311. Oculto en un cañaveral
Nadie roba en Isla Manzana. No sólo no hay por qué, es que
a nadie se le ocurre hacerlo. Y si se le ocurre a alguien, ese alguien suele
dejar la isla antes de hacerlo, repugnado por la excesiva bondad del lugar. Y
ahí fuera es mucho más fácil robar. Así que el pirata en proyecto Esmeraldo
Gemaverde sabía que tenía que abandonar la isla para robar un barco, acción que
se había propuesto realizar para inaugurar su carrera. Un niño menor de siete
años tiene prohibido abandonar la isla, pero los piratas rompen normas, y era
mejor hacer esto fuera de allí.
Esmeraldo se transformó en un caballito de mar y cruzó el
charco a nado y llegó hasta el Bosque Triturado, concretamente a la zona del
Bosquecillo de los Búhos. Volvió a ser un niño hada y se paró delante de un
gran cartel que ponía:
PEREGRINUS,
CUM REVERENTIA INCEDE
NAM MOX INTRATURUS
ES
DOMUM
SILVA BUBORUM!
“¿Habrá algo en este bosquecillo que me interese?” se
preguntó. Y algo le dijo que sí. Probablemente fue porque divisó un cuerpo de
agua. Y ese cuerpo era el Lago Fosforito, también conocido como el Estanque
Malhumorado. Caminó hasta sus orillas y allí se fijó en un objeto de madera
casi totalmente oculto en un cañaveral. Se acercó por allí y se puso a apartar
las cañas. Entonces escuchó el sonido de un oboe.
“Dulce y placentera música que deleita los oídos del solitario
caminante,” pensó. “No esperaba escuchar tal fuera de la isla. Es como si aquí
no pegase.”
Algo ensimismado, Esmeraldo respiró profundamente y se puso
a hablar a las plantas.
“Hueles a masa para hacer bizcocho,” Esmeraldo le dijo al
cañaveral. Sí que olían aquellas cañas a canela y jengibre y a algo dulzón.
“Lo siento,” le respondió la voz de un muchacho. “No lo
puedo evitar. Pero te aconsejo que no me comas. Puedo resultar tóxico, aunque hay
quienes me usan para hacer caramelos perfectamente comestibles. ¿Es para eso
que me vas a arrancar?”
“Perdón,” contestó Esmeraldo, “no quería hacerte daño. No,
no quiero caramelos. Quería ver que escondes. Parece que podría ser un bote del
revés.”
El espíritu del cañaveral se dejó ver. Era un espíritu con
aspecto de adolescente, parecía tener unos quince años. Por su piel, de un
verde muy claro, se deslizaban gotitas de agua que también caían de su
cabellera, que era de un verde más oscuro.
“Lo es,” dijo el espíritu del cañaveral.
“Si vamos a tener trato, será mejor que nos presentemos. Yo
me llamo Esmeraldo Gemaverde, y soy hijo de Demetrio Ricatierra. Y desde ayer
tarde soy un temido pirata. Bueno, temido todavía no, pero si valen las
intenciones sí que debería de ser muy temido. Te advierto desde ya que voy a
apropiarme de tu bote. Si te resistes a entregármelo… ¡te arrancaré de cuajo!”
“¡Ay, vaya!” exclamó el muchacho, intentando no reírse. “Será si
puedes. Lleva años ahí el bote y puede que esté podrido. Desde luego te costará
un dolor extraerlo y reflotarlo. A mí no me arranques para hacer eso, que ni
siquiera es mío ese barquito. Haré lo que pueda para soltarlo
pacíficamente. Pero es…no, era.
Era de unos muchachos que se ahogaron aquí. O algo así. Ten cuidado. A ver si
vas a ahogarte tú.”
“Soy un hada caballo de mar. ¿No ves que soy tan verde como
tú? Eso que tú dices no me va a pasar.”
“Ah. Ya me extrañaba que fueses tan verde como yo. Pero
creí que serías el espíritu de alguna planta. Claro que una planta no arranca a
otra…”
“Pero la puede desplazar. No niegues que os empujáis. No
sois tan santas como la gente quiere creer que sois.”
Entonces apareció otro espíritu, también muy joven en apariencia.
Vino nadando, surgiendo de la profundidad del lago.
“¡Tú! ¿Eres ese al que dicen Dionisio?” preguntó Esmeraldo
al recién llegado. Preguntó porque este joven llevaba racimos de uvas negras
liadas en su cabello.
“Dionisio siempre lleva uvas y a veces serpientes en la
cabeza. Te enseñaré a distinguirnos. Soy Carpo,” le dijo a Esmeraldo el muchacho, “y mi
nombre significa fruta. Llevo la fruta del día en el pelo. Hoy tocan uvas,
mañana higos y pasado peras. ¿Qué hace mi amigo hablando con un hada tan canija
como tú? Si eres un bebé en pañales.”
“No te engañes. Soy un feroz pirata. Le estoy contando a tu
amigo mis planes para este bote.”
“Un bebé con planes. Mira, si prometes irte de aquí, te
ayudaré a sacar el bote de entre las cañas. ¡Que si te pones tú, sólo
conseguirás dar tirones que harán polvo al pobre Cálamo!”
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