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lunes, 13 de noviembre de 2023

270. Testigos de boda

270. Testigos de boda

Nadie quería ser testigo de la boda de Alpin. Y sin testigos, no hay boda. Sólo un pacto entre los novios. Así son las bodas en el mundo de las hadas. Nadie casa a los novios. Ellos llegan a un acuerdo y prometen cumplirlo. Si no hay nadie más presente cuando llegan al acuerdo, entre ellos queda la cosa. Si hay alguien más presente, este alguien se convierte en un testigo de lo que entonces se llama boda.

Alpin estaba hecho una furia. Él hubiese querido una grandísima boda que sobrepasase en altura la de Richi y Brana. Pero su madre le hizo prometer a su padre que no le daría un céntimo a Alpin para celebrar aquello, Fiona le prohibió la entrada a su spa, echándole sus perros y todo cuando la amenazó con arruinarla el negocio si Santichu no se encargaba del banquete y Darcy desapareció sin dejar señas pero sí un sustituto, Bayo, en las cuadras de Mamá. Bayo dijo que Darcy no había dicho a dónde se iba, pero sí había dicho que si alguien preguntaba por él que dijese a ese alguien que no preguntase por él. En cuanto a Richi y Brana, como era noviembre, estaban de vacaciones en lugar desconocido, celebrando su aniversario y Alpin no quería esperar a que volviesen.

Tenía razones para apresurarse. Temía que Betabél cambiase de idea o alguien reventase su boda. Su madre le había dicho que trajese a cenar a su casa a la niña esa y aunque esto parecía una concesión, no lo era. Intentando disimular su desagrado, Aislene habló con Betabél y la enseñó un enorme anillo de tres diamantes, todos de cuarenta quilates.

“No he podido organizar ninguna boda. Desde luego no la boda de alguno de mis hijos,” le dijo Aislene a Betabél, poniendo voz de pena. “Fiona no quiso boda. Entonces estaba siendo el blanco favorito de las malas lenguas y no quería llamar la atención todavía más. Brana se encontró con todo ya listo y encima para otra persona, a Darcy no hay quién le case. Ninguna le logra cazar. Mi última oportunidad de organizar una gran boda es esta. Si en lugar de casarte ya mismo esperas un poquito, dándome tiempo para organizar una boda preciosa, espectacular e inolvidable, yo te regalaré esta sortija que es la mejor de mis joyas. Mira como brilla. Pruébatela, verás que bonita te queda.”

Lo que quería Aislene al ofrecer esta joya a su futura nuera era ganar tiempo para que Alpin se aburriese de Betabél y desistiese de querer casarse con ella. Pero Betabél no entendía de lujos y no picó. Así que la treta de Aislene no dio resultado. Entonces la Señora Dulajan se quitó la careta y acudió a la isla de Malroso y montó un escándalo ahí que hizo temblar la tierra y dejó enferma a la pobre Ceci durante semanas. Y Malroso lo pagó con Betabél, invitándola a irse de la isla, que ya había dado más lata de la que merecía y que cualquier ser normal pudiese soportar.

Los padres de Betabél estaban, si cabe, aún más disgustados que Aislene con esta alianza. Sus hermanos y hermanas negaban el saludo y la palabra a Betabél, así que por ahí tampoco iban a encontrar apoyo los novios. Entonces, Betabél se acordó de los viejos del monte, unos tíos abuelos suyos que vivían aisladísimos en el norte y nunca se enteraban de nada y a los que todos tenían olvidados, y que probablemente hasta se habían olvidado de sí mismos. Esos serían los testigos. Esos y yo. Ya me había amenazado la Señorita Aislene con renegar de mí si apoyaba a su hijo en esto, pero yo no veía como la iba a poder complacer, pues mi deber era vigilar a Alpin, sobre todo ahora que su familia pasaba de él, y, aun no queriendo, iba a tener que ser testigo, ocular al menos, de esa boda.

Betabél no aguantaba más en casa de sus padres, y ellos tampoco querían tenerla ahí, pero no tenía dónde ir, y me pidió que buscase en mi bola de cristal a los viejos del monte. 

Cuando los encontré, me di cuenta de que no iban a gustarle nada a Alpin. Se lo iba a decir, pero él no me dejó hacerlo.

“Concierta una cita con esa gente que has encontrado, Arley. Vamos a ir a verlos.”

“Verás, es que ellos…”

“¡Calla y haz lo que te he dicho! ¡Bastante me han contradicho ya hoy y de por vida!” me gritó.

Y yo pensé que si Alpin veía a estas personas, sería capaz de romper el compromiso. A Alpin no le gusta nada la gente que ahorra en comida. Y esta pobre gente… A su lado, la sopa de hierba de Generoso y Dadivosa era un bocado para emperadores  romanos. A Betabél la dolería que la dejasen, pero como me había dicho Tita Nekutarin, a la larga vería que fue para su bien. 

Bueno, pues ya éramos tres los posibles testigos, si es que iba a haber boda. También iba a haber otro testigo más, aunque sólo yo le tenía a ese en cuenta. Se trataba de Ángelratón Campanario Gris, el hijo de Angelrata, la amiga de Aislene. ¿Y ese que pinta aquí? Seguro que me preguntareis eso.

Adquirí a este chico en la fiesta de Halloween de Michael O’Toora, donde el escándalo de la noche fue el comportamiento de Aislene al ver que nadie se molestaba en apoyarla en sus planes para deshacerse de Betabél. No voy a entrar en detalles, pero todos huían de ella, y a nadie le importaba un bledo lo que fuese de Alpin…y de la pobre Betabél. No encontró quién se prestase a reventar la boda y montó en demasiado visible cólera.  Alpin se había largado furioso del cuarto círculo de hadas en busca de Betabél, y por eso el escándalo no fue mayor de lo que fue. Pero bastó para poner de los nervios a mucha gente.  

Pues el pobre Ángelratón tenía sólo dos añitos y había tenido que abandonar el campanario donde vivía en Italia tras dejar la casa de su padre, un gigoló al que no le convenía que le viesen con un hijo. Ángelratón iba camino de quedarse sordo, pues los encargados de la iglesia en la que residía habían restaurado la campana tras más de cien años en desuso y pensaban utilizarla hasta para dar la hora. Las hadas murciélago no se quedan sordas normalmente, pero este niño no era normal. Le pasaba algo así como a mí con mi alergia, que tampoco es normal en un hada, pero existe. Bueno, la cosa es que el niño ya vivía solito y no sabía dónde ir y había intentado vivir con su madre, que pasaba de él, porque tampoco encajaba un hijo con su estilo de vida,  pero que pensó que si Alpin se casaba, yo me quedaría sin amigo y Ángelratón podría ocupar ese lugar en mi vida. Lo último que yo necesitaba era un bebé patético a mi cargo, pero ya le había endilgado a mis padres a Melisa demasiado recientemente. Y este niño ya tenía dos años y se había emancipado con el consentimiento – yo diría que con la presión – de sus padres, y aunque en mi opinión era demasiado pronto, alguna idea de cuidar de sí mismo tendría. 

En fin, que me dio una pena horrible ver al niño ese ahí solito en la fiesta de Halloween de Michael O’Toora, sonriéndome tímidamente desde la distancia y a la espera de permiso para acercarse, mientras su madre hablaba conmigo para endilgármelo. Allí había mucha gente, y yo podría haberme dirigido a grito pelado a los invitados, preguntando si alguien quería hacerse cargo de un pobre niño sin hogar, pero me pareció una idea horrible, que no daba garantías y además le haría pasar gran vergüenza, así que no lo hice. Accedí a encontrar para él un hogar, y dije que podía seguirme a donde yo fuese hasta que se lo encontrase. Le pregunté si estaba de acuerdo con eso y contestó, “Mi piace.”

Y ahora es como si tuviese tres y no dos sombras. Aunque he de admitir que de momento no está dando mucha guerra. Cuando llegamos a casa de mis padres casi de madrugada, yo le indiqué que esa noche él podía dormir en la segunda cama que hay en mi dormitorio, pero él se quitó los zapatos, dejando a la vista unos piececitos enanos con pequeñas garras en las puntas de los dedos, y se colgó del revés de la lámpara del techo y se quedó frito ahí. No frito de electrocutado, menos mal. Frito de dormido. Pero yo, asustado, le desperté por si acaso y le hice bajar de ahí, y entonces se colgó del dosel de la segunda cama y se volvió a dormir en el acto. El palacio de mis padres no tiene torres, pero sí una ultimísima planta que nadie usa más que de trastero, y ahí, junto a una ventana, le acoté una zona que convertimos en un apartamento.

“Mi piace,” dijo él cuando le pregunté si le gustaba, y yo creí que ya había cumplido con mi promesa. Le dije que podía bajar los viernes a cenar conmigo y mis hermanos en la planta de la zona de los sótanos que ocupa Timiano, pero el pobre niño no esperó al viernes y no ha dejado de seguirme a todas partes. Por suerte, cayó bien a mis padres, mucho mejor que Alpin, y hace todas sus diminutas comidas con nosotros en palacio sin tener problemas con nadie, pues le presenté a todos los habitantes en cuanto pude para evitar confusiones y que nadie le echase de ahí a escobazos. Bueno, eso no se le hace a los murciélagos en Isla Manzana, pero por si acaso.


¿Qué aspecto tiene Ángelratón además de patético? Pues es un niño pequeñísimo que puede transformarse en murciélago o no, pero que parece ser que prefiere ir por la vida transformado a medias. Es decir, como un niño normal, pero con grandes orejas de murciélago y garras pequeñitas en manos y pies.     

Y en el próximo capítulo supongo que volveremos al tema de la boda de Alpin.

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