“¿Estáis
de huelga japonesa?” Fergus MacLob O’Toora le preguntó a su hijo al encontrarle
en su aula el veintisiete de julio trabajando con sus alumnos. “¿Trabajas el
día de tu cumpleaños?”
“No,” dijo Michael. “Yo no
me he ido de vacaciones porque no tengo medios para ir a ninguna parte especial
este verano. Mis alumnos puede que sí estén de huelga japonesa. Quieren
aprender más inglés este verano. Sancho ha vendado los ojos a Alonso y Alonso
ha clavado un alfiler en un mapa de lugares donde se habla inglés.Y nos vamos a ir a pasar el día al lugar pinchado.”
“¿Y qué lugar es ese?”
“Un lugar del que jamás
hemos oído hablar,” dijo Don Alonso.
“Y es bueno en geografía,”
añadió Sancho.
Fergus caminó hasta una
pared en la que había un póster de un mapa con todos los lugares de los dos
mundos en los que se hablaba inglés como idioma nativo.
“Más a la izquierda,” dijo Sancho. “Dónde está
el alfiler verde.”
“¿Qué?
¿Hay un lugar bajo el alfiler? Esto es peor que un circo de pulgas. Necesito gafas para ver esto.”
“La
Enana Elmira,” dijo Don Alonso, ofrecíendole a Fergus una lupa. “Así se llama
ese diminuto lugar.”
“¡No me lo puedo creer!” exclamó Fergus, incluso antes de mirar el
mapa.
“¿Sabes que clase de lugar
es ese?” preguntó Michael.
“¡Sí! Uno que odia a Binky más que los hojitas.”
“¿Por
qué?” preguntó Michael.
“Elmira tiene categoría de
ciudad, pero es tan pequeña que Binky quiere que pase a formar parte de una
ciudad vecina bastante más grande. Y los elmireños se niegan a perder su estatus. Este asunto les tiene de uñas.”
“¿Entonces los nativos no
son amables?”
“No con
Binky. Presentaron una petición pidiéndole que crease un manicomio y se
encerrase en él hasta que admitiera que lo pequeño es bello. Ese es su lema, cuanto más
pequeño, más bello. Debe haber unas diez personas viviendo ahí, todas
hadas. Sé que no llegan a la docena. La ciudad consiste en tres viviendas, una
gasolinera y una hamburguesería. El ayuntamiento está en la trastienda de la
tienda de la gasolinera.”
“¿Los nativos serían amables
con nosotros si les visitásemos?”
“Los nativos son hadas de
esas que viven como si fuesen personas humanas y los mortales frecuentan la
gasolinera y la hamburguesería sin saber con quién tratan. Las hamburguesas
están muy buenas, pero los mortales no tienen ni idea de que no están hechas de
carne, sino de judías mágicas y hierbas especiales para hacerlas adictivas. La
cocinera es una diwata, un hada filipina, casada con el alcalde,
un duende norteamericano de origen austriaco. No son mala gente, solo están de malas con Binky y eso les altera y les tiene mosqueados. Pero si vais por ahí, ni se os ocurra hacer comentarios sobre el tamaño del lugar.”
“¿Eso quiere decir que las
hamburguesas nos sentarían mal si las probásemos?” preguntó Sancho que ya se
había hecho ilusiones de probar este plato.
“¡Qué va! Pero es mejor que no comáis
más de seis de una vez. Podrían causar flatulencia. No
es por las habas mágicas, es por la cebolla lunar. ¿De verdad vais a visitar
este lugar?”
“¿Vamos?” preguntó Michael.
Y sus alumnos gritaron “¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”
Nunca habían estado en una
hamburguesería, y además tenían intención de grabar todas las conversaciones
que se escuchasen ahí para estudiarlas luego en casa y comprobar si las habían
entendido bien.

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