Para encontrar tu camino en este bosque:

Para llegar al Índice o tabla de contenidos, escribe Prefacio en el buscador que hay a la derecha. Si deseas leer algún capítulo, escribe el número de ese capítulo en el buscador. La obra se puede leer en inglés en el blog Tales of a Minced Forest (talesofamincedforest.blogspot.com)

viernes, 11 de marzo de 2022

170. El Caballero de Luz y Sombras

170. El Caballero de Luz y Sombras

“¿Te alegra ver como tus hermanos y hermanas y primos y tía abuela y un montón de gente más ha venido a apoyarte? ¿Parece que tienes poder de convocatoria, eh?”

“Supongo que debería sentirme feliz, Tito. Pero la verdad es que sólo siento preocupación. No temo por mí. Me asusta haber involucrado a tanta gente en una disputa.”

Tito Gentillluvia se rió.

“No te imaginas la cantidad de gente que está secretamente deseando participar en una pelea. Arden por dentro y sólo hace falta que alguien pegue un grito de guerra para que toda esa beligerancia interna estalle para fuera.”

“No me gusta la beligerancia,” dije tristemente.

“Pero sí te gusta agradar a la gente. Por eso te has metido en este lío. ¿O no?”

“¿Pero se justifica? Lo que he hecho, quiero decir.”

“¡Uy, sí! Esos imbéciles se merecen esto y más. Me refiero a Botepimienta y Viruta claro. No a tus seguidores espontáneos. Muy justificado, sí que lo está. Lo que no resulta ser es conveniente. Al menos para ti.”

“Yo no disfruto de las broncas.”

“Una razón de más que justifica tu proceder. Si tú fueses de los que van por ahí provocando broncas, sería diferente. Pero la bronca te buscó a ti. ¿Y quién hubiese pensado que las campanillas azules montarían tal follón tras escuchar nuestra conversación? No es como si tú hubieses imprimido propaganda. Pero es mejor que las chicas se hayan involucrado. Así tienes algo con que defenderte. Pero dime, ¿cómo piensas utilizar este antídoto?”

Los pájaros de los campos de Sherbanania habían muerto por culpa del vil aire que había allí. Los pájaros de nuestros bosques estaban indignados. Se ofrecieron a transportar el antídoto a donde fuese y cuando fuese. Lo mismo hicieron los murciélagos, las abejas, las mariposas, las libélulas y muchas otras criaturas aladas.

“Así que tienes una fuerza aérea. Pero necesitarás que alguien rocié el antídoto en el aire o se lo eche encima directamente a los papapipas. ¿O simplemente piensas dejarlo caer sin más o qué?

Mis hermanos y hermanas estaban dispuestos a montar a las criaturas aladas y disparar el antídoto a cualquier cosa que se moviese.

“Pero no quiero que lo hagan. No quiero ponerles en peligro. No quiero-”

“Esa decisión es suya. Son agentes libres. Tú no estás reclutándoles a la fuerza. Sólo tienes que asegurarte de que disparen a la distancia correcta. El antídoto tiene que llegar al veneno antes de que el veneno les llegue a tus soldados si no queremos una operación farragosa. ¿Se hará de noche?”

 “¿Para que los murciélagos puedan participar?”

“Para que le sea más difícil a Viruta localizarnos. Nosotros, por el contrario, podemos ver muy bien en la oscuridad. Hay que aprovechar las ventajas.”

“¿La nocturnidad realmente estorbaría a la Doctora Pocococo?”

“Tendremos que cerciorarnos. Yo lo averiguaré. Ese es trabajo de prevencionistas. Puede que la doctora haya instalado focos que recorran su espacio aéreo por la noche. Y puede que el palacio esté iluminado. No creo que lo estén los campos. Siempre han estado más oscuros que las zonas negras del Erebo.”

“¿Hay luz en partes del Erebo?”

“Oh, hay bandas de ninfas encargadas de iluminar senderos con antorchas. No mucho. Nada que llegue a aminorar el horror del lugar.”

“¿Crees que podremos hacer esto sin bajas?”

“Nunca se sabe. Que no haya ninguna es muy difícil. Siempre hay algún tonto que mete la pata. Pero puede que simplemente entres y limpies el lugar. Pero por otro lado, puede que ella te sorprenda. Tú amiguito metiche nos podría echar una mano. Debería espiar a la doctora con su ojito mágico y decirte en que preparativos anda esa para defenderse.”

“¿Alpin? Pues sí. Él lo hará si se lo pido.”

“Pregúntale cuantos papapipas ha creado. Puede que esté fabricando más. Lo importante es que tú tengas más antídoto que ella veneno.”

“¿Funcionará? Me refiero al antídoto.”

“Timiano dice que sí.”

“No lo quiero saber, pero sé que debo preguntar. ¿Qué les ha pasado a los papapipas con los que ha experimentado mi hermano?”

“Pues no se retorcieron y vomitaron e hicieron toda clase de cosas horribles, si es eso lo que te preocupa. Se desplomaron panza arriba sin más, sin darse cuenta de lo que les había fulminado. Eso fue todo. Y Timiano se ha molestado en momificar sus cuerpos para que tal vez puedan ser resucitados algún día.”

 “¿Cómo puede ser eso una buena idea?”

“Probablemente no lo sea, pero pensé que te consolaría oírlo. Volvamos a lo nuestro. Hay que advertir a todos tus guerreros sobe los peligros que pueden acecharles. El foso con las pirañas, por ejemplo. Que a nadie se le ocurra parar para beber de ahí. Y la manzanita ha de enterarse de que otras trampas y obstáculos podríamos encontrar.”

Aparte de las pirañas, Alpin, una vez que le consultamos, nos informó que no habría otro obstáculo en nuestro camino que no fuesen los papapipas. Viruta era tan vaga que ni siquiera se había preocupado de aumentar su número. Lo único que había hecho era limarse las uñas.  Luego se las había pintado de negro, diciendo que así no se notaría la mierda que se pegaba a ellas. Cuando yo pregunté si se había vestido para matar, Alpin dijo que ni siquiera se había cambiado la mancillada bata blanca. Pero sí que ojeaba los relojes de palacio de vez en cuando. Tal vez, dijo Alpin, eso era por las setenta y dos horas de plazo que yo la había dado para deshacerse del veneno. ¿Lo haría? Yo ni me atrevía a pensar que pudiese darme esa alegría.

Y justo cuando sólo quedaban poco más de veinticuatro horas para que yo arremetiese contra ella, Don Alonso apareció en nuestro campamento.

“¿Quién te armó caballero?” susurró. 

Yo respondí que nadie me había armado caballero.

“No puedes aceptar el desafío de villanos tan redomados como ese rey bellaco y esa taimada envenenadora sin haber sido nombrado caballero,” me dijo. “Ser caballero hace maravillas para la moral. Y te pone en contacto con los poderes más altos, los del cielo, para que estos te protejan. Un caballero puede nombrar a otro. Sé que yo soy un ejemplo aparentemente ridículo de caballero, pero no hay duda de que soy uno. Podría convertirte a ti en uno también, si no encuentras a otro que lo haga. Pero claro que lo encontrarás, incluso en tan corto plazo.”

Yo nunca había pensado en que me armasen caballero. Como nunca me interesaron las peleas, no se me había ocurrido que pudiese querer ser uno. Pero lo que estaba sucediendo en aquel momento me hizo ver las cosas de otra manera.

“Nunca podría encontrar a alguien mejor que usted para hacer de mí un caballero, señor,” dije yo. “Aunque tuviese todo el tiempo del mundo, no buscaría a otro. De hecho, jamás permitiría que otra persona me armase caballero. Ni siquiera el gran Du Lac. Sólo vos.”

¡Ah, él estaba feliz! Y yo estaba feliz de que lo estuviese.

“Hay que empezar ya, pues has de velar tus armas toda la noche. Y ahora que mencionas a Lanzarote, el caballero del lago, también conocido como el caballero blanco, pues yo soy el caballero de la triste figura. ¿Quién vas a ser tú?”

“Pues…no lo sé.” Nunca había pensado en ello, pero recordé que la última vez que peleé me habían llamado el Señor Dos Sombras. “¿Valdrá que sea el caballero de las dos sombras?”

“No. Hay también mucha luz en ti.”

Y me convertí en Don Arley, caballero de luz y sombras.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario