Mientras Michael se
preguntaba dónde podría estar el léprecan que había adornado su tarta, Alpin,
Gregoria Tenoria y yo volvíamos a casa de las Hadaolimpiadas. Volábamos a casa
en un cohete de Aer Utopia, cortesía de uno de los muchos ligues, humanos y feéricos
que le habían salido a nuestra guardaespaldesa durante el viaje a Londres.
“¡Savle! Llega el héroe conquistador! Tra la la la la la la!” Alpin
y Gregoria cantaban felices mientras volábamos.
“Yo sabía que comer más que
cualquier otro tenía que ser un deporte hadaolímpico,” dijo Alpin cuando terminaron
de cantar. “Si no hubiese presionado a los jueces para que añadiesen nuevos
deportes a la aburrida lista oficial, ahora volvería a casa con las manos vacías.
Pero vuelvo con siete medallas, por ser el mejor comensal, por ser el tío más
plomo, por un montón de cosas que merecían ser consideradas deportes y ahora lo
son.”
“Yo también tengo razón para
estar orgullosa,” dijo Gregoria. “Vuelvo con la medalla de oro por
esgrima, pero además me he hecho con unas cositas más importantes que eso para
mi dulce Francia.”
Había privado a varios
guardias reales británicos de sus gorras de piel de oso. Y estaba orgullosa de
esto, porque, según nos contó, los británicos no fueron los primeros en
llevarlas. Originalmente eran parte del uniforme de los soldados franceses,
pero los granaderos ingleses las habían robado cuando derrotaron a Napoleón en
Waterloo. Se las llevaron a casa como trofeos y llevarlas se convirtió en una
tradición británica.Y ahora ella había conseguido recuperar unas
cuantas.
“No sé por qué te crees que
eres francesa,” dijo Alpin, portándose como un maleducado. “Tú eres del fondo
del sombrero de copa de mi primo Finbar.”
“Uno es de donde siente que
es,” dije yo, para defender a Gregoria.
“Ah,
así es. Pero lo que Alpin no sabe es cómo llegué a entrar en ese sombrero, ni
quién era yo antes de salir de él.”
Me sorprendió oír que
Gregoria tenía un pasado, pero decidí no comentarlo. En realidad, aburrido o divertido, todos tenemos uno.
“Tú podrías haber ganado alguna medalla también,
Arley,” dijo Alpin, “si no hubieses perdido el tiempo visitando casas museo. No eres un buen amigo, Arley. Podrías mostrar un poco más
de alegría al ver lo condecorado que estoy. Podrías
alegrarte por nosotros. Pero mira que cara más larga llevas. De auténtico
perdedor, eso es. Si me hubiese dado cuenta a tiempo que tendrías envidia, hubiese
incordiado a los jueces para que te diesen una medalla por poner caras largas.
Las más largas, y mira que allí perdió mucha gente. Mucha más de la que ha
ganado, claro.”
“Sé que no lo parece, pero
me alegro mucho por vosotros,” dije. “Es que tengo que decirle algo a alguien y
preferiría no tener que hacerlo. No sé cómo lo voy a hacer. Y
eso es lo que me está carcomiendo.”
“Si tienes que decir algo
horrible, lo mejor es decirlo de golpe, bien fuerte y lo antes posible, sin
vacilar, n’est-ce pas?
Agradecí a Gregoria su
consejo, pero semanas más tarde, todavía no había reunido el valor para
seguirlo.
“Sí vas a seguir estando
deprimido, Arley,” dijo Alpin, “no voy a querer tener nada que ver contigo. Ya no eres divertido. Y por lo tanto no te necesito.”
Estaba a punto de dejarme
sentado en la rama de un árbol a la entrada del Bosque Triturado, preocupándome
sobre lo que tenía que hacer y cómo hacerlo cuando el hojita Vicentico
intervino.
“Alpin lo ha dicho de manera
muy cruda, pero tiene algo de razón. La gente te evitará
si sigues deprimido. ¿Qué te pasa?”
Cuando le conté que tenía
que decirles a mis padres algo que no iban a querer oír y no estaba seguro de
si quería decírselo o guardármelo para mí porque podría cambiar mi vida y a mi
madre le podría dar un ataque o algo peor, Vicentico me dijo, “Si vas a asustar
a tu madre, ¿por qué no hacerlo este Halloween? La Noche de Ánimas está a la
vuelta de la esquina y ese día la gente está psicológicamente preparada para
recibir sustos, ¿no?”
“Hazlo durante la fiesta de
Halloween de Michael,” insistió Vicentico. “Cosas traumáticas siempre ocurren
durante esa fiesta y luego no traen ninguna consecuencia. Además, si le dices a
tu madre algo horrible delante de un montón de gente, no podrá montar un cirio.Tendrá
que mantener el tipo y fingir que nada grave ocurre.”
Eso parecía tener sentido…







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