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domingo, 19 de abril de 2020

97. Léprecan desaparecido, cheque perdido

Si yo esperaba que mis pesadillas se acabasen después de la fiesta de Halloween freudiana, me equivocaba. Yo había guardado el cheque que me habían dado los reyes magos para pagar al bueno del Dr. Freud dentro de un léprecan de adorno que originalmente colgaba en mi árbol de navidad pero que yo me había llevado al coche en el que a veces dormía. Pensaba que nadie lo buscaría allí. Hacía más de diez años que ese coche había sido conducido por última vez y el garaje siempre estaba cerrado. Yo tenía que encogerme a tamaño de mosquito para entrar por la cerradura. Pero cuando volví al coche para recuperar el cheque y devolvérselo a los magos, porque el Dr. Freud no me había cobrado nada, tuve una pesadilla de carne y hueso feéricos. El léprecan había desaparecido. Y con él, el cheque en blanco.

 Mamá!” grité. Inmediatamente fui transportado a un bosquecillo de árboles de alas de ángel donde mi madre estaba intentando dormir un poco. ¡Tengo una pesadilla!

“¡Oh, yo creía que eso se había acabado!” suspiró Mamá.

Le dije que había estado en el garaje mortal para recoger las cosas que tenía allí pero que ya no estaban.

“¿Y dices que el cheque estaba dentro del adorno de léprecan? Lo siento, tengo que irme.”

Esto último lo dijo Alpin que estaba allí también con su hermano Darcy que, le había llevado hasta ahí para que pidiese perdón a Mamá por haber sido tan desagradable con ella cuando la debía el poder vivir entre nosotros.

“¡Quieto parado, chaval!” dijo Darcy. “¿Por qué tan rápido?”

Y Alpin  tuvo que confesar.

“Antes de que fuésemos a las hadaolimpíadas, fui al garaje ese en busca de Arley. Vi el léprecan y me hizo gracia y me lo llevé. Fiona lo vio cuando yo estaba haciendo la maleta y me preguntó si se lo podía quedar para decorar una tarta de cumpleaños que le iba a hacer a Michael. A mí ya no me interesaba, así que, con toda la generosidad de mi gran corazón, se lo cedí. Siempre que me hiciese a mí también una tarta cuando volviese victorioso. Pero tú eres un cerdo egoísta, Darcy, que me parece que acaba de privar a su hermanito menor de un cheque en blanco. Tengo que llegar hasta Michael antes que vosotros. No me sigáis.”

“¡Quieto ahí!” Darcy le dijó a Alpin, y Alpin se quedó como congelado en postura de correr. con el ceño fruncido y sus brazos y un pie en el aire. “Si Michael tiene el léprecan, estoy seguro de que te lo devolverá, Arley. Ve a verle ya mismo, antes de que esto se sepa, que todo acaba sabiéndose. Y devuelve el cheque en cuanto lo recuperes.”

“Lo voy a partir por la mitad en cuanto lo tenga en mis manos,” dije. “Lo devolveré roto y anulado.”

 Pero Michael no tenía el léprecan. Y sí, todo acaba sabiéndose.

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