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lunes, 20 de abril de 2020

86. Las Olmas del Olmedo de La Templanza

“Sólo tengo que decir `cheque en blanco’ y alguien empieza a frotarse las manos,” le dije a Michael O´Toora.

Min y Jem habían logrado hacer que me sintiese mal por no haber contribuido a la causa de la gran paz. Tan mal que decidí consultar con algún experto en dinero para ver si había modo alguno de poder ayudar sin perjudicar a los Reyes Magos. La primera autoridad en dinero a la que consulté fue a Michael.
                                            

“Sí, los leprecanes somos los banqueros de las hadas,” dijo. “Pero sólo guardamos vuestros fondos de rescate. No los usamos para invertir y hacer más dinero. Así que no sabemos nada sobre inversiones. Lo siento.”


“Tal vez nosotros podamos ayudarte, Arley,” dijo el hojita Vicentico. Se volvió a su primo Bernardus y le preguntó, “¿Estás pensando lo que yo, Berni? Si quiere consultar con una autoridad en economía...”

Bernardus asintió.


“Necesita consultar a un ama de casa.”

Y los dos asintieron.

“¿Por qué no hablas con las Olmas del Olmedo de la Templanza? Las amas de casa manejan todas las finanzas ahí y lo hacen de fábula. Nadie pasa hambre en ese olmedo. Lograron controlar a los portadores de la enfermedad holandesa y hasta han conseguido que su hogar fuese nombrado lugar protegido. No está nada lejos de aquí. A Bernardus le encanta el marujeo y es muy amigo de unas cuantas olmas. Podría llevarte ahí ahora.”

El hojita Bernardus dijo que con gusto nos acompañaría al Olmedo, pero con una condición. Dijo que nuestro amigo comilón no podía venir con nosotros. A las olmas les horrorizaban los excesos. Fue fácil cumplir esa condición porque Alpin estaba durmiendo la siesta tras una comida copiosa incluso para él.


Y así es cómo conocí a las olmas, preciosas sámaras de los olmos.
  
                     
“Entrad, personas bienintencionadas,” nos dijeron las olmas, dándonos la bienvenida a su olmedo.

Las olmas escucharon cuidadosamente todo lo que yo tenía que decir y entonces me dieron sus consejos.

“Si quieres hacer esto honradamente, empieza por enterarte de cuanto cobra el Dr. Freud por sus servicios. Esa sería la suma que podrías invertir en la escuela del primer ministro, siempre que los Reyes Magos autoricen el cambio de propósito.

“Habla con ellos antes de actuar y si autorizan el cambio, bajo ningún concepto debes invertir en el proyecto inmediatamente. Primero tienes que analizar el proyecto y asegurarte de que es rentable. Y debes averiguar todo lo que puedas sobre la gente que va a manejar tu dinero antes de que se lo confíes.

Si quieres, nosotras te podemos ayudar con eso. Puedes volver por aquí cuando quieras.

Pero queremos que sepas de antemano que no estamos a favor de que hagas esta inversión. Pensamos que no es una buena idea. Está avocada al fracaso. Nosotras no iríamos a esa escuela. Ningún hada auténtica iría jamás.”     

  
“Muchísimas gracias por todo, señoras,” les dije. “Me habéis sido de gran ayuda. ¿Puedo preguntar cómo lograsteis convertir el olmedo en un lugar protegido? Tengo amigos interesados en proteger sus bosques también.”

“Ayudando a otros,” me dijeron. “Un noruego mortal plantó este olmedo. Sus ancestros sobrevivieron a la crisis de 1812 comiendo semillas de olmos.”

Cuando ya me iba, me dieron todavía otro consejo. “Ten mucho cuidado con ese cheque en blanco,” me dijeron. “Ya hay demasiada gente que sabe que existe.”

Tras esta reunión, me di cuenta de que tenía que ver al Dr. Freud cuanto antes.

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