“¡Pan de jengibre en la caja de un casino!
¡Ja, ja, ja! ¡Ya no beberá más
ron!
¡No escuchó aunque ella le
previno!
¡Jo, jo, jo! ¡Ya no beberá más ron!
¡Ahora es galleta, por terco y
mezquino!
¡Ron, ron, ron! ¡Se desharía untado en ron!
¡Merecido se lo tiene, pues
siempre fue un cretino!
¡Ja, ja, ja! ¿Quién se
beberá su ron?”
“Tened mucho
cuidado con esa galleta, que no vaya a partirse,” dijo Fiona a los camareros
cantantes que cargaban al hombrecillo de jengibre que ahora era Saladito a la
caja fuerte del casino. Fiona había decidido guardar la galleta ahí para evitar
que alguien sintiese la tentación de comérsela.
“Quería ser atractivo y
ahora realmente lo es, pobrecillo. Es una galleta muy apetecible, horneada en
su justo punto, de un dorado precioso, y está muy bien decorada también, con la
cobertura de azúcar justa y bien reluciente.”
“¿Vas a buscar a alguien que
le vuelva a convertir en lo que era o piensas dejarle así?” preguntó el
amorcillo Angelino, que había sido elegido delegado sindical de los camareros. “Yo dejaría las
cosas como están. Nos irá mejor sin él.”
“No sé lo que hacer,” dijo
Fiona.
Como el resto de los
camareros del casino, Angelino había trabajado en La Cataplasma antes de que
le emplease Saladito en el casino.
“Si te sientes confusa,
piensa que nosotros nos sentimos desesperados,” dijo Angelino. “No queríamos
trabajar para Saladito, pero cuando cerró La Cataplasma , no tuvimos
elección. Nosotros te diremos lo que hacer, Fiona. Toma el control
de este lugar. Llama a Santichu y dile que vas a convertir el casino en un balneario y el hotel en un ashram. Tienes que decir lo de ashram, porque trabajar aquí
desequilibró los chakras de Santichu y está intentando curarse entre los
budistas. Estamos algo resentidos porque nos dejó atrás cuando se fue de
sopetón, pero se nos pasará si las cosas cambian para mejor. Por favor, haz lo
que te pedimos, Fiona. Queremos dejar de tener que teñir nuestras plumas
blancas de colores raros. Saladito quería que
pareciésemos periquitos exóticos. Pero es una lata tener que estar pintándolas y
sospechamos que las pinturas que compró son tóxicas, como todo aquí.”
“Este sitio podría funcionar,” dijo Brana,
que había venido a apoyar a su hermana en cuanto se enteró de lo sucedido. “Como
matemática podría hacerme cargo del casino. Pero creo que un spa es mucho más
útil para la comunidad.”
“Podría funcionar,” repitió Fiona,
animándose. Y sonrió un poco.
“Nadie debe saber que
Saladito ahora es una galleta,” dijo Brana. “Vosotros los amorcillos tenéis que
jurar que mantendréis esto en secreto.”
“Por la cuenta que nos trae
seremos mudos. Pero… ¿Cómo vamos a explicar que Barbamocos ya no está entre
nosotros cuando alguien venga a buscarle? Nadie nos creerá si decimos que añoraba
la mar y simplemente se fue.”
“Diremos la verdad en todo
lo que podamos. Diremos que se convirtió en cenizas mientras intentaba arreglar
un horno.”
“¿Y qué pasa si sus
horribles amigos deciden apoderarse del casino?” preguntó Fiona. “¿Y Tropez y
los chichones? Tendré que luchar contra ellos?”
“Le tendremos que pedir a Darcy
que les pida que nos dejen en paz.”
“Estoy empezando a ver todo
esto claro,” dijo Fiona. “Será un spa, sí, un balneario, y no se hable más.”
“Y ahora...¿que vas a hacer
con el horno?”
Fiona
caminó hasta el horno. Su puerta seguía abierta. Dio un sollozo y para su
sorpresa el horno dio otro. Sorprendida de que el horno también estuviera
triste, miró dentro de él.
“¡Uy, uy!” dijo. “¡Ay, ay! ¡Ay, uy! ¡Uy, uy!”
“¿Qué pasa, Fiona? ¡Aléjate de esa cosa!” gritó Brana.
Pero Fiona ya había metido
las manos en el horno. Algo sacó de él.
“¡No te puedes imaginar lo
que he encontrado ahí dentro!”
Se volvió
para enseñar a Brana lo que mecía en sus brazos.
“¡Oh! ¡Oh, Fiona! ¡Lo has cargado! ¡Ahora te lo tienes que quedar!”
Fiona
miró a su hermana embobada. Luego miró a la criatura que llevaba en brazos.
Es la ley de las hadas que
si alguna encuentra un bebé no reclamado y lo toca, tiene que criar a ese bebé
y quedárselo como suyo durante al menos siete años.
Fiona
tragó saliva. Volvió a tragar y entonces dijo, “Pues supongo que ahora somos
uno más.”




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