.”

“Pero..¿por qué?” dijo Michael, tan sorprendido que apenas podía articular palabra. “Si la puerta no está en la dirección equivocada…”

“Ese sería un problema menor,” dijo Wisteria. “Esto es muchísimo peor. Esas enormes vigas vistas están a plena luz del día. Son como dardos envenenados que se clavan en el Chi y lo intoxican.”

Las casas de estilo Tudor tienen todas vigas vistas, sobre todo en la fachada. Y eso no les gusta nada a los chinos.

Pero entonces fue Fergus el que se puso a gritar.

¡Yo era escéptico pero ahora creo! ¿Lo ves? ¡Te dije que no me gustaba nada tu elección, por muy acogedora que te pareciese esta casa! ¡Una casa de estilo Tudor! ¿Qué clase de irlandés tiene por ideal a la casa de la madre de un inglés? Si no tienes otra cosa, tal vez te tengas que conformar. ¡Pero elegirla a posta es imperdonable!”

“Pero si es una replica de la casa de la madre de Shakespeare,” protestó Michael. “¡No es la de un inglés cualquiera! No creo que le fuese tan mal a esa señora. Tuvo un hijo que llegó a ser un genio. Y las vigas no tienen punta. No son afiladas.”

“¡Con o sin punta, basta con que se te caiga una en la cabezota! Entonces verías lo que vale un peine. ¡Tú no atiendes a razones! Haz caso a esta señorita ahora mismo.”

“¡Tienes que cubrir esas lanzas venenosas!” insistió Wisteria. “¡Cubre esas vigas como puedas! Con una obra o con una lona, pero que no se vean. Lo que no se ve no existe. De ese modo el Chi podrá pasar por aquí sin fijarse en ellas, al estar tapadas.”

¡Cierto!,” exclamó Fergus. “Cambia la fachada para que al Chi no le de un patatús, como casi me da a mí cuando vi tu casa por primera vez. ¡Ah, debe estar rabiando ahora mismo,  el pobre Chi, con sus colmillos brillando y su boca echando espuma y sus enormes garras reluciendo y cada pelo de su gran melena amarilla de punta! ¡Como las vigas!”

Michael ya no se molesto en volver a decir que las vigas no tenían punta. Sólo hizo una mueca de exasperación.  
  
“Otra cosa nefasta es ese melocotonero que tienes ahí en la parte trasera de tu jardín,” dijo Wisteria, caminando alrededor de la casa y examinando el jardín trasero.


“¿Ese melocotonero es nefasto? Si está en el sector de la salud y los melocotones son un símbolo de la buena salud en China.”

“En esa esquina habitan los cinco fantasmas. Se subirán como pájaros de mal agüero al melocotonero y arruinarán tu salud.”

“¿Hay cinco fantasmas en mi jardín?” pregutó Michael atónito.

“Hay cinco fantasmas malignos viviendo en alguna parte de cualquier casa. ¡En todas!” explicó Wisteria. “El dueño tiene que asegurarse de que sean expulsados cuanto antes. Tú tienes que llevarte ese árbol a otra parte y colocar ahí un inodoro. El inodoro se tragará a los cinco fantasmas y se irán a otra parte. Los inodoros son muy peligrosos. Hay que mantenerlos siempre tapados para que no absorban al buen Chi y se lleven toda tu buena suerte. Ni se te ocurra tirar de la cadena sin que la tapa esté bajada.”

“Pero…¿cómo voy a poner un inodoro en medio de mi jardín?” preguntó Michael atónito.

“Pon el inodoro dentro de una caseta,” sugirió Fergus. “No quedará tan mal. Así se hacía en el siglo pasado. Y se plantaban rosales alrededor para anular olores.”

“¿Puedo hacer eso? Si lo que uno no ve no existe, ¿cómo van a ver los fantasmas el inodoro y meterse allí si está dentro de una caseta?”

“¡Construye la caseta una vez que hayan sido tragados los fantasmas, tontaina!” gritó Fergus. Fergus se estaba enrollando con el Feng Shui con ganas ahora. “¡Y manten la caseta siempre cerrada a cal y canto! Así no verán el jardín y no saldrán!”

“¿Salir? ¿Pero no se los iba a tragar el inodoro?”

Una hora y media después, Wisteria había acabado de explicar a Michael todo lo que debía de hacer para arreglar su casa.

“Buena suerte y aquí está la cuenta,” dijo Wisteria Tai tai.

“¿Cuenta? Yo creía que mis primas habían pagado por tus servicios.”

“Oh, sí. Por eso, sí. La cuenta es de la frutería. Ese hada hambrona que trajiste contigo se ha comido todas las existencias. Mira, te voy a dar un último consejo. Si alguna vez te cansas de ese crío, entréganoslo. Le podemos colocar entre los E Gui. Esos son fantasmas chinos que siempre están hambrientos. No sobresaldrá tanto entre ellos.”

“Me estaba preguntando por qué estaba tan callado,” suspiró Michael.

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