Para encontrar tu camino en este bosque:

Para llegar al Índice o tabla de contenidos, escribe Prefacio en el buscador que hay a la derecha. Si deseas leer algún capítulo, escribe el número de ese capítulo en el buscador. La obra se puede leer en inglés en el blog Tales of a Minced Forest (talesofamincedforest.blogspot.com)

domingo, 19 de abril de 2020

94. Trofeos



Mientras Michael se preguntaba dónde podría estar el léprecan que había adornado su tarta, Alpin, Gregoria Tenoria y yo volvíamos a casa de las Hadaolimpiadas. Volábamos a casa en un cohete de Aer Utopia, cortesía de uno de los muchos ligues, humanos y feéricos que le habían salido a nuestra guardaespaldesa durante el viaje a Londres.

¡Savle! Llega el héroe conquistador! Tra la la la la la la!” Alpin y Gregoria cantaban felices mientras volábamos.

“Yo sabía que comer más que cualquier otro tenía que ser un deporte hadaolímpico,” dijo Alpin cuando terminaron de cantar. “Si no hubiese presionado a los jueces para que añadiesen nuevos deportes a la aburrida lista oficial, ahora volvería a casa con las manos vacías. Pero vuelvo con siete medallas, por ser el mejor comensal, por ser el tío más plomo, por un montón de cosas que merecían ser consideradas deportes y ahora lo son.”

“Yo también tengo razón para estar orgullosa,” dijo Gregoria. “Vuelvo con la medalla de oro por esgrima, pero además me he hecho con unas cositas más importantes que eso para mi dulce Francia.”

Había privado a varios guardias reales británicos de sus gorras de piel de oso. Y estaba orgullosa de esto, porque, según nos contó, los británicos no fueron los primeros en llevarlas. Originalmente eran parte del uniforme de los soldados franceses, pero los granaderos ingleses las habían robado cuando derrotaron a Napoleón en Waterloo. Se las llevaron a casa como trofeos y llevarlas se convirtió en una tradición británica.Y ahora ella había conseguido recuperar unas cuantas.

“No sé por qué te crees que eres francesa,” dijo Alpin, portándose como un maleducado. “Tú eres del fondo del sombrero de copa de mi primo Finbar.”

“Uno es de donde siente que es,” dije yo, para defender a Gregoria.

“Ah, así es. Pero lo que Alpin no sabe es cómo llegué a entrar en ese sombrero, ni quién era yo antes de salir de él.”

Me sorprendió oír que Gregoria tenía un pasado, pero decidí no comentarlo. En realidad, aburrido o divertido, todos tenemos uno.                

                              
“Tú  podrías haber ganado alguna medalla también, Arley,” dijo Alpin, “si no hubieses perdido el tiempo visitando casas museo. No eres un buen amigo, Arley. Podrías mostrar un poco más de alegría al ver lo condecorado que estoy. Podrías alegrarte por nosotros. Pero mira que cara más larga llevas. De auténtico perdedor, eso es. Si me hubiese dado cuenta a tiempo que tendrías envidia, hubiese incordiado a los jueces para que te diesen una medalla por poner caras largas. Las más largas, y mira que allí perdió mucha gente. Mucha más de la que ha ganado, claro.”



“Sé que no lo parece, pero me alegro mucho por vosotros,” dije. “Es que tengo que decirle algo a alguien y preferiría no tener que hacerlo. No sé cómo lo voy a hacer. Y eso es lo que me está carcomiendo.”

                  
“Si tienes que decir algo horrible, lo mejor es decirlo de golpe, bien fuerte y lo antes posible, sin vacilar, n’est-ce pas?

Agradecí a Gregoria su consejo, pero semanas más tarde, todavía no había reunido el valor para seguirlo.
                     

“Sí vas a seguir estando deprimido, Arley,” dijo Alpin, “no voy a querer tener nada que ver contigo. Ya no eres divertido. Y por lo tanto no te necesito.”

Estaba a punto de dejarme sentado en la rama de un árbol a la entrada del Bosque Triturado, preocupándome sobre lo que tenía que hacer y cómo hacerlo cuando el hojita Vicentico intervino.

  
“Alpin lo ha dicho de manera muy cruda, pero tiene algo de razón. La gente te evitará si sigues deprimido. ¿Qué te pasa?”

Cuando le conté que tenía que decirles a mis padres algo que no iban a querer oír y no estaba seguro de si quería decírselo o guardármelo para mí porque podría cambiar mi vida y a mi madre le podría dar un ataque o algo peor, Vicentico me dijo, “Si vas a asustar a tu madre, ¿por qué no hacerlo este Halloween? La Noche de Ánimas está a la vuelta de la esquina y ese día la gente está psicológicamente preparada para recibir sustos, ¿no?”

              
 “Creo que este es otra clase de susto,” dije, dudando.

“Hazlo durante la fiesta de Halloween de Michael,” insistió Vicentico. “Cosas traumáticas siempre ocurren durante esa fiesta y luego no traen ninguna consecuencia. Además, si le dices a tu madre algo horrible delante de un montón de gente, no podrá montar un cirio.Tendrá que mantener el tipo y fingir que nada grave ocurre.”

Eso parecía tener sentido…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario