La escena cambió y nos
encontramos delante de una casa de estilo Tudor que era una réplica casi exacta de
la supuesta casa de Mary Arden en Stratford -upon -Avon. Por si no sabéis quién es Mary
Arden, pues resulta que es la madre de Guillermo Shakespeare. Y todo el mundo sabe quién es William Shakespeare.
He dicho supuesta casa de Mary Arden porque conozco bien la zona en la que vivió la familia de Shakespeare y esa casa en realidad es la granja Palmer, propiedad de unos vecinos de Mary Arden. Pero nunca he sacado a los O'Toora de su error porque esa casa es motivo de discordia entre Michael y su padre y si yo hablase, sería peor.
“¡Ayayyeeeeeeeeee!” chilló el abuelo conejo, que no había dicho ni mu hasta ese momento.
Saltó de los brazos de su nieta y desapareció en una nube dorada.
“¿Qué ha pasado?” preguntó
Michael desconcertado. “¿A tu conejo no le gusta mi casa? Perdón, me refiero a
tu abuelo.”
“Esta casa es gafe,” dijo
Wisteria, con la cara muy seria. “Horribles calamidades le sucederán a su
dueño.”
“Pero..¿por qué?” dijo Michael, tan sorprendido que apenas podía articular
palabra. “Si la puerta no está en la dirección equivocada…”
“Ese sería un problema
menor,” dijo Wisteria. “Esto es muchísimo peor. Esas enormes vigas vistas están
a plena luz del día. Son como dardos envenenados que se clavan en el Chi y lo
intoxican.”
Las casas de estilo Tudor
tienen todas vigas vistas, sobre todo en la fachada. Y eso no les gusta nada a los
chinos.
Pero entonces fue Fergus el
que se puso a gritar.
“¡Yo era escéptico pero ahora creo! ¿Lo ves? ¡Te dije que no me
gustaba nada tu elección, por muy acogedora que te pareciese esta casa! ¡Una
casa de estilo Tudor! ¿Qué clase de irlandés tiene por ideal a la casa de la
madre de un inglés? Si no tienes otra cosa, tal vez te tengas que conformar.
¡Pero elegirla a posta es imperdonable!”
“Pero si es una replica de
la casa de la madre de Shakespeare,” protestó Michael. “¡No
es la de un inglés cualquiera! No creo que le fuese tan mal a esa señora. Tuvo
un hijo que llegó a ser un genio. Y las vigas no tienen punta. No son
afiladas.”
“¡Con
o sin punta, basta con que se te caiga una en la cabezota! Entonces verías lo que
vale un peine. ¡Tú no atiendes a razones! Haz caso a esta señorita ahora
mismo.”
“¡Tienes que cubrir esas lanzas
venenosas!” insistió Wisteria. “¡Cubre esas vigas como puedas! Con una obra o
con una lona, pero que no se vean. Lo que no se ve no existe. De ese modo el Chi
podrá pasar por aquí sin fijarse en ellas, al estar tapadas.”
“¡Cierto!,” exclamó Fergus. “Cambia la
fachada para que al Chi no le de un patatús, como casi me da a mí cuando vi tu
casa por primera vez. ¡Ah, debe estar rabiando ahora mismo, el pobre Chi, con sus colmillos brillando y
su boca echando espuma y sus enormes garras reluciendo y cada pelo de su gran
melena amarilla de punta! ¡Como las vigas!”
Michael ya no se molesto en
volver a decir que las vigas no tenían punta. Sólo hizo una mueca de
exasperación.
“Otra cosa nefasta es ese
melocotonero que tienes ahí en la parte trasera de tu jardín,” dijo Wisteria,
caminando alrededor de la casa y examinando el jardín trasero.
“¿Ese melocotonero es
nefasto? Si está en el sector de la salud y los melocotones son un símbolo de
la buena salud en China.”
“En
esa esquina habitan los cinco fantasmas. Se subirán como pájaros de
mal agüero al melocotonero y arruinarán tu salud.”
“¿Hay cinco fantasmas en mi
jardín?” pregutó Michael atónito.
“Hay cinco fantasmas
malignos viviendo en alguna parte de cualquier casa. ¡En
todas!” explicó Wisteria. “El dueño tiene que
asegurarse de que sean expulsados cuanto antes. Tú tienes que llevarte ese
árbol a otra parte y colocar ahí un inodoro. El inodoro se tragará a los cinco
fantasmas y se irán a otra parte. Los inodoros son muy peligrosos. Hay que
mantenerlos siempre tapados para que no absorban al buen Chi y se lleven toda
tu buena suerte. Ni se te ocurra tirar de la cadena sin que la tapa esté
bajada.”
“Pero…¿cómo voy a poner un
inodoro en medio de mi jardín?” preguntó Michael atónito.
“Pon el inodoro dentro de una caseta,” sugirió
Fergus. “No quedará tan mal. Así se hacía en el siglo pasado. Y se plantaban rosales alrededor para anular olores.”
“¿Puedo
hacer eso? Si lo que uno no ve no existe, ¿cómo van a ver los fantasmas el inodoro
y meterse allí si está dentro de una caseta?”
“¡Construye
la caseta una vez que hayan sido tragados los fantasmas, tontaina!” gritó Fergus.
Fergus se estaba enrollando con el Feng Shui con ganas ahora. “¡Y manten la
caseta siempre cerrada a cal y canto! Así no verán el jardín y no saldrán!”
“¿Salir? ¿Pero no se los iba
a tragar el inodoro?”
Una hora y media después,
Wisteria había acabado de explicar a Michael todo lo que debía de hacer para
arreglar su casa.
“Buena suerte y aquí está la
cuenta,” dijo Wisteria Tai tai.
“¿Cuenta? Yo creía que mis
primas habían pagado por tus servicios.”
“Oh,
sí. Por
eso, sí. La cuenta es de la frutería. Ese hada hambrona que trajiste contigo se
ha comido todas las existencias. Mira, te voy a dar un último consejo. Si
alguna vez te cansas de ese crío, entréganoslo. Le podemos colocar entre los E
Gui. Esos son fantasmas chinos que siempre están
hambrientos. No sobresaldrá tanto entre ellos.”
“Me estaba preguntando por
qué estaba tan callado,” suspiró Michael.
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