Para encontrar tu camino en este bosque:

Para llegar al Índice o tabla de contenidos, escribe Prefacio en el buscador que hay a la derecha. Si deseas leer algún capítulo, escribe el número de ese capítulo en el buscador. La obra se puede leer en inglés en el blog Tales of a Minced Forest (talesofamincedforest.blogspot.com)

sábado, 30 de abril de 2022

181. Pomsylvania


181. Pomsylvania

“Respirad hondo,” dijo Tito Gen. Él lo hizo también. “¿Estamos serenos y alegres?”

Brezo, Cardo y yo asentimos con la cabeza.

“¿Entonces nos vamos a ver al puca? ¿Al puca más atravesado de todos?”

Volvimos a asentir.

Tito Gen señaló uno de los cuatro caminos que teníamos a nuestro alrededor. Y por él nos pusimos a caminar.

Pronto divisamos el puente bajo el cual se suponía que estaría acechando Garth. Tito Gen nos hizo una señal con la mano para que parasemos en seco. Puso un dedo sobre sus labios. Entonces volvimos a caminar en silencio absoluto. Cuando llegamos al puente no intentamos cruzarlo. Lo que hicimos fue mirar bajo ese puente. De pronto un caballo salvaje, negro como la noche, salió como un rayo de ahí debajo. No nos arrolló porque podíamos volar y lo hicimos. El puca no puede volar cuando se ha transformado en un caballo.

“¡Soy un Buenvecino!” gritó el tito, revoloteando por encima del corcel a una distancia prudente. “¡Como tú! ¡Soy Gentillluvia! ¿Te acuerdas de mí?”

El puca volvió a su forma real. No tenía tan mal aspecto como a veces tiene. Iba vestido de verde pero su piel no estaba verde. Era de un rosa fuerte. Eso me hizo pensar que tal vez se había alimentado de sangre. Pero eso no era probable. Garth es un estricto vegetariano. Habría almorzado remolachas.

“¿Por qué estás tú aquí?” gruño Garth toscamente.

“Necesito hablar contigo. Bajito, si es posible,” dijo Tito Gen, mirando a su alrededor para ver si estábamos solos o no. “No quiero que nos oiga cualquiera que pueda pasar por aquí.”

“Entonces quieres decir que hablemos en privado,” dijo el puca. “Más vale que se trate de un asunto de enjundia, Gentillluvia.”

De pronto, todo se nubló. Después, todo se volvió de un negro propio de una noche sin luna y sin estrellas. Por fortuna nosotros podemos ver en la oscuridad mejor que los gatos. Nos podíamos ver los unos a los otros pero todo lo demás se perdía en una negrura absoluta. Eso tenía que querer decir que no había nada que ver.

“Podéis estar tranquilos,” dijo el puca. “Aquí no nos escuchará nadie.”

 “¿Dónde estamos?” el tito hizo la pregunta que todos queríamos hacer.

“En el sótano de mi casa ideal,” dijo Garth, haciendo una mueca que probablemente quería ser una sonrisa malévola. “Pero ojo con lo que vais a decir. Puede que no seáis bienvenidos aquí.”

Tito Gen no perdió el tiempo.

“Tengo un problema con los Dulajan,” dijo. “Y por eso, tengo que preguntarte por su hijo menor. Ese al que convertiste en manzana.”

Garth sacudió la cabeza como si entendiese bien lo que el tito había dicho.

“Todo el mundo tiene un problema con ese imbécil,” dijo el puca. “Pero si el problema lo tienes porque ha desaparecido, estás hablando con la persona equivocada. Yo no le tengo. No está aquí. Comprobadlo vosotros  mismos.”

La escena volvió a cambiar. Esta vez estábamos bajo un cielo muy azul, en un manzanar muy chiquito.

“¿Y ahora dónde estamos?” preguntó Tito Gen.

“En Pomsylvania. Así es como mis manzanas llaman al jardín de mi casa ideal,” dijo Garth. “Es pequeño, porque mi verdadero jardín ideal es el mundo entero. Aquí solo guardo mis manzanas.”

“Ah. ¿Aquí cultivas manzanas?” preguntó el tito. 

“No. Es donde las guardo. No eres tan listo Gentillluvia. Dicen que lo sabes todo, pero no es así, ¿eh? Resulta que tú nunca has visto lo que tengo aquí. No conoces Pomsylvania, ¿eh?”

Tito Gen miró a su alrededor. Había unos cuantos árboles delante de nosotros. Pero sólo había manzanas en uno. Todas estaban reunidas ahí, posadas como gallinas. Y todas nos miraban atentamente con un solo ojo mohoso.

“¡Ostras!” exclamó muy bajito el tito. Y luego añadió susurrando, “¡Por los dioses más grandes y los pececillos diminutos, no me digas que tienes más de esas!”

“Come fruta del bosque fuera de plazo y verás lo que te pasa, desvergonzado. Vuelve a hacerlo y conviértete tú mismo en fruta, tarado.”

“A ver. Vale. Te aseguro que comparto tu indignación. Pero hay algo que no entiendo. Todas estas manzanas eran personas. Pero…¿por qué están aquí? Alpin está en casa con sus padres.”

Garth comenzó a hablar en verso. Cuando los fay hacen eso, significa que están alterados y que algo, bueno o malo, va a pasar.

“Algunos de los transformados, al caer al suelo, fueron engullidos por un jabalí o un tejonzuelo. Mordisqueados por conejos y liebres y hormigas del lugar, cuando llegué hasta ellos, no había mucho que hallar. Los que siguen intactos ahora cuelgan de esas ramas, para que tú tengas cuidado con lo que te jamas.”

“¡Me cachis en los mengues, Garth!” exclamó Tito Gen, todavía muy bajito. “¡Me estás diciendo que eres un secuestrador en serie!”

“¿Quién echa de menos al desconsiderado? Pasa de los demás, y te dejarán de lado,” recitó Garth, apuntando hacía las manzanas con el dedo índice de su mano derecha.

“Así que estos son los que nadie ha reclamado. ¿Entonces es que hay más?”

“Solo el Dulajanito vive con su gente. Quién diga que lo hacen otros, es seguro que miente. Vive en casita, porque hay que evitar, con el pedidor de favores  arriesgarse a tratar.”

Nos quedó claro que Garth había dejado que Alpin viviese con su madre porque no quería problemas con Darcy.

“Ya veo. Llegaste a un arreglo con Darcy. El niño sigue siendo una manzana, pero vive con sus padres. Necesito una lista, Garth,” dijo Tito Gen. Parecía muy tranquilo al pedir la lista, considerando lo que estaba pasando ahí. “Tengo que saber quiénes son estas manzanas.”

“¡TU!” aulló de pronto Garth. “¡Ahora lo recuerdo! ¡Me dijeron que desapareciste porque habías robado arándanos!”

 “Cogí, no robé. Y para nada fuera de plazo,” explicó Tito Gen. Pero era demasiado tarde. Una humareda negra y gris fluía de los puños amenazadores de Garth. Envolvió al tito antes de que pudiese terminar de explicarse. Y ahí se quedó, quieto en el suelo, convertido en una manzanita rosada, monísima, pero con un ojo mohoso.

Me precipité sobre la manzana y la cogí antes de que pudiese hacerlo Garth. Brezo empezó a regañar al puca y Cardo le dio una patada en la espinilla.

“¡Haya paz!” gritó bien alto la manzana que era el tito. “¡Estoy bien!”

Yo pensé que no se había dado cuenta de que le habían convertido en una manzana. Para contárselo suavemente le pregunté si podía verlo todo con su único ojo, como Alpin.

“¿Ver? Si me parece que necesito gafas,” dijo la manzana rosada. “Un monóculo, es decir. Pero estoy bien. No pasa nada. Si hay algo que sé hacer es transformarme. No tuve más remedio que aprender bien a hacer eso. Y ahora mismo sé más de lo que sabía. Acabo de aprender algo. Ahora sé cómo funciona el hechizo que te convierte en una manzana tuerta. Ponme en el suelo, Arley. No tengas miedo.”

Lo hice, y el tito se volvió a convertir en sí mismo.

“En serio, Garth, tenemos que hacer algo con lo que tienes aquí,” dijo Tito Gen. “Y seamos sensatos, ¿eh?”

El tito hizo aparecer una pluma y varias hojas de papel. Se llevó aparte al puca. Nosotros supusimos que estaban negociando lo que hacer con las manzanas. Como eso podía llevar rato, nos sentamos bajo el manzano. Y pudimos escuchar lo que murmuraban las manzanas.

"¡Eh, pomos, nos van a liberar! Ese que ha llegado es Gentilluvia."

"¿Gentil qué?"

"El príncipe de las hadas que hace las cosas bien." 
"¿Qué clase de hada maja se pone a hacer una lista siniestra la víspera de mayo en vez de estar de juerga en la bella campiña primaveral?"

 
"¿Gentillluvia?"
"Sí, ese. El libertador."

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario