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sábado, 28 de octubre de 2023

269. Las cuatro candidatas del cuarto círculo de hadas

269. Las Cuatro Pretendientes del Cuarto Círculo de Hadas

Yo estaba jugando al golf con Camy, la sobrina de la tía Mabel, cuando la chica se dio cuenta de que yo no me estaba concentrando para nada en el juego.

“¿En qué estás pensando? ¿Qué te preocupa?”

“¿Se nota, verdad?” la contesté. “Nunca te imaginarías lo que me pasa.”

Y cuando ella insistió en que se lo contase, la dije lo que me pasaba. La Tía Nekutarin me oyó cuando hable y dijo inmediatamente, “¿Estás pensando en casarte con una muchacha para que tu amigo no la haga daño? ¿Tú quieres a esta chica?”

“No,” dije yo. “Ni siquiera creo que tengamos mucho en común. Pero ella ha pasado por mucho y no quiero que la vuelvan a hacer daño.”

“Pero se lo harás tú. Si te casas con esa chica, tarde o temprano se enterará de que no la quieres y se sentirá fatal. ¿Con quién quiere ella casarse? ¿Contigo o con tu amigo? ¿O tal vez con ninguno de los dos?

“Ese es el problema. Ella no sabe que yo estoy considerando casarme con ella. Mi amigo se lo ha pedido y ella ha dicho que sí. Pero ahora él está pensando que su madre tal vez le encuentre otra novia más adecuada, y si esto ocurre, él dejará a la primera chica y se casará con la nueva. Y la primera se sentirá herida y tal vez yo debería pedirla que se case conmigo para que no se sienta tan mal.”

“¡No debes hacer eso en absoluto!” exclamó Títa Nekutarin. “Uno no debe proponer matrimonio a alguien que no ama. Sería un error gravísimo. La chica rechazada debe acostumbrarse a la idea de que la ha plantado tu amigo sinvergüenza. No somos mortales. No va a suicidarse por despecho. Si tú pides su mano, se la partirá el corazón dos veces, porque tarde o temprano se enterará de que no la quieres.”

“¿Betabél sabe que Alpin está buscando una novia mejor?” preguntó Camy, y yo le expliqué a ella y a su tía abuela que la Señora Dulajan le había pedido a mi Tía Cybela que le encontrase a Alpin una pareja mejor porque no le gustaba esta. Y que Alpin estaba dispuesto a dejar plantada a Betabel si llegase a tener un pájaro mejor en mano.

“La Señorita Aislene cree que Betabél no es muy lista y teme que ella y Alpin tengan hijos tontos.”

“Lamento decirte que la Señora Dulajan probablemente tenga razón,” dijo Tita Nekutarin. “La tal Betabel no puede ser muy lista si ha aceptado la propuesta de Alpin. Y en cuanto a él, sea listillo o no, en mi opinión es un auténtico idiota.”

“Tita Cybela dice que Betabel tiene que estar desesperada, pero eso me hace pensar que la chica que Cybela vaya a elegir también lo estará. O algo peor. Porque podría estar desesperada por causas espantosas. Cybela no sólo le va a presentar una sóla chica a Alpin. Ha dicho que le presentará unas cuantas para que pueda elegir, y no creo que pueda haber tantas que quieran casarse con él, dada su particular forma de ser.”

“Pase lo que pase, tú no debes casarte por lástima, Arley. Sería una insensatez hacer eso.”

“¿Sabes qué, Tita? Arley ha hecho que sienta curiosidad por saber cómo serán las chicas elegidas por Cybela. ¿Crees que a Mamá la importará que las echemos un ojo?”

“Tu mamá está en casa. Se lo puedes preguntar tú misma,” dijo la Tía Nekutarin, y los tres dejamos la casa del Memorión y pasamos al lado, a la de Momo San.

La Señora Momo, o Señorita Anatolia, o Señorita Toli, o simplemente Toli, o Anita, como la llama su marido porque él tiene dificultad pronunciando la letra l, es la hermana mayor de Belvedere el  Mnemosino, y cuando la contamos lo que queríamos, ella también sintió curiosidad por saber quiénes podrían estar tan zumbadas como para querer casarse con Alpin.

“¿Seguro que este es Arley?” le preguntó a su hija la Señora Momo. “Porque si lo es. Podemos consultar a la fuente. No le importará ni a tu tío ni al mismísimo AEterno.”

Tras hacerme prometer que no revelaría nada de lo que iba a ver, la Señora Momo nos llevó a la parte trasera de su jardín y allí, escondida entre matorrales, vi una fuente que parecía un gran cuenco de piedra. Toli hizo que cuatro sillas de jardín se acercasen caminando hasta la fuente y la rodeasen. Entonces nos pidió que tomásemos asiento.

“A ver que me entere yo bien. Dices, Arley, que Cybela le va a presentar sus candidatas a Alpin en el cuarto círculo de hadas durante la fiesta de  Noche de Ánimas?” me preguntó la Señorita Toli. Yo asentí y ella se puso a manipular el grifo que tenía la fuente y pronto el cuenco se fue llenando de agua. “Aquí debe estar la información,” dijo Toli.

Nos pusimos a contemplar el agua y allí vimos a Alpin hablando con Tita Cybela. Y desde ese momento pudimos ver todo lo que iba a acontecer entre ellos en el cuarto círculo de hadas la noche de ánimas tan claramente como si estuviésemos presentes aunque invisibles.

“Te voy a presentar a unas chicas casaderas y si ves a alguna que te guste, pídela que te acompañe a la fiesta de Halloween de Michael O’Toora. Si accede a acompañarte, eso querrá decir que también está interesada en ti. Bien, pues la primera candidata se llama Lía Nudos. Lía, tesoro, vente para acá. Hay aquí alguien que quiere conocerte.”

Una chica muy mona, muy delicada, vestida con un traje de la más vaporosa tela de arañas, se acercó a nosotros. Sí, a nosotros, porque yo estaba presente por partida doble, presente como mi yo futuro y también como mi yo actual, aunque este segundo yo era invisible. La muchacha tenía el cabello muy largo y avioletado, pero su melena estaba llena de nudos. Y sus largos y finos dedos estaban muy ocupados liando todavía más nudos.

“¡Pero, Alpin!” exclamó la Señora Dulajan. “¡Qué suerte tienes! ¡Si esta chica es monísima!”

“¡Debe estar nerviosísima!” dijo Alpin, pensando que los nervios estaban llevando a Lia a hacerse tantos nudos en el pelo.

“No, cielito,” dijo la Tía Cybela. “Creo que ella tiende a atar nudos. Es algo compulsiva.”

“¿Es un tic? Pues yo no voy a atarme a esta,” dijo Alpin. “Si no puede dejar de hacer nudos, ¿cómo va a limpiar mi casa y cocinar para mí? ¡Habrá pelos en mi comida! ¡A está yo no la quiero!”

“A veces la gente compulsiva deja de serlo cuando se casa,” dijo la Señorita Aislene débilmente.

“¡No pienso correr riesgos!” le espetó Alpin a su madre.

Y mi prima Arabela se acercó a nosotros y se llevó a Lía para otra parte lo más discretamente que pudo.

“¡Veamos a  la siguiente!” demandó Alpin.

“¿Ves ese roble? Esa chica que está bajo el roble es la Señorita Yule de Bug.”

“¿Qué? ¿Qué es un yuldibug?” preguntó Alpin. “¿De dónde es esta persona?”

La cosa fue a peor cuando vio mejor a la chica.


La Señorita de Bug tenía algo como una chinche gigante en la cabeza. Probablemente se trataba sólo de una sombrero extraño, o tal vez de un disfraz de Halloween. Creo que la chica no estaba mal, pero no era fácil quitarle ojo a la chinche para poder ver bien a la chica que la lucía.

“Dijiste que necesitabas una limpiadora. Pues la Señorita de Bug es una especie de limpiadora. Es exterminadora de plagas. La mejor exterminadora profesional que hay en los alrededores del Bosque Triturado. Jamás verás a un insecto malvado en tu hogar.”

“¡Ni hablar!” chilló Alpin. “¡Esa que no se me acerque! No pienso meter a una tía ducha en venenos en mi casa. Si las cosas se salen de madre, puede que me extermine a mí.”

“Creo que Alpin tiene algo de razón en este caso,” dijo la Señorita Aislene, tocándole el brazo a su hijito. “¿Podrías hacerlo un poco mejor, Cybela?”

“Bueno, pues mirar hacia el puesto de limonada. Ahí, rodeada por sus muchos admiradores, está la Señorita Aureana Buscaoro, una belleza Californiana. ¿La pido que se una a nosotros?”

“¡Pero Alpin! ¡Qué maravilla!” exclamó la Señora Dulajan. “¡Qué buena moza! ¡Sí se parece a Fiona!”

Aureana sí que se daba un aire a Fiona, pero no se parecía lo bastante. Resultaba un poco ordinaria, a pesar de todos los vejestorios que la rodeaban.

“No,” dijo Alpin. “Lo que parece es una Fiona en bruto. Como si fingiese ser lo que no es. Apuesto a que es más dura que un puñado de clavos.”

“Tu hermana tiene mucho carácter,” insistía  Aislene. “No hay nada malo en eso.”

A la tal Aureana no hubo que llamarla. En cuanto se fijó en que la mirábamos, ella misma se acercó a nosotros y le preguntó a Alpin, “¿Y tú que me ofreces?”

“¿Yo? ¿Ofrecerte algo a ti?” respondió Alpin. “No, tía, no. ¿Qué puedes hacer tú por mí? ¿Puedes cocinar? ¿Sabes barrer? ¿Estás dispuesta a hacer lo que haga falta para tenerme contento?”

Aureana se dio media vuelta y se fue trepando por la hierba con sus zapatos dorados de tacones altísimos con diamantes incrustados.

“Esto no está yendo demasiado bien. ¿A qué no, Cybela?” gruñó Alpin.

“Veo que buscas una mujer maternal,” dijo Cybela sin inmutarse. “Deja que te presente a Angelratita Campanario. Veamos si es de tu agrado.”

Angelratita Campanario se manifestó ante nosotros de golpe y porrazo, o más bien lo hizo su cabeza, adosada a unas alas de murciélago. Y la más sorprendida de todos fue la Señorita Aislene.

“¡Uy! ¡Pero si eres la locatis de Angi Campanario en persona!” exclamó la Señora Dulajan. “Estaba pensando si se trataría de tu hija. Angi y yo aprendimos a leer juntas en la biblioteca del Santo Job. ¿A qué sí, Angi la loca? ¡Anda que no ha pasado tiempo!”

“¿Pero tú quién te crees que soy yo?” le rugió Alpin a Cybela de muy malos modos. “¿Te piensas que soy Ator? ¿Qué quiero una momia alada por esposa? Las momias no son maternales. Yo ya tengo una novia perfectamente válida, mansa, humilde, obediente. A ver si te enteras y mejoras eso.  Y no me gustan las robacunas que encima tienen fama de chifladas.”

“Ay, Angi,” dijo la Señora Dulaján. “Tú siempre estuviste un poco zumbada, pero realmente quieres casarte con un chico que podría ser tu hijo? No me lo puedo creer.”

“Ese niñato podría ser mi tataranieto, eso es lo que podría ser,” dijo la Señorita Angi, tronchándose de risa. “Y ya me he casado con jovencitos antes. En más de una ocasión. Es divertido mientras dura.”

Angelratita explicó riendo que sólo quería tomarle el pelo a Alpin y lograr que apreciase más a las verdaderas aspirantes a su mano. Y mientras ella y su amiga Aislene parloteaban, poniéndose al día y contándose lo que habían estado haciendo todos estos años que llevaban sin verse, Tita Cybela le comunicó a Alpin, que estaba de temerle más que un nublado, que la quedaba una candidata por presentarle a Alpin que era alguien realmente sin igual.

“Esta tiene dinero,” le aseguró Tita Cybela. “Y no te va a pedir un céntimo. Va a heredar un reino. Y tiene una recua de criados. Todos los que vayáis a poder necesitar en la vida. ”

“Mi madre dice que los criados son enemigos pagados. Yo quiero que mi mujer me sirva con sus propias manitas blancas,” dijo Alpin.

“No, no seas caprichoso, cielo. Cuanto más tiempo libre tenga tu mujercita al no tener que hacer labores domésticas, más actividades placenteras podréis disfrutar juntitos.”

“¿Esta especie de princesa tiene el pelo rosa? No aceptaré a una tía que no lo tenga.”

“Ay, niño, si no lo tiene, se lo podrá teñir,” dijo la tita. “Y tú algún día serás rey consorte.”

“Vale,” dijo Alpin. “No me importaría ser rey. Eso no debe estar nada mal. Veamos a está princesa heredera del trono.”


Y nos presentaron a su alteza Abstracta Rompespejos, hija de Katakrakus Primero, el Imperecedero, rey de unas tribus de semi-ogros que habitaban en un lugar del que afortunadamente jamás habíamos tenido noticia alguna, y cuyas caras no estaban distribuidas como las nuestras. Sí, eso, porque la boca de Abstracta estaba donde tenía que estar, o sea, encima de su barbilla, pero sus cejas estaban en sus mejillas, una en cada lado, encima de esa boca, aunque no tan juntas como para parecer un bigote. Uno de sus ojos tampoco estaba  del todo mal colocado, hallándose casi encima de su nariz, pero el otro estaba debajo de esta, y sus orejas tampoco estaban a los lados de su cabeza. No podría decir exactamente donde estaban, porque no me atrevía a mirarla mucho, para no parecer maleducado, pero donde debían estar, pues no, no estaban.

“¡Yo voy a casarme con una chica que se parece a Brezo!” gritó Alpin, ya furibundo. “Brezo, a la que amo apasionadamente. ¡La mejor mujer que yo he visto!”

“¿Brezo?” exclamó Tita Cybela. “¿Nuestra Brezo? Ay, no, querido. Ahora soy yo la que dice que ni hablar. ¡Brezo no es para ti! Tenemos otros planes para ella.”

Y antes de que yo también pudiese decir que mi hermana jamás se casaría con Alpin, algo inesperado sucedió.

Quintín Andaraudo, el hermano mayor de Carlitos, apareció de la nada y se posicionó delante de Alpin, y estaba claro que se iban a ver las caras. Y el aparecido dijo muy tajantemente que Brezo ya tenía pareja, y que esa pareja era él.

Bueno, yo no sé mucho sobre los Andaraudos, pero es sabido por todos que el tal Quintín es de armas tomar y no hay que meterse con él a la ligera. Y su hermano Carlitos, debo admitir, era la pareja perfecta para Arabela o Belinda. No estoy seguro de para cual, porque Carlitos y Nicolás Dulcepluma y las gemelas azules van a todas partes juntitos los cuatro y no hay quién se aclare con esa comitiva. Pero estos dos chicos son estupendos caballeros sirvientes y probablemente sean los novios más atentos y complacientes que pueda haber en el reino de las hadas. Las Gemelas Azules son un desastre encontrando pareja a la gente, pero cuando la buscaron para sí mismas, dieron en la diana, porque ellas no deben ser fáciles de aguantar. Y si Quintín se parecía en algo a su hermano, tal vez era mejor que yo permaneciese callado hasta saber más de este asunto, porque podría no ser mala pareja para mi hermana bondadosa, siempre que a ella le gustase. Aun así, me sorprendió que Quintín apareciese para defender a Brezo de esta manera tan repentina. ¿Estaría este chico echando un farol, o es que había algo que yo ignoraba entre él y Brezo?

“Pues me caso con otra,” dijo Alpin tranquilamente. “¿Eso también te supone un problema? ¿Sigues queriendo que quedemos para batirnos en duelo?”

 

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