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domingo, 31 de marzo de 2024

281. La Cuarta Carta Lunar

281. La cuarta carta lunar de Brezo para su hermano Arley, escrita durante la agridulce luna lila y que trata de celos y sutil venganza.

Hola, queridísimo hermano,

Parece que estoy sola otra vez. Y estoy a punto de pasar por el manicomio para visitar al pobre Beaurenard.

Me di cuenta de que faltaba durante la cena anoche. Los hombre de palo aparecieron con sus largas napias y su vajilla fina y comida cara, pero ahí no había quién se comiese las uvas verdes.

Pregunté a los autómatas donde estaba Beaurenard. Se juntaron todos y se pusieron a mirarse los unos a los otros, y luego me miraron a mí. Pero no estaban programados para contestar a eso. Así que cene sola. Muy poquito, porque estaba demasiado preocupada para pensar en comida.

Y esta mañana, temprano y en punto Mauelito vino a mi casa para reclamar su prometida tarta de cumpleaños mensual. Yo le había preparado una tarta de chocolate de siete piezas con relleno y cobertura de cacao, y la había decorado con fragante azúcar de lilas.

Las lilas son todas comestibles en principio, porque pertenecen a la familia de los olivos. Lo difícil cuando se utilizan en la cocina es capturar su delicado aroma antes de que se fugue.

Pero sigo. Mauelito vino con Purpurina, la primera gata de la Abuela Divina. Ya sabes como esta preciosa gatita arco-iris siempre deja polvo de hadas brillante por donde pasa, pero que no trae problemas porque el polvo se desvanece a los dos minutos. Purpurina le dio con su naricita a Mauelito y le susurró “¡Díselo!” muy quedamente. Pero él se hacía el difícil. Cuando Purpurina le importunó más de una vez, siempre evitando que Cardo y Quintín la escuchasen, yo conseguí llevármela a un rincón y allí la pregunté de qué iba tanto misterio.

“¡Dímelo tú misma!” la animé.

“¿No has echado en falta al bonito zorrito rojo?” me preguntó.

 “Leonado, el del clan de los zorros.”

“¡Pues sí! ¿Dónde está?”

Haciendo como que no quería hablar, maulló todavía más bajito.

“Le han pasado por la puerta de los tontos.”

“¿La qué?”

“Metido en la casa de los insectos.”

Viendo en mi cara que yo no comprendía nada, Purpurina añadió, “Está en Bedlam. En Mayhem. En el pozo de las serpientes. La academia de la risa. Si no sales riéndote, no te dejan salir.”

Cuando escuché la palabra risa, recordé que era el uno de abril, día de los tontos.

“¿Ha tenido algo que ver con una broma pesada?”

“No. Esto es algo serio.”

“Bah!” dijo Mauelito, que estaba fingiendo no escucharnos pero si lo estaba.

“Su hermano Radley ha envenenado a Alpin.”

Y yo entendía todavía menos.

“¿Por qué? ¿Por qué iba a hacer eso?”

“Por atreverse a pedirte la receta de la glasa de cacao.”

Incapaz de comprender lo que me decía Purpurina, decidí llegar al fondo del asunto hablando con el mismísimo Beaurenard.

“¿Dónde está el manicomio?” pregunté.

Bien, pues hay gente loca por toda hadalandia. En realidad, llamar a la gente de aquí excéntrica es quedarse corto. No conozco a nadie que no sea por lo menos peculiar. Pero todos andamos sueltos.

“No hay manicomios en Isla Manzana,” dijo Cardo, que se había acercado a nosotros frunciendo el ceño. “¿Qué estáis murmurando?”

“Conozco a una persona que parece estar metida en un lío. Pero no te preocupes por esto, Cardito. No creo que sea más que una tontería.”

“Repito. No hay manicomios en Isla Manzana. Ni siquiera en hadalandia. Así que tu amigo tiene que estar en el mundo mortal si es que está en una loquería. ¿De quién se trata?”

“Está en el Spa de Luz,” gruñó Mauelito. Hizo una mueca para mostrar que no entendía como la gente podía equivocarse tanto con la información.

Y el Spa de Luz es un lugar hermosísimo, donde sí que es cierto que cierta gente que llega a la isla cansada o traumatizada por los aplastantes mundos exteriores se queda un tiempo para recuperar la paz interior antes de integrarse en la isla. Pero es, como todo lo que hay en esta isla, un lugar de recreo y placer.

“¿Quieres decir que está reposando en el spa local?”

“¿Quién está reposando dónde?” murmuró Cardo, enfadada. “¿Qué me he perdido? ¿Me vais a decir que me ocultáis?”

“Por favor decídselo,” intervino Quintín, colando su cabeza y su voz en nuestro círculo.

Y yo entendí que tenía dos problemas. Uno era encontrar a Beau. El otro, que no se enterase Cardo de que él existía.

“Esta persona que conozco tiene un hermano que ha tenido un problema con Alpin por culpa de nuestra glasa de cacao y ha debido de haber algún altercado subsiguiente. Esto ha tenido que afectar a la persona que conozco tanto que ha tenido que refugiarse en el spa. No es cosa de importancia. Tú y Quintín ibais a descender no sé qué río en una barca neumática. Pues id vosotros. Yo me quedó para ocuparme de este asuntillo. Sólo será una visita de cortesía.”

“¿Pero a quién?” preguntó Cardo.

“Se trata de un hada liebre que es amigo de la infancia de Arley. Vosotros a lo vuestro, tal y como lo teníais planeado. Ve, Cardito.”

Afortunadamente Quintín pudo convencer a Cardo de que debían irse. Y se fueron, aunque ella no muy conforme. Y ahora yo me iré también. Al spa, porque necesito saber cómo está Beau. Seguiré escribiéndote cuando regrese.

Regresé. Así que hola otra vez. He encontrado a Beau. Resulta que nunca se ha ido de mi lado, a pesar de que también ha estado todo este tiempo en el Spa de Luz. Te lo explicaré.

El camino al Spa de Luz es uno de los caminos más bonitos que hay en Isla Manzana. Aunque larguiducho y densamente neblinoso, flanqueado por los dos lados por pinos que murmuran y frondosos árboles tsuga y arbustos de cicuta, ya sea día o noche siempre hay una luz flotante y temblorosa que gira alrededor de la cabeza del caminante y luego se sitúa justo en el lugar donde ha de pisar para empezar a caminar. Y conforme avanza el caminante, la luz también, de modo que nunca la pisas, pero siempre te dice donde pisar. Ignorando el inquietante murmullo de los pinos para que no me distrajesen, di un paso adelante y pisé en el lugar señalado. La luz ya me indicaba el siguiente paso a dar. Y de este modo, persiguiendo la luz que esperaba y guiaba mi pie por fin llegue al radiante spa. Sus puertas perladas estaban, como me han dicho que siempre están, abiertas de par en par para entrar y salir. Sus ventanas y demás puertas también lo están, y la luz, una luz que no daña la vista, caía de ellas en cascadas, como agua cristalina. Y el mismo segundo que atravesé la puerta y pisé el jardín, Beaurenard apareció susurrando, “¡Calla, calla, y alejémonos de los pinos!” 

Y me llevó hasta un lugar protegido, una especie de templete formado por altos rosales entrelazados, todos en flor. Y bajo ellos me dijo. “Nunca me he apartado de tu lado. Pero no me podía dejar ver.”

“¿Por qué? ¿Qué ha pasado?” le pregunté.     

“La ex esposa demoniaca ha pasado. Novia,  sí, eso es, la novia diabólica del demonio esa. Ella cree que he envenenado a su hijo porque estoy loco y le ha pedido a tu abuelo que me encierre en un manicomio. Y tú abuelo no dudó en gritarme, `¡Por fin! ¡Alguien que sabe a quién envenenar! ¡Esto no es sólo un envenenamiento aleatorio! ¡Bien hecho, hijo! No sé porque, pero siempre hay envenenamientos aquí en primavera. Y no es porque el amor sea un veneno de un poder fatal. Pero ya era hora de que alguien acertase al elegir a la victima de sus viles pócimas. ¡Qué feliz me has hecho!  ¿Qué puedo hacer yo por ti? ¡Quiero hacerte feliz también!’  Y le dijo a la señora esa que lo que iba hacer era pagarme unas lujosas vacaciones en la Isla de Pascua porque darme una medalla le parecía poco. Pero él me pidió que no llamase la atención durante un tiempo. Menos de lo habitual, porque yo siempre procuro pasar desapercibido.”

“¿Y tú no les dijiste que fue tu hermano el envenenador? Para protegerle, claro.”

“Hay algo que tal vez debas saber sobre mi hermano,” dijo Beau. Parecía un poco preocupado. “No te enfades conmigo, Brezo. Las sorpresas son una constante en mi vida. Y esto es un don que me otorgó tu abuelo, que es mi padrino. Y yo sólo uso mis dones para bien. Por favor recuerda eso.”

“¿Un don?”

“¿Cómo te lo explicó? Mi hermano Radley es en realidad mi hermano invisible.”

“Pues no lo será tanto porque yo le he visto, y otros también.”

“¿Tú sabes cómo hay niños que tienen amigos invisibles?”

“Eso es porque realmente los tienen. Gente de la nuestra. Los mortales dicen que es porque no tienen con quién jugar y se inventan un amigo. Puede ser a veces.”

“Así es como nació Radley. Yo era pequeño y estaba acechando en un prado cuando vi a tu hermano correteando con tres liebres. Las tres que ahora aparecen bordadas en su bandera y pintadas en su escudo. Jugaban al pilla pilla. Parecía divertido. Yo quería participar, pero nada más verme, seguro que las liebres saldrían corriendo, Así que me convertí en una liebre para poder aproximarme a ellos sin asustar. Y así llegó a existir el hermano Radley, hada liebre.”

“Eres un metamorfoseador, un cambiaformas. No hay nada raro en ello. Yo misma me he convertido en un cisne o un gorrión en ocasiones. Pero erais dos, y no uno, cuando yo conocí a Radley. Tú estabas presente.”

“Cierto. Soy algo más que un cambiaformas. Tu abuelo me dio el don de la ubiquidad. Sí, en mi fiesta del nombre. Puedo estar en varios lugares al mismo tiempo. Ah, fue una gran fiesta, la del día de mi nombre. Con grandes regalos. Por eso puedo presumir de tener muchos dones. Tus abuelos son mis padrinos y fueron muy generosos.”

“Bueno…pues eso es…asombroso. Supongo. ¿Pero por qué se le ocurrió a Radley envenenar a Alpin?”

“No lo hizo. Y yo tampoco. Sólo animó a Alpin a comer…algo que no tenía que haberse comido. En realidad, no hicimos ni eso. Me estoy culpando de algo que no he hecho porque soy demasiado escrupuloso. O no parecería que he hecho algo malo. ¿Tú sabes que Alpin una vez comió bayas vetadas y se convirtió en un amable joven devora basuras? ¿Y que luego volvió a comer fruta protegida y quedó transformado en una extraña manzana cíclope? ¿Y que todo esto sucedió porque ofendió al quisquilloso puca Garth?”

Yo asentí con la cabeza.

“Bueno, pues Alpin estaba paseando por el Bosque Triturado y probablemente buscando bronca porque estaba a punto de cruzar el puente del puca, en lugar de evitarlo desviándose, cuando me vio a mí, es decir a mi hermano Radley, sentado bajo un árbol con la mirada fija en algo. `¿Tú qué miras?’ preguntó el No Cambiado  a Hermano Liebre. `No, nada,’ respondió mi hermano rápidamente. Y Alpin miró hacia donde había estado mirando Radley, que era debajo del puente, y vio que allí había una gran cesta llena de monas de pascua. 


El puca iba a esconder los huevos y demás monas de chocolate alrededor de la casita de muñecas de los Atsabesitos, para deleite de estos críos. Verás, desde que  tu tío Gentillluvia descubrió Pomsylvania, algunos de nosotros le hemos estado sugiriendo a Garth que de  vez en cuando haga algo amable para tener mejor prensa, y el puca estaba probando para ver que tal. Bien, pues sabemos que a Alpin le priva el chocolate, ¿no? O su novia no te hubiese pedido esa receta de cobertura de cacao.”

“¡Ay, Beaurenard!” suspiré. “¿Cómo has podido?”

“¿Lo ves? Tú también me estas culpando de algo que no es mi culpa. Pero prosigo con mi historia. `¡Atrás! ¡Quítate de en medio, liebre ladrona! Voy a confiscar ese cesto antes de que te decidas a afanarlo, chorizo postergador e indeciso!’ chilló Alpin. Yo, es decir, mi hermano, le aconsejó que no tocase el cesto, y hasta forcejeó con Alpin por el mismo, quizás no tan violentamente como debería de haberlo hecho, pero a la postre acabó con el cesto en su poder. Es que yo no soy violento por naturaleza, ni tampoco por elección. Sólo por necesidad. Bueno, pues yo me hice con el cesto. Pero desafortunadamente Alpin se había tragado todo el contenido de este, salvo una mona con forma de poni, que se le escapó y estaba solita en el fondo. Alpin se había tragado hasta el papel de colores que cubría algunas de las monas. Tan rápido fue engullendo todo aquello.”

“¡Ay, Beau! ¿Qué pasó después?”

“No te lo puedo decir. Ni a ti ni a nadie. Sería delatar al puca. Y tener líos con ese no quiero. Pero antes de que le sucediese algo a Alpin, intercambiamos unas palabras poco amistosas. Yo le dije, “¡Qué vergüenza! Un hombre casado robando dulces a bebés!´`¡Liebre macilenta y mugrosa, tú ibas a hacer lo mismo!´respondió Alpin. `¡De eso nada! ¿Cómo sabes que no estaba vigilando para que nadie se llevase los dulces?’ `Pues no  los supiste defender. Te diría lo que pienso de ti, cacho inútil, pero no tengo tiempo.’

Él sabía muy bien que tenía que largarse antes de que se enterase de lo ocurrido el puca. Así que el que nada ha visto puede pensar que huyó y se esconde. Y por eso anda desaparecido.”

“¡Ay, Beau!” volví a decir yo.

“Al poco rato, su esposa vino buscándole. Nada le dije, porque me había hecho invisible. Y al cesto también. Luego llegó su madre, pues Betabél se había puesto nerviosa y había pedido ayuda. Gritaron y gritaron el nombre del sinvergüenza ese. ¡Madre mía, como puede gritar la novia diabólica! Pero Alpin no apareció. Recurrieron a su hermano, el Hombre Negro, que apareció moviéndose sigilosamente, muy despacio, pues ese es su estilo, y yo hice visible el cesto. ¿Y sabes qué? Al No no ese le debe molar también el chocolate, porque se comió al poni. Le quitó la envoltura de colores primaverales y se lo comió muy despacito, saboreándolo y estudiando la zona pensativamente. Ya sabes que le encantan los caballos, así que supongo que no se pudo resistir al ver un poni.”

 “Podría ser. ¿Y entonces?”

“Miró a su alrededor, en plan vista panorámica. Pero antes de que pudiese preguntar quién andaba por ahí, pregunta a la que hubiese tenido que contestar porque a ese no se le puede decir que no, No no Darcy desapareció.”

 “¿Se evaporó en el aire también?”

“Eso es todo lo que puedo decir,” remató Beau, sacudiendo la cabeza y mordiéndose los labios.

Supongo que tú, Arley, que estás donde estás, sabrás lo que realmente ocurrió junto al puente. Lo poco más que sé es que alguien informó a la Señora Dulajan que habían visto a Alpin forcejeando con un hada liebre por un cesto. La señora pudo identificar a Radley y eso es cuando fue a quejarse de él al abuelo. 

Como bien sabes, al abuelo no le gusta nada que le molesten, así que despachó a la Señora Dulajan bien rápido, diciendo que Radley era un ser imaginario, e inimputable por inexistente. La señora entonces le pidió al abuelo que encerrase a Beaurenard en un manicomio, porque sólo los locos tienen amigos invisibles y que le retuviesen ahí hasta que los psiquiatras le hiciesen hablar y confesase lo que había hecho con Alpin. Es cuando el abuelo la dijo eso de que lo que iba hacer era regalarle a Beau unas vacaciones con todos los gastos pagados, porque le parecía poco darle una medalla. El abuelo odia tener problemas, pero sobre todo en Pascua Florida. Se acuerda de los años de Botolfo, tiene todo eso demasiado reciente, y eso le sienta a cuerno. Por eso vio el envenenamiento de Alpin - bueno, su desaparición, porque no consta que le hayan envenenado - como un motivo más de alegría primaveral. 

La Señora Dulajan estaba tan enfadada que no pudo encandilar al abuelo, porque más que la novia ideal parecía una harpía que son estas muy guapas de cara pero dan miedo cuando ladran como perros furiosos.

Conforme se iba la Señora, roja de rabia y escupiendo sapos y culebras, el Abuelo la dijo, “Si encuentras a Alpin, dile que me haga el favor de no volver hasta después de las vacaciones de Pascua Florida.” 

La Señora Dulajan estaba y está indignada con la falta de sensibilidad del abuelo. Y eso que todavía no sabe que su otro hijo también ha desaparecido. Cree que Darcy se ha escondido para no tener que escuchar sus constantes y estridentes quejas sobre la desaparición de Alpin.

Yo le pregunté a Beau porque no se había ido a la Isla de Pascua, con todo eso de tener vacaciones de lujo ya pagadas. Me dijo que Radley era el que estaba ahí, disfrutando de eso, y que si al hermano liebre le gustaba aquello y nos lo recomendaba, se las arreglaría para que nosotros dos pudiésemos ir también cuando no hubiese amenazas en la costa.

En ese momento apareció por el spa nada menos que el puca Garth. Traía cara de pocos amigos y yo pensé que venía a cantarle las cuarenta a Beau, pero no. Resulta que Beau le había pedido que pasase por ahí a verle.

Beau le entregó al Púca un cesto lleno de monas de pascua y le dijo que eran para sustituir las que se fagocitó Alpin. No quería que los Atsabesitos se quedasen sin sus dulces. Así que mejor tarde que nunca. El puca dijo que ya había escondido él nuevas monas, pero Beau insistió en que se llevase también este cesto.

“¿Es que te parece poco lo que les he dado, Leonado?” preguntó el puca.

“Por supuesto que no. Con eso seguro que tendrán chocolate para toda la primavera. ¿Pero qué hago yo ahora con esto? Por favor, llévaselo también, Garth. Que mi…mi amiga Brezo va a ser madrina de alguno de esos niños y no quiero que se disguste conmigo por haberles privado de chocolate.”

"¡Qué te digo que no lo has hecho! Ya les he dado yo más!"  

El puca se estaba enfadando, y yo no quería eso, así que cambié un poco el tema de la conversación.

“Arley y yo, sí, vamos a ser padrinos de uno de los gatitos, sí,” dije yo.

“Si es que algún día los pobres tienen una fiesta del nombre,” gruñó Garth. "Por culpa de su asquerosa abuela y la panda de gentuza sobre la que reina."

“En cuanto pase esta tormenta, veremos lo que podemos hacer para que no haya otra que fastidie esa fiesta,” dijo Beau.

"Sí, vas a ocuparte tú de la graciosa esa. Ten cuidado, que de eso sí que puedes salir pelado."

Mientras tanto…el Spa de Luz es un lugar realmente maravilloso, incluso para Isla Manzana, donde todo es tan ideal. No me sorprende que les cueste abandonarlo a las visitas. Tanto así que le prometí a Beau que yo vendría a cenar ahí con él todas las noches, ya que no era prudente que él se dejase ver por mi casa. 

"Todo el que viene aquí debe llevar flores en el pelo," me dijo. Había estado tejiendo con sus manos una corona de rosas mientras hablaba conmigo y con Garth. Y me la puso en la cabeza...

Arley, querido, esto es importante. Si puedes, déjame saber si debo preocuparme por Alpin y por Darcy o no. Lo estoy. Y estoy segura de que tú sabes que le ha pasado. Beau dice que no me debo inquietar, pero estoy preocupada, y me gustaría poder dejar de estarlo. Pero si debo estarlo, lo estaré.

 Adjunto a esta carta una receta para Azúcar de Lilas. Por favor dásela a la Tía Dacia. Haré una tarta de queso para el próximo cumple mensual de Mauelito y de paso una segunda tarta y te la mandaré para que la compartas con tu equipo. Sé que te encanta la tarta de queso.

Receta de Azúcar de Lilas

Lávate las manos.

Prepara una taza de azúcar blanco, granulado.

Prepara un tarro de conservas pequeño.

Recoge suficientes flores de lila para llenar un tercio de taza, asegurándote de sólo utilizar las flores, habiendo eliminado todo lo verde, tallos y hojas y de haber separado las flores del racimo. Ten cuidado y no rompas las flores al hacer esto.

Vuelve a lavarte las manos, que las tendrás pegajosas,  pero ni se te ocurra lavar las flores. No las mojes para nada. Perderían su fragancia.

Ahora coloca unas pocas cucharadas de la taza de azúcar en el tarro de conservas.

Encima de ese azúcar, mete unas cuantas flores.

Vuelve a poner azúcar, encima de esas flores. Has de formar capas de azúcar y flores, pero recuerda que la última capa, la de arriba del todo, ha de ser de azúcar y que tienes que dejar como una pulgada de espacio libre antes de cerrar bien el tarro.

Una vez cerrado el tarro, sacude el contenido bien. Esto lo tendrás que hacer una vez al día durante siete días. Es para evitar grumos.

Sí todo va como debe ir, cuando hayan transcurrido los siete días las flores deberían estar caramelizadas y la fragancia de las lilas debería estar presente en tu tarro.

Ya puedes sacar las flores del tarro y utilizar las para decorar galletas y tartas, o puedes dejarlas en el azúcar y añadir cucharadas al té y a otras bebidas.


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