277. A trabajar
Antes de partir de viaje o en alguna misión,
siempre paso por casa de mis hermanas. Las que son un poco mayores que yo,
Brezo y Cardo. A las otras sólo las veo muy de vez en cuando y suele ser en
reuniones familiares.
Yo voy a ver a Brezo y Cardo para que me
deseen suerte, y ellas lo hacen y la suelo tener, creo yo. Así que el treinta y
uno de diciembre encontré a Brezo en el jardín de su casa ideal, quitando la
nieve de la caja de cristal del Sr. Binky con una pala.
“Voy a plantar bulbos alrededor de este
monumento,” me dijo. “Haré que la nieve no caiga aquí. Cardo dice que no hace
falta que haga nada de esto porque el Sr. Binky está muy bien conservado ahí
dentro. La nieve no permea, y la lluvia tampoco. Pero temo que alguien pueda
confundir la caja con un banco de nieve blanda y darse un porrazo si no se ve.
Un pequeño jardín en el que siempre es primavera, eso pretendo plantar. Para
que la gente sepa donde no pisar. ¿Te parece bien, Arley?
“¿Se te ha ocurrido alguna vez que alguien
podría secuestrar al Sr. Binky y pedir un rescate por él?” gritó Cardo,
saliendo de su casa ideal seguida por sus seis cachorros Lorcan. Es esta una
raza especial creada por Finbar O’Toora y Cardo había pedido un perrito de estos
por Navidad, pero se enteró más gente de la cuenta y ahora tenía media docena.
"¿Quién pagaría por él?" pregunté yo, pero Brezo se tomó lo que decía Cardo más en serio.
“¡Calla, Cari! No des ideas a los que nos
escuchan. Y vente para acá. Arley ha
venido a decir adiós. Quiere empezar a trabajar mañana.”
“¿Mañana? ¿Por qué no espera hasta después de
Reyes? ¿O hasta el día siguiente al cumple de la abuela Divina?”
“Quiero terminar mi entrenamiento lo antes
posible,” dije yo.
“¿Sabes lo que aprendimos en Nochebuena? La
abuela no tiene un cumpleaños en realidad. Eligió uno para sí misma. ¿Sabes por
qué eligió la noche de Burns como su cumple?” me preguntó Brezo.
Yo no tenía ni idea de por qué había elegido
esa fecha y mis hermanas tampoco.
“Mamá dice que por eso el abuelo nos echó de
su casa cuando le llevamos una tarta para animarle a celebrar su cumple. Dice
que se pone como una fiera cuando alguien menciona su cumple porque él no tiene
uno que se sepa. Parece que ha existido siempre. Y la abuelita también.”
“Pero ella solucionó su carencia eligiendo
una fecha. Él sólo rabia.”
“Y se niega a celebrar el cumple de la
abuela, así que ya no puede celebrar la noche de Burns con ella tampoco.”
“La primera vez que la abuela dio su fiesta
de cumpleaños, todo el mundo perseguía al abuelo preguntándole cuando era el
suyo. Él había acudido a esa fiesta pensando que lo que se estaba celebrando
era el cumpleaños de Burns. Le dio una pataleta cuando se enteró de lo que
realmente estaba pasando y no ha vuelto a salir de casa el veinticinco de enero
desde entonces.”
“Típico del abuelo,” concluí yo.
“¿Vas a volver a plantar este jardincillo,
Brezo?” preguntó Cardo a nuestra hermana. “¿Cuántas veces van ya?”
“¿Por qué no la ayudamos? No tengo nada que
hacer hasta esta noche,” dije yo.
“¡Andaraudo!” gritó Cardo volviéndose hacia su casa. “¡Sal
aquí fuera y demuestra que sirves para algo! ¡Ayuda a mi hermana con esta
absurda tarea que no deja de realizar!”
Quintín Andaraudo, con una gran sonrisa, salió de casa de Cardo,
donde estaba jugando al billar, y cogió la pala y se puso a cavar a una
velocidad alucinante. Acabó en dos segundos, moviéndose más rápido que cualquiera
que yo haya visto retirar nieve.
“Para esto sirven los Andaraudos,” me susurró
Cardo, “desde que su primer ancestro, un tipo muy lento, deseó encarecidamente que
sus descendientes fuesen más rápidos que él.”
Entonces Cardo se volvió a Quintín y le dijo
que cavase agujeros y nosotros echamos bulbos en ellos y él los tapó.
“¿Habéis plantado todos? ¿Sí? Pues ahora te
toca recitar el hechizo de perpetuidad, Brecito. Con suerte, esta vez
perdurará el jardín,” dijo Quintín a mi hermana. “Yo no me sé ese.”
“Brezo ha plantado este jardín antes,” dijo
Cardo. “Al principio todo queda bien, pero por alguna razón, con el tiempo, el
jardín no se sostiene. Dime, Arley, ¿será que Tito Gen viene a escondidas y
rompe el hechizo y se carga el jardín para que la caja de Binky quede cubierta
en invierno por nieve, en primavera por flores nuevas, en otoño por hojas caducas
y en verano por malas hierbas? En mi opinión debería de hacer eso, por lo mal que fue tratado. Estoy con
él, si lo hace, aunque he pedido que me regalasen estos perritos para pillar al
que rompe el hechizo de Brezo.”
“Arley, hemos estado pensando en qué hacer
con el Sr. Binky y se nos ha ocurrido de todo. Hemos pensado en esperar a que
vuelva a ser un niño tan pequeño que pueda volver a ser adoptado. Encontraríamos
un lugar para él en la familia Andaraudo. No es que pegue mucho entre esa
gente, pero puede que haya cambiado, y tal vez ahí le influyan para mejor. Y a la madre de Quintín le encanta tener
bebés correteando por su casa. Dice que debería de haber uno al menos en
todas,” me dijo Cardo.
"Emilia es una mujer muy cariñosa," me aseguró Brezo.
“Hemos valorado mandarle a Sherbanania con Pedrito y Mari, para que ponga ese lugar en orden, en lugar de fastidiarnos aquí. Ya que le gustan tanto los humanos, que les atosigue a ellos. Pero Papá nos ha quitado la idea de la cabeza. Dice que el abuelo se subiría por las paredes si nos metemos en asuntos de mortales, y que de todas formas arreglar la vida de los humanos no es algo que pueda hacer Binky, él mismo lo sabía, por eso intentaba cambiar la nuestra. Así que eso queda olvidado," me explicó Cardo.
"También hemos pensado en meterle en una nave, como Tito Richi hizo con sus secuestradores. Podría dedicarse a perseguir a esos dos sinvergüenzas e intentar que esos paguen impuestos, como lo que tienen a bordo es inagotable, pues no sería tan grave. Pero la abuela Divina dice que la pasta que hay en El Secuestrador Errante en realidad es de Tito Richi y que le podría dar una depresión si tuviese que pagar impuestos en lugar de gastar lo que produce como un loco, y que igual dejaría de cantar y de pasearse por los campos y que nos moriríamos todos de hambre, porque el abuelo no piensa volver a ponerse a trabajar en el campo ni así le maten," siguió Brezo.
"Cualquier cosa que implique a Tito Ricatierra es asunto delicado, porque el abuelo enseguida muestra los colmillos cuando algo afecta a su Demetrio,” añadió Brezo.
“Ese tito es intocable,” asintió Cardo. “Y Tito Gen dice que hacer que Binky persiga a alguien es tan inhumano como antihadas. Y él debería saberlo.”
“Papá hizo eso, lo sabéis,” dije yo.
“Papá,” asintió Cardo. “¿Le parece bien a
Papi que trabajes para el abuelo?”
“No. Dice que este trabajo me va a dar un
dolor de cabeza del que ya no me voy a librar jamás y que si siento algún amor
por mí mismo, no me va a gustar nada y que acabaré en la lista negra del abuelo
cuando decida dimitir. Como Ati. Pero lo tengo que intentar, ¿no? Algo aprenderé. Además, yo no veo que se porte el abuelo tan mal con Ati.”
“Si te fijas, en realidad no se suele portar muy mal con nadie. Rabiar, rabia mucho, pero hacer, no hace. Sólo deja que pase lo que sea. Lo que la gente se ha buscado. Pero si ahora no le da la vara a Ati es por atención a Gatsabé, y por los Atsabis," dijo Brezo.
"Pues a nosotras no hecho de su casa con cajas destempladas," le recordó Cardo.
"Porque pensaría que le estábamos vacilando. Probablemente que la abuela nos mandó ahí para provocarle," dijo Brezo.
"¿Desaparecerás para siempre o por lo menos
hasta que dimitas, Arley?” preguntaron mis hermanas a la vez.
“Creo que desapareceré durante unas semanas o
unos meses, hasta que aprenda el oficio. Luego tendré los fines de semana
libres y algunos días más también. Seré parte de un equipo, así que haremos
turnos y cosas de esas.”
“¿Entonces te volveremos a ver?”
“Podría ser. Entonces me veréis como veis a Camelia. En fiestas y vacaciones. Ella
trabaja con los mnemosinos, y yo he de ser como ella.”
“Nadie jamás ve al Memorión. Sabemos que
existe, pero nunca le hemos visto. Debe ser complicado ser la memoria del abuelo. Tener que recordarle lo que tiene que recordar cuando sea necesario recordarlo y no en otro momento para que el yayo no tenga que estar preocupado todo el tiempo,” dijo Cardo.
“Sé que Belvedere cena con Tita Mabél. No sé con cuanta
frecuencia.”
“¿Te vas a llevar a Pati Intrépida contigo?”
“Ella dijo que sí que quería venirse. Me lo
dijo durante la fiesta de Navidad. La recogeré mañana temprano y nos
encontraremos con Camelia en casa del Señor y la Señora Momo. O sea, de Tía Toli y Momo San.”
"Él la llama Tori. ¿Es Toli o Tori? " preguntó Cardo.
"Se llama Anatolia. A él a veces le cuesta pronunciar la l," dijo Brezo.
"Sí," dije yo, "a los chinos les cuesta pronunciar la r pero a los japoneses es la l la letra que les cuesta pronunciar."
“Pues ven a tomar un té con nosotros ahora, por
los viejos tiempos. Será la última vez este año,” me volvieron a decir las dos a la vez.
Eso hice, y mis hermanas me preguntaron que
se iba a hacer con mis regalos de reyes, y yo las pedí que me los guardasen
hasta que volviese, y que los podían usar mientras yo no estaba, y que utilizasen los perecederos antes de que se estropeasen, pero ellas dijeron que me los mandarían porque seguro que
yo querría dar las gracias por ellos y para eso tenía que saber que eran.
Tras el té nos vestimos para la fiesta de Nochevieja. Cuando el reloj dio las doce, me despedía de Mamá que se puso a llorar. Esto me sorprendió, porque tampoco es que nos veamos mucho, pero quizás la música que sonaba tan fuerte la afectó. Entonces busqué a Pati, lo cual fue fácil, porque se había pasado la noche siguiéndome por todas partes como una tercera sombra. Así de motivada estaba.
Cuando llegamos a la casa de Momo, ella le preguntó a Camelia, “¿Cómo se llaman las soldadas? ¿Las guardianas de la fuente morada?”
“Sus nombres son Oliva y Avelina,” dijo Camelia.
Y nos dijo que había una tercera, casi siempre invisible, pero que siempre acompañaba al abuelo y que se llamaba Laurel.
Y puede que no se vuelva a saber de mí por un
tiempo, porque nos fuimos a trabajar.
Procurad tener un feliz año nuevo. Yo os lo
deseo.
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