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sábado, 31 de mayo de 2025

307. Los Teos

 

 307. Los Teos

“Escúchame con gran atención, Rosendo, cariño. Estoy apunto de hacerte un regalo, pero has de prometer que lo defenderás. No debe caer en manos equivocadas jamás.”

“Haré todo lo que pueda, Bisabuelita,” dijo el pequeño peluquero a la Dama Divina.

“Bien, pues he llamado a los Teos. Y deberían llegar en cualquier momento con tu regalo.”

Divina a penas había hablado cuando un joven muy sonriente, de unos dieciocho o diecinueve años apareció delante de esta señora y su bisnieto.

“¡Señora!” cantó, y la entregó un paquetito rectangular envuelto en papel dorado y con un lazo azul cobalto.

“Eso será todo, Teodoro,” dijo Divina, sonriendo también. Y el joven desapareció.

“Bueno, pues ya sabes bien que en esta isla intentamos vivir la mar de bendeidos. Buen clima, buena comida, buenas viviendas y lo mejor de todo, buenos modales y hasta mejores intenciones. Y probablemente también estes enterado de que ahí fuera las cosas son bastante diferentes para muchos. Pero hasta esos tiene sus grados. El diciembre pasado conociste en el bazaar de navidad de Santa Lucia a tus tios abuelos Generoso y Dadivosa, que son los organizadores de ese evento. Son buena gente, muy buena. Pero no pueden vivir en nuestra isla. Son tan buenos que sienten una necesidad irresistible de vivir ahí fuera, entre gente desgraciada. Tuvieron una casa aquí. De hecho, llegamos a darles hasta tres. Una tras otra. Porque eran tan buenos se las cedieron a gente que no podía vivir en ellas. Bueno, los Teos sí que podían y siguen viviendo en una. Pero el resto de la gente que Dadivosa y Generoso trajeron a la isla…pues tuvimos que invitarles a marcharse, o se fueron disgustados porque pensaban que merecían más y lo conseguirían ahí fuera. Pero hemos aceptado a los Teos porque no hacen daño a nadie. ¿Te estás preguntando quiénes son los Teos?”

“Sí,” dijo Rosendo.

“Una vez que recibieron su tercera casa ideal, Divina y Generoso comprendieron ellos mismos que no podían vivir aquí. La gente a la que habían cedido las casas anteriores no sólo las destruyeron sino que también pensaron que no eran casas lo bastante buenas para ellos. Verás, las casas ideales de Generoso y Dadivosa no son exactamente la clase de mansión que la gente mala ansía tener. No todo el mundo aprecia la pobreza y la miseria como la pareja generosa. ¿Sabes lo que es un protestante?”

Rosendo sacudió la cabeza.

“Los protestantes  son mortales, algunos de los cuales tienen una idea que se conoce como la ética del trabajo. Creen que los mortales que no curran e intentan salir adelante y triunfar en la vida no pueden acceder a uno de esos cielos a los que van los mortales buenos cuando la palman. Otra clase de gente cree que cuanto más pobre y desgraciado seas, más probabilidades tienes de ser bien recibido en algún cielo. No sé por qué te estoy contando todo esto. La gente mala que trajeron los Generosos no eran protestantes, sólo gente tonta que se creía con derecho a más y gratis, a beneficiarse del esfuerzo de otros. Eso debe tener algo que ver con lo que estoy diciendo. Generoso y Dadivosa no son selectivos.  Ayudan a cualquiera que se les cruza por el camino, sean gente buena o mala. ¿Me pregunto si ven la diferencia o no? En cualquier caso, hay grupos de gente que cree que sólo los infelices pueden entrar en el cielo de los mortales, pero no vamos a ahondar en eso. Todo lo que necesitas saber ahora mismo para entenderme es que para vivir en esta isla de los benditos no necesitas ser ni espantosamente pobre ni exageradamente rico. Todo lo que necesitas es ser un buen vecino. Por eso nos llaman los buenos vecinos a nosotros. A nuestra clase de hadas.  Ese es el apellido de nuestra familia. ¿Creías que era Ricatierra? Ese también es un nombre que puedes llevar tú, porque es el nombre de tu padre. Pero tu bisabuelo es el Señor Buenvecino. Y tú eres un Buenvecino, así que compórtate. Pórtate siempre bien.”

Rosendo dijo que lo hacía. Decían que era el más bueno de sus hermanos.

“Así que la pareja generosa nos dijo a nosotros, `Mirad, hermanos, sabemos que os estamos fallando y sabemos que nos tenemos que ir de la isla.´ Así que lo que hicimos es que les dimos una cuarta casa ideal que situamos en el Bosque Triturado, junto a la del Cochero de la Muerte. Había un niño ahí que también tenía una casa ideal exiliada. Una colosal casa. Pero se la ha llevado a una isla. A la nuestra no. ¿Sabes quién es el Señor Cochero de la Muerte?”

“No,” dijo Rosendo.

“Es alguien que prefiere vivir cerca de su trabajo. Y no le conoces porque aquí no tenemos uso para él. Su lugar está entre los mortales.”

“¡Oh!” dijo Rosendo.

“¿Todavía te estás preguntando quiénes son los Teos? ¿O ya te has olvidado de ellos?”

 “Sí,” dijo Rosendo.

“Espero que ese sí signifique que sí que recuerdas de que estábamos hablando, que es sobre los Teos. Bueno, pues Generoso y Dadivosa se fueron a vivir entre mortales y hadas malas. No quiero decir que ayuden a las hadas malas a hacer sus fechorías, aunque en ocasiones el bien que intentan hacer sale mal. La mayoría de las hadas defectuosas no quieren ni acercarse a Generoso y Dadivosa. La pareja generosa les da grima. Pero hadas que están confundidas o tienen problemas mentales que las hacen inestables sí que se dejan ayudar. Los mortales buenos también agradecen la ayuda. ¿No me vas a preguntar quiénes son los Teos?”

“Sí.”

“Pues, hazlo, cariño. Para que pueda seguir con nuestro negocio.”

“¿Quiénes son los Teos, Bisabuelita?”

“Cuando Generoso y Dadivosa dejaron la isla, dieron su tercera casa local a cinco mortales que casi se ahogaron en el Estanque Refunfuñon. En realidad dos o tres se ahogaron en serio. ¿Vas a preguntarme si ese estanque es el mismo lugar que el Lago Fosforito?”

“¿Lo es, Bisabuelita?”

Rosendo nunca había oído hablar ni del Estanque Refunfuñon ni del Lago Fosforito.

“Los son. Son el mismo sitio. No se trata de un lago grnade, pero el sol nunca llega al fondo de ese lugar. Así que no es un estanque pequeño tampoco. Debería tener nombre propio un lugar así. ¿A qué sí? Un nombre para algo que está entre un estanque y un lago.”

 “Ya veo,” dijo Rosendo.

“No, cielo. No ves nada, Porque el sol no llega al fondo de ese lugar, tal y como te he dicho. E incluso los que estamos dotados de una estupenda visión nocturna jamás hemos visto el fondo de ese lugar, aunque he de admitir que es porque no nos da la gana. ¿Y tú? ¿Te gustaría saber que hay en el fondo de ese lugar?”

“No personalmente,” dijo Rosendo, con cierta dificultad. Quería expresarse bien, y lo hizo. “Pero si tú me dices lo que hay, lo escucharé con agrado.”

“Pues personalmente tampoco lo sé. Nunca he estado ahí. Pero sí sé que hay viviendo en ese cuerpo de agua un número de fantasmas. Profundo, pero no ancho. Así es el Lago Fosforito o Estanque Refunfuñon. Así que los fantasmas están algo hacinados ahí. Algunos no son de los que aprecian la compañía de otros seres. Todo lo contrario. Son espíritus solitarios de esos que viven en bosques. Así que ese no hubiese sido un buen lugar para vivir para los Teos. Son muchos y algo ruidosillos. Los Teos. Y por eso tus tíos abuelos, Generoso y Dadivosa, sacaron a los Teos del lago o estanque antes de que todos se hubiesen ahogado como está mandado.”

“Los Teos son fantasmas?” Rosendo se había dado cuenta de que tendría que hacer preguntas.

“No todos ellos. Dos se ahogaron sin duda alguna. Uno no quería vivir si otro estaba muerto. Otro más decidió que no quería vivir si otro más estaba muerto. Y el que quedaba decidió que era mejor dejar de ser mortal también.”

“¿Hay cinco Teos?”

“Tus preguntas se están volviendo más y más inteligentes,” sonrió Divina. “Pero hay seis Teos, aunque el sexto, que es realmente el primero, no es pariente de los otros. Aunque la verdad es que ningún Teo es pariente de los demás tampoco. Vas a decir que no entiendes nada de lo que digo. ¿A qué sí?”

“¿Es una adivinanza?”

“No. Es mi manera de contar las cosas. Molesta a un montón de gente. Mi manera de decir las cosas. Pero esa es. ¡Ya sé! Te lo voy a dibujar para que lo entiendas mejor. Toda esta información. Eso debería ayudarte a comprender.”

Y Divina hizo que se materializase un block de papel de esos de artista y también sacó de la nada unos siete rotuladores de colores. Distintos. Y todas estás cosas se quedaron tiesas ahí en el aire ante ella y su nietecito mientras ilustraba la historia de los Seis Teos.

“Esto es una barquita. De esas de remos. Ahora metemos a gente en ella. Más gente de la que deberíamos meter. Este chico es Teodoro. Le llamaremos Tedi si nos acordamos de hacerlo. Está remando. También está remando Teona. Están enamoradísimos. Pero no están en un túnel del amor. Aunque el barco esta diseñado para dos. Pero ellos no son conscientes de eso. De que sólo es para dos. ¡Ay, vaya! ¿Cómo dibujo eso? Que son unos inconscientes ignorantes. ¿Cómo hago que parezcan ignorantes? ¿Te parecen ignorantes?”

“Ignorantes,” asintió Rosendo, tras estudiar el dibujo atentamente.

“Bien. Como iba diciendo, no es este lugar un túnel del amor. Es el Lago Fosforito. Mira todo este limo verdoso y toda esta agua malhumorada. Y uno de los niños que hay abordo es un fosforito y se está alterando. Ah, pero si no he dibujado a los niños aun. Teona es su cangura y pensó que sería divertido ir de camping. Como dije, una ignorante. Ni ella ni Tedi Teodoro han estado de camping antes en sus vidas. ¿Se nota que no tienen ni idea de lo que están haciendo? Claro que siempre hay una primera vez para todo, pero siempre tienes que tener cierta idea de lo que estás haciendo antes de ponerte a hacerlo. ¿Se nota que no tienen ni idea? Mira, voy a dibujar a Teona sujetando a un niño con una mano y a otro con una pierna, porque con la otra mano está intentando remar. Eso debería mostrar el lío en el que la pobre se ha metido. Verás, es que hay un tercer crio. Le dibujaré ahora porque es el más fosforito. Se llama Mateo. ¿Ya te he dicho eso o no? Bueno, te lo digo ahora. Así que el Estanque Refunfuñon está empezando a refunfuñear porque hay un niño hundiéndose en él. Mira como se hunde. Le voy a dibujar cinco o seis veces hundiéndose cada vez más profundamente para que te hagas una idea de lo horrible que es lo que está pasando. Sé que dije que nadie sabe a cuanto está el fondo de este cuerpo de agua, pero está claro que la forma de llegar ahí es bajar. Así que Mateo va bajando. Más y más. ¿Te haces una idea, verdad? Ahora Teodoro ya no aguanta los gritos  histéricos de Teona así que se lanza al agua también. Para pescar a Mateo. Pero hay algo en el agua que tira de él para abajo. Y ni puede ver a Mateo. Voy a tapar todo esto con tinta negra para que veas que nada se ve. De lo oscuro que está todo. Ahora Teona también se tira al agua, porque su noviete no resurge. Le dice a los otros dos niños que se queden quietos parados hasta que vuelva. La voy a dibujar gritando “¡Quietos parados!” mientras salta. Pero Timoteo ya ha saltado al agua también antes de que ella ha dejado de gritar. Es muy empático. Pero no sé como puedo dibujar que siempre siente mucha empatía. Sólo que toda está tragedia le ha afectado y que va a intentar salvar a su amigo Mateo. Ahora pasa algo bueno. Dos hadas bondadosas ven lo que está pasando y salen al rescate. Vienen volando. Mira sus alas. Pues sacan del agua a la cangura y al niño Timoteo, el empático. Pero la chica dice que no quiere vivir sin su novio. Y Timoteo no dice nada porque está tosiendo agua a lo bestia como un grifo lleno de aire porque nadie lo han usado en un tiempo. Mira que ruiditos he dibujado aquí. Así que las hadas buenas vuelven a tirarse al agua para sacar a Teodoro y Mateo, que desgraciadamente ahora son fantasmetes confundidos, que todavía no se han percatado del todo del cambio que han pegado. No saben si toser o no. Puede que ya no sea necesario. Entre nosotros, no lo es, lo sabemos, porque somos conscientes de que han muerto. No es fácil agarrar a un fantasma, pero supongo que tú sabes eso porque tienes un hermanito y una hermanita que lo son porque también se ahogaron, aunque tú no estabas ahí para salvarles, pero eso no es tu culpa así que no te obsesiones ahora con eso. Prométeme que no lo harás.”

“Lo prometo,” dijo Rosendo. “Sí que no se les puede agarrar si no se dejan.”

“Lo prometes. Bien, porque así puedo volver a la historia de los Teos. Generoso y Dadivosa – ¿te he dicho que ellos eran las hadas buenas? No, no recuerdo haberlo dicho, pero lo digo ahora. Pues están discutiendo con la chica que no quiere vivir ahora que su novio es un fantasma. Y ella tampoco quiere tener que dar explicaciones a los padres de Mateo sobre lo que le ha pasado. Bien, pues una ley de las hadas dice que si un mortal te ve, has de desaparecer en el acto. Eso seguro que te lo han enseñado si es que no has nacido sabiéndolo. Cosa del instinto. Pero si hablas con un mortal, entonces tienes que abducirlo. Así que Generoso y Dadivosa le dicen a Teona que no hace falta que se ahogue, que ellos la abducirán y convertirán en un hada y podrá estar con Teodoro porque ambos serán espíritus y pueden tener trato. La pareja generosa también va a tener que abducir a los niños, porque son testigos, pero a estos les pueden devolver pasado un tiempo, aunque puede no resultar conveniente porque a veces los abducidos que vuelven al mundo mortal caen fulminados nada más entrar en él, convertidos en un montón de cenizas por aquello de que el tiempo no es igual aquí que allí y envejecen de golpe allí todo lo que no han envejecido aquí. El niño que está seco dice que él prefiere quedarse con sus amigos a regresar a casa de todas formas. Así que Dadivosa le coge de la mano. Mira, ¿ves como está sequito este crio? Milagrosamente no se ha caído este al agua. Por eso no le he dibujado todo mojado como a los otros dos. Puede que algo le haya salpicado un poco…no sé. Pero cuando Dadivosa intenta coger de la mano al crio que casi se ahoga, resulta que no se le ve por ningún lado. ¿Quieres saber por qué? ¡Claro que quieres! No sé porque pierdo el tiempo preguntando. Pues porque se ha vuelto a caer al agua. Y Generosa se va a lanzar a por él pero de pronto aparece…¿quién aparece arrastrando al crio ese que está otra vez tosiendo a lo bestia? ¿Lo adivinas?”

“¿Espíritus acuáticos?” preguntó Rosendo.

“¡NO! Cuenta con tus deditos, cariño. ¿Cuántos Teos hay?”

“Dos fantasmas y tres abducidos.”

Hasta ahí podía contar Rosendo. 

“¡El sexto Teo! ¿Recuerdas que te dije que había un Teo que no tenía nada que ver con los demás? Deja que le dibuje para ti. Ese es su aspecto. Sí así exactamente es Teófilo Apocado.”

 “¡Teo!” exclamé yo, Dolfitos, el hojita intelectual que estaba escuchando todo lo que hablaban la Señora Divina y su bisnieto. Puedo hacerlo porque a los hojitas se nos consiente, ya que todos saben que jamás contamos lo que escuchamos a no ser que nos de la gana, que no suele ser el caso.

“Dile a Rosendo quién es Teófilo,” me sonrió Divina. “Estoy algo cansada de tanto hablar.”

“Teo era de una familia de parahadas. Vivía con sus gente en el Bosque Triturado, en una casa conocida como la casa parroquial del Bosquecillo de los Búhos. Su familia sigue allí, pero son todos fantasmas ahora, salvo su hermano menor, Tyrone, y la esposa de este, Felina. Teófilo vive en una cabaña que hay en el terreno de esa casa con otros muchachos.”

“Con Mateo, Timoteo y Doroteo. Doroteo es el chico que no se mojó. el seco del dibujo. Se me olvidó decirte que se llamaba así. Generoso y  Dadivosa se llevaron a los cinco Teos a su tercera casa en Isla Manzana, pero los niños se hicieron muy amigos de Teófilo y se lo pasan mejor viviendo con él.”

“¿Teófilo es un fantasma o un abducido?”

“No está del todo claro,” dije yo.

“Ah, lo que es es un muchacho muy amable,” dijo Divina. “Los espíritus del agua le querían mucho y le convirtieron en uno de nosotros cuando estaba a punto de morir. Los tres niños que estuvieron involucrados en el follón del lago habitan en la cabaña con él, pues Teófilo comparte ese techo con ellos. No hacen más que pasar el tiempo disfrutando de la naturaleza. La cangura y su novio viven aquí, en la isla, en la casa que les cedieron Generoso y Dadivosa. Él trabajaba en una fábrica manufacturando muchas clases de cosas. Sigue haciendo eso, pero para entretenerse, no para vivir, pues está muerto.”

 “¿Teodoro?” Rosendo había entendido que se esperaba de él que hiciese preguntas.

“Tedi, sí. Y Teona. Ellos viven aquí. ¿Quieres saber lo que hay en la cajita que nos ha traído Tedi Teodoro?”

Rosendo asintió.

“Si puedo.”

“Una replica.”

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