157. CES

157. Ces

Cespuglio Cuatro Lunas fue adoptado por mis padres cuatro meses después de su nacimiento. Probablemente había nacido para ser un espíritu salvaje de esos que habitan solos en los bosques. Pero el bosque en el que nació se quemó el mismo día de su nacimiento. Una tribu de hadas que huían del incendio vieron al recién nacido acurrucado en un arbusto en llamas, sudando profusamente. Le arrancaron del arbusto para salvarle la vida y se lo llevaron con ellos. Pero pronto se dieron cuenta de que no encajaba en su familia. Alguien habló con mis padres y ellos decidieron que el niño podía vivir en los jardines de palacio, suponiendo que él quisiera. Llegó un atardecer y pasó la noche fingiendo ser parte de un rosal en la rosaleda de mi madre. La mañana siguiente, cuando Mamá visitó el jardín para cortar unas rosas para su pelo, ella se pegó un susto al verlo ahí. Pero se recuperó en cuanto recordó quién debía ser. La pareció que él era demasiado pequeño para estar solito ahí fuera y le invitó a entrar en casa. Ces se convirtió en uno de nosotros en cuanto se sentó a nuestra mesa para desayunar. 

Cespuglio no es mucho mayor que yo, pero es bastante más raro. No habla casi nada, pero cuando lo hace siempre dice algo que hace falta decir. Su voz es baja y ronca, porque suele padecer de ataques de tos cuando comienza a hablar. Probablemente esto se debe a que se le fastidió la garganta cuando inhaló tanto humo de bebé. O quizás sea solo porque no tiene costumbre de hablar. No es alérgico al polen como yo. Cuando está dentro de casa su comportamiento es más o menos normal, pero de vez en cuando sale y se va a algún lugar donde puede fingir ser un arbusto sin atraer demasiada atención. La gente dice que esto es porque casi se fusionó con el arbusto ardiente del que le arrancaron y debió quedarse ahí y quemarse con esa planta y sus cenizas debían haberse fusionado. Pero es más probable que sea porque él nació de esa planta cuando esta supo que iba a morir y le creó para dejar algo hecho en este mundo antes de irse al siguiente. 

Os hablo de mi hermano Ces porque un día él estaba delante de la casa de los Dullahan, pensando en si era adecuado fingir que era un arbusto en ese jardín. Antes de que se decidiera, la Señora Dullahan le hizo señales desde una ventana. Tenía algo que decirle y cuando se lo dijo, él tenía algo que decirme a mí.