270. Testigos de boda
Nadie quería ser testigo de la boda de Alpin.
Y sin testigos, no hay boda. Sólo un pacto entre los novios. Así son las bodas
en el mundo de las hadas. Nadie casa a los novios. Ellos llegan a un acuerdo y
prometen cumplirlo. Si no hay nadie más presente cuando llegan al acuerdo,
entre ellos queda la cosa. Si hay alguien más presente, este alguien se
convierte en un testigo de lo que entonces se llama boda.
Alpin estaba hecho una furia. Él hubiese
querido una grandísima boda que sobrepasase en altura la de Richi y Brana.
Pero su madre le hizo prometer a su padre que no le daría un céntimo a Alpin
para celebrar aquello, Fiona le prohibió la entrada a su spa, echándole sus
perros y todo cuando la amenazó con arruinarla el negocio si Santichu no se
encargaba del banquete y Darcy desapareció sin dejar señas pero sí un
sustituto, Bayo, en las cuadras de Mamá. Bayo dijo que Darcy no había dicho a
dónde se iba, pero sí había dicho que si alguien preguntaba por él que dijese a
ese alguien que no preguntase por él. En cuanto a Richi y Brana, como era
noviembre, estaban de vacaciones en lugar desconocido, celebrando su
aniversario y Alpin no quería esperar a que volviesen.
Tenía razones para apresurarse. Temía que
Betabél cambiase de idea o alguien reventase su boda. Su madre le había dicho
que trajese a cenar a su casa a la niña esa y aunque esto parecía una
concesión, no lo era. Intentando disimular su desagrado, Aislene habló con
Betabél y la enseñó un enorme anillo de tres diamantes, todos de cuarenta
quilates.
“No he podido organizar ninguna boda. Desde luego no la boda de alguno de
mis hijos,” le dijo Aislene a Betabél, poniendo voz de pena. “Fiona no quiso boda. Entonces estaba siendo el blanco favorito de las malas lenguas y no quería llamar la atención todavía más. Brana se encontró con todo ya listo y encima para otra persona, a Darcy no hay quién le case. Ninguna le logra cazar. Mi última
oportunidad de organizar una gran boda es esta. Si en lugar de casarte ya mismo
esperas un poquito, dándome tiempo para organizar una boda preciosa, espectacular e inolvidable, yo te
regalaré esta sortija que es la mejor de mis joyas. Mira como brilla.
Pruébatela, verás que bonita te queda.”
Lo que quería Aislene al ofrecer esta joya a
su futura nuera era ganar tiempo para que Alpin se aburriese de Betabél y
desistiese de querer casarse con ella. Pero Betabél no entendía de lujos y no
picó. Así que la treta de Aislene no dio resultado. Entonces la Señora Dulajan
se quitó la careta y acudió a la isla de Malroso y montó un escándalo ahí que hizo temblar la tierra y dejó enferma a la pobre Ceci durante semanas. Y Malroso lo pagó con Betabél,
invitándola a irse de la isla, que ya había dado más lata de la que merecía y que cualquier ser normal pudiese soportar.
Los padres de Betabél estaban, si cabe, aún más
disgustados que Aislene con esta alianza. Sus hermanos y hermanas negaban el
saludo y la palabra a Betabél, así que por ahí tampoco iban a encontrar apoyo
los novios. Entonces, Betabél se acordó de los viejos del monte, unos tíos
abuelos suyos que vivían aisladísimos en el norte y nunca se enteraban de nada
y a los que todos tenían olvidados, y que probablemente hasta se habían olvidado de sí mismos. Esos serían los testigos. Esos y yo. Ya me
había amenazado la Señorita Aislene con renegar de mí si apoyaba a su hijo en
esto, pero yo no veía como la iba a poder complacer, pues mi deber era vigilar
a Alpin, sobre todo ahora que su familia pasaba de él, y, aun no queriendo, iba
a tener que ser testigo, ocular al menos, de esa boda.
Betabél no aguantaba más en casa de sus padres, y ellos tampoco querían tenerla ahí, pero no tenía dónde ir, y me pidió que buscase en mi bola de cristal a los viejos del monte.
Cuando los encontré, me di cuenta de que no iban a gustarle nada a Alpin. Se lo iba a decir, pero él no me dejó hacerlo.
“Concierta una cita con esa gente que has
encontrado, Arley. Vamos a ir a verlos.”
“Verás, es que ellos…”
“¡Calla y haz lo que te he dicho! ¡Bastante
me han contradicho ya hoy y de por vida!” me gritó.
Y yo pensé que si Alpin veía a estas personas, sería capaz de
romper el compromiso. A Alpin no le gusta nada la gente que ahorra en comida. Y
esta pobre gente… A su lado, la sopa de hierba de Generoso y Dadivosa era un bocado para emperadores romanos. A
Betabél la dolería que la dejasen, pero como me había dicho Tita Nekutarin, a
la larga vería que fue para su bien.
Bueno, pues ya éramos tres los posibles
testigos, si es que iba a haber boda. También iba a haber otro testigo más,
aunque sólo yo le tenía a ese en cuenta. Se trataba de Ángelratón Campanario
Gris, el hijo de Angelrata, la amiga de Aislene. ¿Y ese que pinta aquí? Seguro que me preguntareis eso.
Adquirí a este chico en la fiesta de
Halloween de Michael O’Toora, donde el escándalo de la noche fue el
comportamiento de Aislene al ver que nadie se molestaba en apoyarla en sus
planes para deshacerse de Betabél. No voy a entrar en detalles, pero todos
huían de ella, y a nadie le importaba un bledo lo que fuese de Alpin…y de la
pobre Betabél. No encontró quién se prestase a reventar la boda y montó en demasiado visible cólera. Alpin se había largado furioso del cuarto círculo de hadas en
busca de Betabél, y por eso el escándalo no fue mayor de lo que fue. Pero bastó
para poner de los nervios a mucha gente.
Pues el pobre Ángelratón tenía sólo dos añitos y
había tenido que abandonar el campanario donde vivía en Italia tras dejar la
casa de su padre, un gigoló al que no le convenía que le viesen con un hijo.
Ángelratón iba camino de quedarse sordo, pues los encargados de la iglesia en
la que residía habían restaurado la campana tras más de cien años en desuso y
pensaban utilizarla hasta para dar la hora. Las hadas murciélago no se quedan
sordas normalmente, pero este niño no era normal. Le pasaba algo así como a mí
con mi alergia, que tampoco es normal en un hada, pero existe. Bueno, la cosa es que el niño
ya vivía solito y no sabía dónde ir y había intentado vivir con su madre, que
pasaba de él, porque tampoco encajaba un hijo con su estilo de vida, pero que pensó que si Alpin se casaba, yo me
quedaría sin amigo y Ángelratón podría ocupar ese lugar en mi vida. Lo último
que yo necesitaba era un bebé patético a mi cargo, pero ya le había endilgado a
mis padres a Melisa demasiado recientemente. Y este niño ya tenía dos años y se
había emancipado con el consentimiento – yo diría que con la presión – de sus
padres, y aunque en mi opinión era demasiado pronto, alguna idea de cuidar de
sí mismo tendría.
En fin, que me dio una pena horrible ver al
niño ese ahí solito en la fiesta de Halloween de Michael O’Toora, sonriéndome
tímidamente desde la distancia y a la espera de permiso para acercarse,
mientras su madre hablaba conmigo para endilgármelo. Allí había mucha gente, y
yo podría haberme dirigido a grito pelado a los invitados, preguntando si
alguien quería hacerse cargo de un pobre niño sin hogar, pero me pareció una
idea horrible, que no daba garantías y además le haría pasar gran vergüenza,
así que no lo hice. Accedí a encontrar para él un hogar, y dije que podía
seguirme a donde yo fuese hasta que se lo encontrase. Le pregunté si estaba de
acuerdo con eso y contestó, “Mi piace.”
Y ahora es como si tuviese tres y no dos sombras.
Aunque he de admitir que de momento no está dando mucha guerra. Cuando llegamos
a casa de mis padres casi de madrugada, yo le indiqué que esa noche él podía
dormir en la segunda cama que hay en mi dormitorio, pero él se quitó los
zapatos, dejando a la vista unos piececitos enanos con pequeñas garras en las
puntas de los dedos, y se colgó del revés de la lámpara del techo y se quedó
frito ahí. No frito de electrocutado, menos mal. Frito de dormido. Pero yo,
asustado, le desperté por si acaso y le hice bajar de ahí, y entonces se colgó
del dosel de la segunda cama y se volvió a dormir en el acto. El palacio de mis
padres no tiene torres, pero sí una ultimísima planta que nadie usa más que de
trastero, y ahí, junto a una ventana, le acoté una zona que convertimos en un
apartamento.
“Mi piace,” dijo él cuando le pregunté si le
gustaba, y yo creí que ya había cumplido con mi promesa. Le dije que podía
bajar los viernes a cenar conmigo y mis hermanos en la planta de la zona de los
sótanos que ocupa Timiano, pero el pobre niño no esperó al viernes y no ha
dejado de seguirme a todas partes. Por suerte, cayó bien a mis padres, mucho
mejor que Alpin, y hace todas sus diminutas comidas con nosotros en palacio sin
tener problemas con nadie, pues le presenté a todos los habitantes en cuanto
pude para evitar confusiones y que nadie le echase de ahí a escobazos. Bueno,
eso no se le hace a los murciélagos en Isla Manzana, pero por si acaso.
¿Qué aspecto tiene Ángelratón además de
patético? Pues es un niño pequeñísimo que puede transformarse en murciélago o
no, pero que parece ser que prefiere ir por la vida transformado a medias. Es
decir, como un niño no
Y en el próximo capítulo supongo que volveremos al tema
de la boda de Alpin.
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