Los primeros en llegar
fueron los gatos negros. Algunos eran auténticos gatos negros. Otros eran gatos
que se habían disfrazado de gatos negros para la fiesta. Vinieron de todas
partes y había unos quinientos de ellos. Un bol de helado de nata esperaba a
cada uno.
Cómo invitados, resultaban muy decorativos.
Luego llegaron Brezo y
Cardo.Venían disfrazadas de pequeños fantasmas, tirando de una carretilla cargada de
deliciosas galletas que ellas habían preparado para este evento. Las sabanas
blancas que las cubrían a veces quedaban atrapadas bajo las ruedas de la
carretilla, pero llegaron a su destino sin accidente.
Fiona
había llegado antes que nadie porque era la encargada del catering oficial. Como ella y su
hermana ya no ejercían de vampiresas, pensaron que podría resultar divertido
disfrazarse de famosos miembros de su especie. Fiona era la sobrina de
Drácula, la condesa Dolingen de Gratz.
Se había rizado el pelo y lo llevaba recogido en alto. Vestía con miriñaque y
lucía una gargantilla y pendientes de perlas.
Brana
estaba muy guapa también. Iba de la vampiresa posisabelina Sarah Kenyon, con un vestido rojo y dorado y encaje alrededor del cuello. La palidez de su piel y la hermosura de su cabellera negra hacían resaltar sus enormes ojos de jade verde y su delicada boca. Su
perrito Arcano iba disfrazado del lobo de Sarah.
Los padres de las gemelas también
se disfrazaron como vampiros. Aislene iba de la dama francesa Adelina Ducayne y
Ernesto del doctor que la mantenía viva con transfusiones de sangre.
El maquillaje de Aislene la
hacía parecer como si hubiese envejecido con mucho estilo. Pero por alguna razón
sus orejas de duende no hacían mas que deslizarse y asomar de debajo de su capa
de terciopelo azul. Tal vez esto ocurría porque los chismosos locales habían
venido disfrazados de ristra de ajos.
Los chismosos esa noche
estaban enfrascados en poner verde a Fiona. Su repentino ascenso a dueña de un balneario de lujo asiático había provocado envidia y la envidia había provocado animosidad. La desaparición de Saladito bajo extrañas circunstancias daba a las malas lenguas una excusa para murmurar que Fiona era una mataiguales. Un mataiguales es un
ser mágico que desafía y neutraliza a otro. No siempre se les ve
con buenos ojos.
“Tú no te preocupes, nena. Yo soy quien manda aquí. Y te diré lo
que tienes que hacer para que todos te acepten.”
“Pero
hay más...” susrró Fiona, que se sentía
obligada a confesarle a la
Señora Parry que había encontrado un bebé en el horno mágico y
que lo tenía bien escondido en casa de sus padres. Pero antes de que pudiese
contar su secreto, el Sr. Binky la interrumpió, decidido él también a prestar a Fiona su apoyo, pues estaba igualmente aliviado por la desaparición del pirata.
“Perdone, Sra. Parry, he de preguntarle
a Fiona algo importante. Fiona, si alguna vez fundo un cuerpo de policía, ¿querrías
ser tú la comisaria?”
“¿Yo?”
dijo Fiona. “Pero si me quedé paralizada cuando podría haber salvado a Saladito
Barbamocos.”
“Precisamente,” respondió
el Sr. Binky.
El Sr. Binky no había venido
de vampiro, sin duda para evitar ser el objeto de burdas bromas por su condición
de político. Por lo tanto, optó por ir disfrazado de la criatura de
Frankenstein.
Creo que fue en ese momento
que mis padres hicieron su gran entrada.
Oberón vino disfrazado de
una araña negra. Su tela era un enorme dulce parecido a una nube. Invitó a
todos a arrancar trozos de la tela y comérselos. Estaban deliciosos y eran
apropiadamente pegajosos.
Los espías de mi madre la
habían dicho de lo que Papá vendría disfrazado, así que para fastidiarle, ella
vino de viuda negra. Llevaba un magnifico rubí con forma de reloj de arena en
el pecho. Las mariposas, abejas, hormigas, flores y hojas que estaban atrapadas
en su telaraña de alambre azul eran de mazapán coloreado. Eran comestibles, y también
eran comestibles las oscuras y patilargas arañitas de chocolate negro que
acechaban en los límites de la red.
Mamá y Papá tropezaron el
uno con la otra y sus telas se engancharon. Antes de que pudiesen soltarse yo
surgí del agujero de un árbol en el que les había estado esperando en silencio.
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