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y Jem habían logrado hacer que me sintiese mal por no haber contribuido a la
causa de la gran paz. Tan mal que decidí consultar con algún experto en
dinero para ver si había modo alguno de poder ayudar sin perjudicar a los Reyes
Magos. La primera autoridad en dinero a la que consulté fue a Michael.
“Sí, los leprecanes somos
los banqueros de las hadas,” dijo. “Pero sólo guardamos vuestros fondos de
rescate. No los usamos para invertir y hacer más dinero.
Así que no sabemos nada sobre inversiones. Lo siento.”
“Tal vez nosotros podamos
ayudarte, Arley,” dijo el hojita Vicentico. Se volvió a su primo Bernardus y le
preguntó, “¿Estás pensando lo que yo, Berni? Si
quiere consultar con una autoridad en economía...”
Bernardus asintió.
“Necesita consultar a un ama
de casa.”
Y los dos asintieron.
“¿Por qué no hablas con las Olmas del Olmedo de la
Templanza ? Las amas de casa manejan todas las finanzas ahí y
lo hacen de fábula. Nadie pasa hambre en ese olmedo. Lograron controlar a los
portadores de la enfermedad holandesa y hasta han conseguido que su hogar fuese
nombrado lugar protegido. No está nada lejos de aquí.
A Bernardus le encanta el marujeo y es muy amigo de unas cuantas olmas. Podría
llevarte ahí ahora.”
El hojita Bernardus dijo que
con gusto nos acompañaría al Olmedo, pero con una condición. Dijo que nuestro
amigo comilón no podía venir con nosotros. A las olmas les horrorizaban los excesos. Fue fácil cumplir esa condición
porque Alpin estaba durmiendo la siesta tras una comida copiosa incluso para él.
Y así es cómo conocí a las olmas,
preciosas sámaras de los olmos.
“Entrad, personas bienintencionadas,” nos dijeron las olmas, dándonos la bienvenida a su olmedo.
Las olmas escucharon
cuidadosamente todo lo que yo tenía que decir y entonces me dieron sus
consejos.
“Si quieres hacer esto
honradamente, empieza por enterarte de cuanto cobra el Dr. Freud por sus
servicios. Esa sería la suma que podrías invertir en la escuela del primer
ministro, siempre que los Reyes Magos autoricen el cambio de propósito.
“Habla con ellos antes de
actuar y si autorizan el cambio, bajo ningún concepto debes invertir en el
proyecto inmediatamente. Primero tienes que analizar el proyecto y asegurarte
de que es rentable. Y debes averiguar todo lo que puedas sobre la gente que va
a manejar tu dinero antes de que se lo confíes.
“Si
quieres, nosotras te podemos ayudar con eso. Puedes volver por aquí cuando
quieras.
“Pero queremos
que sepas de antemano que no estamos a favor de que hagas esta inversión. Pensamos que no es una buena idea. Está avocada al fracaso. Nosotras no
iríamos a esa escuela. Ningún hada auténtica iría jamás.”
“Muchísimas gracias por todo,
señoras,” les dije. “Me habéis sido de gran ayuda. ¿Puedo preguntar cómo
lograsteis convertir el olmedo en un lugar protegido? Tengo amigos interesados
en proteger sus bosques también.”
“Ayudando a otros,” me
dijeron. “Un noruego mortal plantó este olmedo. Sus ancestros sobrevivieron a
la crisis de 1812 comiendo semillas de olmos.”
Cuando ya me iba, me dieron todavía
otro consejo. “Ten mucho cuidado con ese cheque en blanco,” me dijeron. “Ya hay demasiada gente que sabe que existe.”
Tras esta reunión, me di
cuenta de que tenía que ver al Dr. Freud cuanto antes.
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