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lunes, 20 de abril de 2020

85. Una llamada muy cara

El día después de La Petalia, yo estornudaba como loco.

“Es ese gato al que le has regalado botas que te dió mi malintencionado primo que te está provocando alergia,” dijo Alpin.

“Para nada,” respondí. “Esto viene del polen de La Petalia. Sé que no debería entrar en el bosque en primavera, pero me perdería tanta diversión.”

“¿Diversión? Tú estás estornudando más de lo que respiras y uno de los árboles me atizó en un ojo con una rama y me lo ha dejado morado. ¿A eso le llamas diversión? Gregoria, eres nula,” dijo Alpin, volviéndose contra su guardaespaldesa. “Dónde estabas cuando necesité tu ayuda? Tenías que haberme vengado con un hacha.”

“Endurece o muere,” contestó Gregoria.

“Puede que te la regale gratis, Arley,” dijo Alpin. “Bien, si esta es la Rue de la Nouvelle Lune, ¿dónde está el número ocho? No lo veo por ningún lado. Probablemente estaremos camino de una casa invisible o alguna otra monería como esa. Llegarás tarde a la cita con los adivinos por tardar en encontrarla, Arley. Y te dirán que no será favorable hasta el mes que viene. Después de cobrarte la consulta que no pudiste hacer. Eso vaticino yo.”
                   
Justo como había dicho Alpin, él, Gregoria Gatocatcha y yo ibamos camino de una cita con Jemanías Ansioso y Mínafer Ominoso. Pero su casa no era invisible. Simplemente tenía un ocho horizontal en lugar de un ocho vertical en la puerta, como símbolo de lo infinito. Fue Gatocatcha quién nos lo hizo ver, arañando en la puerta marrón de una casa de ladrillos rojos.

                                 
Jemanías Ansioso contestó a los arañazos. Llevaba una túnica blanca de algodón africano estampada con símbolos vudú y un gorro alto a juego.

“Mínafer, el consultante y sus amigos han llegado. ¡Qué puntuales! Justo a tiempo. Han traído a un gatito monísimo con ellos. ¿Cómo se llama?”
                                

  “Gatocatcha. Porque es gris, y un gato y un cat y vegetariano.”

                                    
“¡Basta de chachara! Vayamos al grano antes de que los astros se muevan y ya no sean favorables,” dijo Alpin. “No os pagaremos si eso sucede. Apuesto a que si no os hubiese dicho que Arley tenía un cheque en blanco, no le hubieseis querido tener de cliente.”

                   
“Buenos días, consultante y compañía,” saludó Mínafer Ominoso. No llevaba el abrigo azul que había lucido en La Petalia. Parecía más moderno con su camisa hawaiana decorada con un estampado de peces de colores. “Bueno, si recuerdo bien, tú querías ponerte en contacto con el fantasma del Dr. Freud. Pues la mejor manera de lograrlo es pasar por su casa de Londres. Estoy seguro de que allí es muy conocido.”  

Y Alpin se pusó a gritar.

“¿Nos habéis hecho venir hasta aquí a las siete de la mañana para decirnos eso? Pensé  que ibais a conjurar al fantasma del Dr. Freud para que pudiese hablar con nosotros a través de vosotros. Sois mediums, ¿no? ¡Pues mediar!”


En ese momento un teléfono que había en una mesita de tres patas se volvió de un rojo encendido y comenzó a dar botes y brincar de lado a lado sonando bring, ring, bring, ring.

“Con permiso,” dijo Minafer. “Tenemos que contestar el teléfono antes de que estalle en llamas.” Sin tocar el teléfono, que debía estar muy caliente, Minafer lo contestó hablando en voz muy alta. “¿Os podéis imaginar quién es?” dijo. “Es el primer ministro Binky. Sr. Binky, usted no debería estar llamándonos.Le dijimos que todavía no era favorable.”

“Sí, le escuchamos perfectamente,” dijo Jemanías, participando en la conversación.“Usted cree que ha tenido una idea brillante. Dice que como somos medio humanos y conocemos todo de antemano, somos excelentes candidatos para directores de su escuela inexistente. ¿Has oído eso, Min?”

 “Perfectamente,” respondió Mínafer.

No hace falta decir que ninguno de nosotros oía al Sr. Binky.

“Pues no es propicio para usted, pero sí para nosotros, así que tal vez funcione.” continuó Jem. “Sr. Binky, aceptamos, siempre que nos vaya usted a pagar, claro. ¿Qué? ¿No esperaba eso? No, no lo podemos hacer sólo por el prestigio. Somos medio humanos. El dinero nose s importante. ¿Qué no sabe usted dónde va a encontrar el dinero? No se preocupe. Nosotros somos expertos en encontrar cosas. ¿Lo vé? Ya estamos trabajando para usted. Puede colgar sin preocupación alguna. Nos ocuparemos de todo.”

Y entonces Jemanías Ansioso se volvió a mí y me miró directamente a los ojos con sus propios ojos desequilibrados de zombi. “Eres rico, niño. ¿Te gustaría invertir en educación?”

“¿Yo?” Tengo que admitir que me dio miedo. “Sólo tengo un fondo de rescate,” dije. “Pero solo puedo usarlo si me secuestran.”
       

“Si me canso de cuidar del no cambiadito, que posibilidades tengo de encontrar trabajo en vuestra escuela?” interrumpió Gregoria, haciendo notar su presencia.

Mínafer y Jem  la ignoraron por completo y se centraron en mí.

“Arley, tienes un cheque en blanco. ¿Por qué no te haces filántropo? Te recordarán como el benefactor que enseñó el camino de la paz a las hadas y los mortales. ¿Puedes pensar en mejor manera de usar tu dinero?””

“No es mi dinero,” comencé a explicarles, pero Alpin me interrumpió.

¡Puede pensar en cincuenta! ¡Para empezar! ¡Arley, eres un idiota! Mira en el lío en el que te has metido. Si hubieses compartido ese cheque conmigo cuando te lo pedí, ahora no tendrías que elegir entre tu salud mental y el bienestar de dos mundos. Si no les das el dinero a estos caraduras todos dirán que eres un egoísta, y si lo haces dirán que sí que necesitabas un psiquiatra que te enseñase a ser agarrado.”

Fue Gregoria quien nos sacó de ahí. Pitando. La debo una.

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