“Mamá!”
grité. Inmediatamente fui transportado a un bosquecillo de árboles de alas de ángel
donde mi madre estaba intentando dormir un poco. “¡Tengo una pesadilla!”
“¡Oh,
yo creía que eso se había acabado!” suspiró Mamá.
Le
dije que había estado en el garaje mortal para recoger las cosas que tenía allí
pero que ya no estaban.
“¿Y dices que el cheque
estaba dentro del adorno de léprecan? Lo siento, tengo que irme.”
Esto último lo dijo Alpin
que estaba allí también con su hermano Darcy que, le había llevado hasta ahí
para que pidiese perdón a Mamá por haber sido tan desagradable con ella cuando
la debía el poder vivir entre nosotros.
“¡Quieto parado, chaval!” dijo
Darcy. “¿Por qué tan rápido?”
Y Alpin tuvo que confesar.
“Antes de que fuésemos a las
hadaolimpíadas, fui al garaje ese en busca de Arley. Vi el léprecan y me hizo
gracia y me lo llevé. Fiona lo vio cuando yo estaba haciendo la maleta y me
preguntó si se lo podía quedar para decorar una tarta de cumpleaños que le iba
a hacer a Michael. A mí ya no me interesaba, así que, con toda la generosidad
de mi gran corazón, se lo cedí. Siempre que me hiciese a mí también una tarta
cuando volviese victorioso. Pero tú eres un cerdo egoísta, Darcy, que me parece
que acaba de privar a su hermanito menor de un cheque en blanco. Tengo que llegar hasta Michael antes que vosotros. No me sigáis.”
“¡Quieto
ahí!” Darcy le dijó a Alpin, y Alpin se quedó como congelado en postura de
correr. con el ceño fruncido y sus brazos y un pie en el
aire. “Si Michael tiene el léprecan, estoy seguro de que te lo devolverá,
Arley. Ve a verle ya mismo, antes de que esto se sepa, que todo acaba sabiéndose.
Y devuelve el cheque en cuanto lo recuperes.”
“Lo
voy a partir por la mitad en cuanto lo tenga en mis manos,” dije. “Lo devolveré
roto y anulado.”
Pero Michael no tenía el léprecan. Y sí, todo acaba
sabiéndose.
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