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domingo, 3 de octubre de 2021

156. Tedi Bosk

156. Tedi Bosk

Hay un lugar en el Bosque Triturado que está habitado por los ositos de niños hada que ya han crecido. Este lugar se llama Tedi Bosk, porque los ositos de peluche mágicos se dirigen directamente a este bosquecillo en cuanto son abandonados. Los que no han sido regalados a nuevos pequeños dueños a veces maduran ellos mismos y se funden con los árboles de este  rincón. Pero otros prefieren jugar entre sí todo el día, como oseznos juguetones.  

Una tarde me adentré en este bosquecillo, donde el aire es dulce y amargo, inocente y sabio, y también sedante pero tristón, todo a la vez. Y fue en este refugio feliz pero melancólico donde decidí retirarme del mundo, como los ositos relegados. Me senté en la hierba bajo un árbol-oso y dejé que pasase el tiempo.  

Muchas estaciones han pasado desde que Alpin Dullahan fue convertido en una manzana tuerta. Cuando me encontré solo por primera vez, sin novia y sin amigo, sin ilusión y sin saber lo que hacer conmigo mismo, miré hacia atrás, y volví a casa de mis padres. Visité las habitaciones de los niños y de vez en cuando, cuando la niñera Gregoria Tenoria y mi hermanita Valentina se contaban cuentos la una a la otra antes de dormir,  yo me quedaba a escucharlas. Me gustaron sus historias y esto me entretuvo un rato. Manzanita Alpin se dejó caer por ahí en un par de ocasiones. Pero Pusilana, la gatita blanca de mi madre, no podía evitar abalanzarse sobre él cuando el pobre botaba de acá para allá como una pelota. Así que la manzanita no volvió a visitarnos. Encontró refugio de los peligros del mundo en un bol lleno de frutas y flores de cera que decoraba el comedor de su madre. Acabó hallándose tan a gusto que ya no quiso salir de ahí. Es un tipo de vida algo extraño para alguien con gran poder. Su ojo puede verlo todo y está enterado de todo lo que pasa en cualquier parte. Pero Alpin está demasiado asustado para abandonar el bol. Esta actitud también resulta extraña si se tiene en cuenta lo temerario que había sido cuando era un niño. ¿Pero quién soy yo para decir que él se comporta de forma extraña cuando yo me paso la vida sentado día y noche bajo un árbol en el bosquecillo de los ositos abandonados?

¿Cómo llegué a Tedi Bosk? Permanecer en casa no fue bastante para mí y pronto empecé a vagar sin rumbo por el Bosque Triturado. A encantarlo, decían mis pequeños amigos los Hojuela, pues yo les parecía una silenciosa alma en pena. No cesaban de decirme lo mucho que les preocupaba verme tan deprimido. Avisaron a mis padres, que vinieron a por mí. Pero estos no lograron persuadirme para que volviese a casa con ellos. Así que decidieron esperar y me dieron tiempo y espacio para que reaccionase. En cuanto a los Hojuela, cuando penetré en el bosquecillo de los ositos permanecieron respetuosamente fuera.

La única persona que venía a verme aquí, donde ya siempre me encontraba sentado, era mi hermano Cespuglio.  La verdad es que yo no sé si venía a verme o si lo que estaba haciendo  en Tedi Bosk nada tenía que ver conmigo. Llegaba con el crepúsculo, porque solo se puede entrar en este bosquecito cuando está cayendo el sol, aunque puedes irte cuando quieras. Cuando Ces llegaba, se sentaba dentro de un arbusto fingiendo ser su espíritu. No decía ni mu, solo me miraba fijamente durante toda la negra noche. Yo no sé si estaba esperando a que yo me dirigiese a él primero o si le gustaba acompañarme en silencio. Su cara mostraba menos vida que el arbusto en el que estaba sentado. Siempre se iba con la luna al cantar el gallo, sin hacer otro ruido que no fuese el que hacen sus pies al deslizarse por la hierba o el de sus pisadas al hacer crujir hojas caducas en otoño o la gruesa nieve en invierno. 


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