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domingo, 19 de abril de 2020

92. La enana Elmira



“¿Estáis de huelga japonesa?” Fergus MacLob O’Toora le preguntó a su hijo al encontrarle en su aula el veintisiete de julio trabajando con sus alumnos. “¿Trabajas el día de tu cumpleaños?”

“No,” dijo Michael. “Yo no me he ido de vacaciones porque no tengo medios para ir a ninguna parte especial este verano. Mis alumnos puede que sí estén de huelga japonesa. Quieren aprender más inglés este verano. Sancho ha vendado los ojos a Alonso y Alonso ha clavado un alfiler en un mapa de lugares donde se habla inglés.Y nos vamos a ir a pasar el día al lugar pinchado.”

“¿Y qué lugar es ese?”

“Un lugar del que jamás hemos oído hablar,” dijo Don Alonso.  

“Y es bueno en geografía,” añadió Sancho.

Fergus caminó hasta una pared en la que había un póster de un mapa con todos los lugares de los dos mundos en los que se hablaba inglés como idioma nativo.

 “Más a la izquierda,” dijo Sancho. “Dónde está el alfiler verde.”

“¿Qué? ¿Hay un lugar bajo el alfiler? Esto es peor que un circo de pulgas. Necesito gafas para ver esto.”

“La Enana Elmira,” dijo Don Alonso, ofrecíendole a Fergus una lupa. “Así se llama ese diminuto lugar.”

¡No me lo puedo creer!” exclamó Fergus, incluso antes de mirar el mapa.

“¿Sabes que clase de lugar es ese?” preguntó Michael.

¡Sí! Uno que odia a Binky más que los hojitas.”

“¿Por qué?” preguntó Michael.

“Elmira tiene categoría de ciudad, pero es tan pequeña que Binky quiere que pase a formar parte de una ciudad vecina bastante más grande. Y los elmireños se niegan a perder su estatus. Este asunto les tiene de uñas.”

“¿Entonces los nativos no son amables?”

“No con Binky. Presentaron una petición pidiéndole que crease un manicomio y se encerrase en él hasta que admitiera que lo pequeño es bello. Ese es su lema, cuanto más pequeño, más bello. Debe haber unas diez personas viviendo ahí, todas hadas. Sé que no llegan a la docena. La ciudad consiste en tres viviendas, una gasolinera y una hamburguesería. El ayuntamiento está en la trastienda de la tienda de la gasolinera.”

“¿Los nativos serían amables con nosotros si les visitásemos?”

“Los nativos son hadas de esas que viven como si fuesen personas humanas y los mortales frecuentan la gasolinera y la hamburguesería sin saber con quién tratan. Las hamburguesas están muy buenas, pero los mortales no tienen ni idea de que no están hechas de carne, sino de judías mágicas y hierbas especiales para hacerlas adictivas. La cocinera es una diwata, un hada filipina, casada con el alcalde, un duende norteamericano de origen austriaco. No son mala gente, solo están de malas con Binky y eso les altera y les tiene mosqueados. Pero si vais por ahí, ni se os ocurra hacer comentarios sobre el tamaño del lugar.”

“¿Eso quiere decir que las hamburguesas nos sentarían mal si las probásemos?” preguntó Sancho que ya se había hecho ilusiones de probar este plato.

¡Qué va! Pero es mejor que no comáis más de seis de una vez. Podrían causar flatulencia. No es por las habas mágicas, es por la cebolla lunar. ¿De verdad vais a visitar este lugar?”

“¿Vamos?” preguntó Michael.

Y sus alumnos gritaron “¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Nunca habían estado en una hamburguesería, y además tenían intención de grabar todas las conversaciones que se escuchasen ahí para estudiarlas luego en casa y comprobar si las habían entendido bien.

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