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lunes, 20 de abril de 2020

88. Una merienda para caníbales



Era casi el mediodía de un hermoso día de verano. Mis hermanas Brezo y Cardo iban camino a casa tras haber recogido frutas y bayas en el Bosque Triturado para preparar postres sanos.
                               


Una sombra cayó sobre ellas. Cuando miraron para ver de quién era, Saladito Barbamocos les cortó el camino.

       
“¡Hola, muñecas!” dijo. “No he podido evitar oír que sabéis cocinar. No lo neguéis. No sacudáis la cabeza, os he oído decir que ibais a hacer compotas y mermeladas. Si cocináis para mí, os daré toda clase de frutas tropicales para que os llevéis luego a casa. Papaya, mango, melón kiwano, fruta de la pasión, limas, kiwis, mangostán, caimito y otras frutas que pocos occidentales conocen. ¿Tenemos un trato?”

Mis hermanas estaban asustadas pero intentaron no mostrarlo. Mientras que Brezo se encaró con el pirata y le dio su respuesta, Cardo subrepticiamente se hizo con una gruesa rama caída y la mantuvo escondida tras su espalda por si hubiese bulla.

“Sólo sabemos hornear tartas y galletas, preparar helados y emparedados para acompañar el té y hacer otras comidas de ese tipo,” dijo Brezo, adivinando que esa clase de comida no era del gusto de los piratas.

“Lo que yo necesito es más como para una merienda de caníbales,” dijo Saladito. “Pero esto es una emergencia y yo estoy desesperado.”

Empezó a contarle a las chicas como un cocinero desagradecido le había traicionado y plantado justo la noche antes y tenía que ser reemplazado antes de que se pusiese el sol.

“¿Por qué no hablas con Fiona Dulajan?” sugirió Brezo. “Es la hija del Cochero de la Muerte y vive en esa casa que se ve desde aquí. Brezo apuntó a la casa de los Dulajan que lindaba con el Bosque Triturado. “Le encanta cocinar y es del lado oscuro como tú.”

La glamurosa cara de Saladito se iluminó. Sus dientes nuevos relucieron cuando le dio una gran sonrisa a Brezo.

“El poderoso Saladito Barbamocos te debe un favor, pequeña,” dijo, y se fue hacia la casa de los Dulajan a pasos agigantados.

“Brezo, ¿cómo has podido mandar a ese tipo a Fiona?” exclamó Cardo cuando él se había alejado y no las podía oir. “¡Es muy peligroso!”

“Fiona me dijo una vez que si yo tuviese problemas con alguien del lado oscuro, no dudase en llamarla a ella. Fiona es una vampiresa. Y su padre es más peligroso que cualquiera excepto su jefa. Fiona sabrá como tratar a ese pirata.”

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