304. Peso mariposa
“Así que ese sobrado te dijo que se iba a ocupar él mismo
de localizar el pelucón, pero ha mandado a unos bebés a buscarlo a la Vía
Venenosa.”
“No me lo cuentes, AEterno, que ya lo sé, igual que tú, y
solo sirve para alterarte más. No te desahogas, te hartas rabiando por
tonterías. Yo en cambio sé que mi hijo está vigilando a mis bisnietos igual que
tú le espías a él. No les va a pasar nada. Además, ese lugar se llama la Rua de
los Remedios. El nombre se lo pusiste tú, no te vuelvas atrás ahora. Tú consentiste que esas plantas creciese en la isla. ”
“No me cuentes a mí tú tampoco cosas que yo ya sé también. Las plantas no tienen la culpa de que las usen así o asao. Pues los niños no han remediado nada. Sólo les han tomado
el pelo.”
“Tú eres el que deja que los jocosos se pasen por la isla
de vez en cuando en vez de expulsarles del todo y para siempre. El pájaro ha
mandado a los niños a ese lugar a molestar a los Guardianes Doble W. Los Jocosos les
odian, porque esos no permiten que ellos cojan plantas de ahí para gastar sus
bromas pesadas.”
“Esa rara avis no es un jocoso, Divina. Como siempre, no te
enteras. Es el bufón de la corte de tu querido yerno.”
“¿Kevin? ¿No está un poco mayor para andar por ahí disfrazado
de pajarito?”
“Ahora lo sabremos. Se va a dar un piñato en cualquier
momento. Esa rama no le va a aguantar mucho más tiempo. Si no se levanta cuando
muerda el polvo, pues está viejo. Necesitará dormir un rato. ¿Pero por qué tiene que
romper mis árboles para hacer reír? ¿Qué gracia tiene eso?”
“Eso pasa porque tú no le botas a ese sinvergüenza de la isla de una patada.
Anda, ven aquí y siéntate en este sillón, delante de este espejo. Ya que
estamos en una peluquería voy a darte un masaje en la cabeza. Masajearé tu
cabellera, tu cuello y tus hombros. Un poco de energía sanadora te vendrá bien
para que te relajes, que te va a dar algo si no te calmas.”
“Pues…sí que me gusta que me des masajes.”
“Claro. Es uno de los placeres de la vida.”
Y AEterno se sentó en uno de los butacones que había en la
peluquería de Malvinio y se dejó relajar.
Mientras tanto, Azulina, Rosendo, Anémona y yo, el hojita intelectual Dolfitos, dejamos
atrás la Vía de las Plantas Ponzoñosas o la Rua de los Remedios, como se llama
oficialmente, y volvimos a encontrarnos con el pajarraco que nos había
engañado. Seguía sentadito en la misma rama.
“¿Qué? ¿Qué tal os ha ido con Wilibaldo y Winibaldo?
¿Tenían el pelucón?”
“Volvemos con las manos vacías pero muy sonrojados. Por tu
culpa, hemos hecho el ridículo y además ofendido a dos inocentes. ¡Nos has
engañado!” le dije yo al Pájaro Raro.
“¿Yo? ¿Acaso no necesitan esos un pelucón? Podrían
perfectamente haber mangado el vuestro.”
“No es nuestro. Es de Durisilva. Oye, ¿no serás tú el
pájaro que se llevó el pelucón, ahora que lo pienso?”
“Por supuesto que no. ¿Te parece que yo necesito una peluca?”
“Lo que necesitas…”
No hizo falta que yo dijese más. Mis primos de Isla Manzana
habían entendido muy bien lo que necesitaba el Pájaro Raro. Tres de ellos
saltaron desde la copa del árbol en el que estaba el Pájaro Raro hasta la misma
rama que a duras penas le sostenía. Lo
hicieron al grito de “¡Viva el peso mariposa!”
La rama se partió, y el pájaro cayó, dándose un buen
golpetazo al tocar tierra. Mis primos, que son livianísimos pero muy fuertes,
recogieron la rama y la volvieron a pegar al árbol, pidiéndole mil disculpas
por la molestia.
“Bueno, pues os habéis vengado. Y de mí, que no he hecho
nada más que intentar ayudaros. Siento que no os haya ido bien con los
Guardianes Doble W.”
“Sí, ahora sí que lo sientes. Antes no,” dijo Azulina,
viendo como el pájaro se frotaba el cóccix.
“Mirad, para compensaros, os voy a sugerir otro posible
chorizo de pelucas. Pietro Enjoyado es coleccionista. Y un caprichoso que
siempre ha de tener lo mejor. ¿Por qué no le preguntáis si tiene vuestro
pelucón entre sus pelucas? Tiene más de doscientas. Algunas de hilo de oro. Otras
de platino.”
“¿Y ese quién es? ¿Otro pajarraco u otro calvo?” preguntó
Rosendo.
“Ni lo uno ni lo otro, niño. Es el nieto mimado de los
joyeros de Titania.”
“¡A ver en que lío nos metes tú ahora!” le reñí yo.
"De saber que alguien iba a venir a verme, me hubiese puesto otro look que el luto de mi tía abuela."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario