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viernes, 6 de enero de 2023

219. El resto de la temporada festiva

 219. El resto de la temporada festiva

Elysio no estaba más allá de ayuda. Lo comprobó Vicentico, que se bajó de mi gorra y se sentó en la tapa del tarro de cristal en el que Elysio estaba prisionero. Como la tapa de metal tenía unos agujeritos, Vicentico pudo hablar con Elysio. Emitieron unos ruidos muy bajitos y pronto me dijo Vicentico que Elysio se había recuperado en cuanto oyó que su adorada Lucerna estaba bien.

“Pos vale,” dijo Tito Fu. “Le devolvemos a este a su **** casa y nos vamos a cenar con tus padres, Arley.”

Eso hicimos, y creo que el más feliz de todos fue Henbedestyr, que por fin podía irse del lado de Lucerna y lejos de todas las señoras que habían venido a  velarla. Las hermanas de Lucerna, que estaban todas reunidas ahí, decidieron venirse también a cenar a casa de mis padres, sin previo aviso ni nada, para dejar a Lucerna y Elysio solos. Pero la Señora Aureabel se empeñó en llamar a Mamá primero, y Mamá dijo que claro que sí, que podían venir todos y que se alegraba mucho de que Lucerna estuviese bien ya.

Yo volví al trabajo el día siguiente, aunque no me tocaba, porque Alpin me había estado buscando. Nada más verme empezó a  ponerme verde por no haber estado localizable. Por lo visto no tardaron en echarle de casa de Ricatierra.

“No fue tu tío, que estuvo muy simpático. Fue la desagradecida de mi hermana, que decía que yo le levantaba dolor de cabeza. No me extraña que la doliese la cabeza. No veas lo alta que la lleva ahora. Menudos humos tiene esa últimamente. Y se dedica a defender a su marido como si yo y todo lo que le rodea fuésemos una amenaza para él. Así que me puse a buscarte, pensando que estarías tumbado a la bartola como Ricardo y Roberto, los dos hombres vagos, pero no estabas en casa de tus padres. ¿Dónde te has metido? Tendrías que haber estado disponible.”

“Por tu culpa,” le dije yo, para que él no fuese el único que culpase a gente. “Si no hubieses tirado esas galletas a las Nenas Vendaval yo no hubiese tenido que salir en busca de Elysio.”

No le conté los detalles, sólo lo del martillazo y la desaparición. Nada de Epón. Pero dio igual, porque a partir de ahí vinieron todas las fiestas, y en ellas la gente no hacía más que murmurar sobre mi peculiar pariente. Así que Alpin acabó sabiendo más sobre Epón que yo mismo. 

“¿No vas a hacer nada para ayudar al loco de remate ese? No es tu estilo, Arley.”

“Papá dice que no se puede hacer nada porque es muy mayor de edad. Varios siglos tiene. Que ya lo intentó él en su momento. Y como no ha hecho daño a nadie, pues hay que dejarle en paz.”

“¿Así que se ha quedado ahí en el monte con su corral del horror?”

“No es de veras. Es de cera. Mi tío Fu creía que lo que tiene ahí eran muñecos de plástico, pero por lo visto, por ahí por el siglo dieciocho,  mi padre le busco un trabajo a Epón en el museo de cera y estuvo ahí muy poco tiempo, pero lo suficiente para aprender a montar su corral.”

“Tu primo es una vergüenza hasta para los asnos,” dijo Alpin.

“Sólo tiene el corral ese para que no se le acerque nadie. Por lo visto, fue Michael el que le dio la idea. Sin querer claro. Le regaló un libro de mitología muy antiguo con unos grabados preciosas cuando su fiesta del nombre. Y  lo único que le interesó a Epón fue lo de las yeguas carnívoras de Diomedes. Se quedó muy impresionado con eso.”

“¿Pero ese ha tenido fiesta del nombre? Si casi nadie sabía de su existencia. Mi madre decía que las malas lenguas se habían inventado a Epón para fastidiar a la tuya. Mi madre odia a las malas lenguas, porque a ella le han dado muchos problemas. Se ha llevado una gran sorpresa al enterarse ahora de que Epón existe.”

“La fiesta del nombre de Epón fue en casa de Lucerna. Asistió poquísima gente. No avisaron a nadie que no estuviese ya enterado porque pensaron que nadie iba a acudir.”

 “De hacerles ese feo sería  porque el lío ese del hada polilla y Lucerna no le gusta a mucha gente.”

“Pues no es asunto suyo.”

“Nunca lo es,” dijo Alpin. “Pero así son las malas lenguas.”

“Si Lucerna y Elysio siempre están juntos es normal que hayan encontrado a la vez a Epón. Lo de los rumores  sobre Mamá y la noche de verano son culpa de Shakespeare, según las Hermanas Sabias, que no le pueden ver a Guillermo. Papá dice que él no gasta bromas pesadas. Mayoritariamente por no molestarse. Y menos una que tenga que ver con su mujer, que luego le haría la vida imposible. Los  literatos le quieren y él lo agradece, pero a veces se inventan cosas que no le hacen mucha gracia. Lo de la obra de Shakespeare lo perdona porque la obra es mas bien bonita y muy querida.”

“Claro, pero la gente siempre dice que cuando el río corre, agua lleva.”

“Creo que es cuando el río suena.”   

“Bueno, resumiendo, que demasiado loco anda por ahí suelto. No me extraña que al final tu abuelo se haya encerrado él, en lugar de ocuparse de encerrar a todos los zumbados que hay aquí fuera. Más fácil, sin duda.”

Yo le miré de reojo a Alpin pero no dije nada. 

Durante las fiestas, yo no le quité ojo de encima ni por un segundo a Alpin, y me ocupé de que estuviese todo el rato comiendo para que no se le ocurriesen maneras de incordiar a los demás. No quería que se volviese a producir un incidente como el de la  fiesta de las Vendaval.

Sólo tuvo dos  oportunidades  de liarla. La primera  vino durante la fiesta de noche vieja mortal,  cuando pasó por su lado la Señora Parry, Tía Aureabel, y él la preguntó que tenía en contra de la relación entre Elysio y Lucerna, pues de todos es sabido que esta señora no la aprueba.

“Mira niño,” dijo la Tía Aureabel, “puede que haya quién diga que las hadas somos endogámicos. ¿Tú sabes lo que es eso?”

“Gente que siempre se casa entre sí, ¿no?” dijo Alpin.

La gran señora asintió.

“Los espíritus no somos como los mortales. Los mortales tienen que mezclarse para ser fuertes. Si no lo hacen, se debilitan y mueren antes. Pero los espíritus, cuanto más iguales, más igual al espíritu. Nosotros no tenemos el problema de los genes.”

“¿Y ese loco está mal porque Elysio es un hada polilla y Lucerna no? Porque yo creo que es porque los dos son igual de tontos.”

“Lucerna no es tonta,” dije yo. “Y no me consta que Elysio lo sea tampoco. Sólo está embobado con ella.”

“Parece mentira, con lo guapa que es Lucerna, que no tenga otro admirador que ese hada polilla,” dijo la Señora Parry.  “Lo más probable es que sólo sea mala suerte que se hayan encontrado con un hijo tan difícil.  No se sabe bien por qué nos encontramos con los hijos que nos encontramos. A veces, nos obsesionamos con un tema, y de pronto nos encontramos con un niño que tiene que ver con nuestra obsesión, que puede ser buena o mala. Hay estadísticas. Por ejemplo, los niños de encargo, esos que alguien pide fervientemente a algún agente que los sabe conseguir, porque a ellos nunca se les aparecen críos, agentes como Lucina, pues esos niños siempre salen algo extraños. Es el caso de tu hermana Valentina. A ella no le pasa nada, es monísima, pero tiene una fijación que no es normal con su novio. No sé dónde los consigue Lucina, pero esos niños suelen ser peculiares. Y la mayoría de las hadas que quieren cambiar a sus hijos por otros, pues suele darse el caso de que cogieron lo que no debieron. No se sabe bien por qué pasa, pero ocurre demasiado. No es tu caso, niño no cambiadito, ya lo sé. Pero es que tú eres parecido a tus padres, que también son problemáticos. Y eso te ha salvado.”

“¡Oiga, señora!” empezó a decir Alpin.

“Nadie sabe porque hay gente que se encuentra con críos que no les van nada,” dije yo. “Es lo que ha dicho la Señora Parry,  Alpin. Epón no tiene nada que ver con Lucerna ni con Elysio, por mucho que se parezca a ella físicamente. Pero tú con tu familia sí.”

“Con sus hermanas no,” dijo la Señora Parry, que no sabe retirarse a tiempo ni dar la razón a los locos para mantener la paz. “Todo hay que decirlo. Ellas son unas muchachas intachables.”

“Esto me pasa por molestarme en hablar por lástima con viejas chochas,” dijo Alpin.

Afortunadamente la Señora Parry no esperaba otra cosa de él y se fue diciendo, “¡Ummmmm!” Podría haberle convertido en una ostra.

El otro momento que pudo haber provocado un problema ocurrió esa misma noche y fue cuando nos saludaron las Gemelas Azules y Alpin las sugirió que buscasen una pareja para Epón. Pero las gemelas se apartaron de nosotros rápidamente sin contestarle.  

Cuando Alpin se fue a casa, yo me acerqué a Mamá, porque la vi triste. Yo sabía que siempre se pone triste en Noche Vieja Mortal, pero esta vez decidí preguntar por qué. Hay muchos mortales que se entristecen esa noche, pero es porque son mortales. A nosotros, ver pasar el tiempo no nos suele afectar.

Mamá me sonrió con tristeza.

“¿Te has fijado?” dijo. “Es por tu tío Gen. Tú sabes que es mi gemelo y que a él y a mí nos encontró tu abuelo. Pero tu abuela Divina no pudo cogernos a los dos a la vez porque se interpuso la madre de tu padre, que agarró a Gen y no le quería soltar. Mi madre siempre ha insistido en que Gen es suyo, pero para evitar males mayores tuvo que ceder a que Gen pasase parte del año con mi suegra. Ella quería llevárselo para siempre, pero mi padre logró que se conformase con tenerlo sólo del uno de enero hasta el veinte de junio de cada año. Así que durante la fiesta de noche vieja mortal, cuando sonaban las campanas que anunciaban el comienzo del nuevo año y tras brindar, Gen depositaba su copita en nuestra mesa y salía por la puerta y se metía en una carroza que le esperaba ahí fuera y se largaba como la Cenicienta a su otra casa. No dejaba atrás un zapato,  pero yo recogía la copita con la que él había brindado y la guardaba en un cajón de mi tocador. Y cuando llegaba la mañana del veintiuno de junio, yo madrugaba y sacaba la copita y salía al jardín para ver llegar a la carroza que le volvía a traer junto a nosotros. Sólo al verle bajar del carro entregaba yo la copita a uno de los lacayos para que la llevase a la cocina. Él no lo sabe, pero yo hacía eso. No es que no le viésemos a veces durante el tiempo que estaba fuera. Estaba presente en las fiestas, como sus otros hermanos. Pero no era lo mismo que tenerlo en casa. Nuestra casa era otra cuando no estaba él ahí. Cuando se casó, me dio una depresión, aunque no se lo conté a nadie. Y cuando desapareció, me dio otra. En fin, que el tiempo también nos afecta a nosotros y todavía me acuerdo de todo esto y me pongo triste. No lo puedo evitar. Pero tú eres el único que me ha preguntado por qué.”   

Al final, resultó ser cierto lo que dijo Alpin de que hasta los borricos tenían motivos para avergonzarse de Epón. Noticias de este chico también le llegaron a la Asociación de Burros Domésticos y Salvajes, y este colectivo presentó una queja ante mi padre exigiendo que hiciese desaparecer el corral de las supuestas yeguas carnívoras y sacase a las pobres yeguas difamadas que habitaban en él de ahí. Hasta hubo que pagar una indemnización. El dinero lo iba a poner Papá, porque creía que era mucho para que lo pagase Epón, pero apareció Elysio con una pequeña fortuna y dijo que las hadas  polillas siempre sabían dónde encontrar dinero y que por eso algunos consideraban de suerte ver alguna polilla, y eso era señal de que iban a recibir dinero o algún regalo de valor. 

     

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