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domingo, 21 de septiembre de 2025

315. La ley de tal para cual

 


315. La ley de tal para cual

“¿Sabe usted, joven y precoz saqueador, sobrino nieto y ahijado mío al que siempre he apoyado y al que estoy aquí ahora para volver a proteger, exactamente a quién le has arrebatado el barco?” preguntó La Señora Dama Doña Celestial al joven Esmeraldo. 

“¡Claro que no lo sabe! ¡Qué preguntas haces, Celestial!” protestó la Dama Divina. “Y no hables como si yo no estuviese aquí para hacer lo mismo que tú por mi propio nieto.”

“Había dos zoquetes abordo. Ahí en el barco, quiero decir,” dijo Azulina mientras que su hermano permanecía callado observando a las damas cambiar entre ellas miradas de esas que matan.

“¿Y qué ha sido de esos dos? ¿Qué les ha hecho tu hermanito?” preguntó la Dama Divina.

“Reducirles y encadenarles ahí en el calabozo del buque o algo como eso, creo yo,” explicó la hadita azul a su abuela.

“¡Ah, pero si toda esa nave es una cárcel de lujo!” suspiró la Dama Celestial.

Esmeraldo tocó una nota con su concertina y cantó.

“¡Su confinamiento será temporal! No ha sido su destino fatal, porque pienso venderlos como esclavos a algún gerifalte brutal, de esos que hay por tierras bárbaras, aumentando así mi peculio personal!”    

 “¡Ay, que se pasaron los fideos!” exclamó la Dama Celestial.

“No. No. A pesar de los fideos recocidos, no creo que estaría nada bien que vendieses a Metopata Gaitero y Elucubro Perogullo, Esmeraldo, cielito,” empezó a decir la Dama Divina. “¿Y quién iba a querer comprar a esos inútiles? Si sus padres se alegraron cuando supieron que habían sido condenados a galeras.”

“¿Esos tíos tienen nombre?” preguntó Esmeraldo.

 “Y apellidos de abolengo. Ahora, escuchad atentamente, Azulina y Esmeraldo, mis queridísimos nietos, porque vuestra pobre abuelita os va a dar un consejo valioso. Hablando de nombres, no dejéis que os impresione ningún apellido rimbombante, que el vuestro lo es tanto como cualquiera, no voy a decir más, que sería una falta de consideración para con el prójimo y no está bien presumir, que es de ignorantes e incautos. Pero el consejo que realmente os quiero dar es que cuando seáis mayores y si se os aparece sentadito en una rama o en un hongo o en una camita de algas marinas o en cualquier parte un bebé hada sin padres que os diga que se llama Metopata, pues que salgáis, queridos nietos, escopetados de ahí dejando al crío atrás.”

“Debo decir,” comentó la Señora Doña Dama Celestial, “que en esto estoy de acuerdo con vuestra abuela, pues tener un hijo desastroso no es nada conveniente. Así que podéis hacer caso a vuestra abuela en esto.”

“¿Y si el bebé dice llamarse Elucubro?” preguntó Azulina. “¿Huimos también?”

“Ese nombre es más engañoso, pero incluso tratándose de una intelectual como tú, nietecita, no es un nombre muy propicio para un buen hijo,” dijo la Señora Doña Dama Celestial.

“Nos van a demandar,” suspiró la Dama Divina tristemente. “A no ser que… Dime, Esmeraldo, ¿les has proporcionado cerveza y les has puesto la tele a los malhechores, querido?”

¿Qué?” preguntó la Señora Doña Dama Celestial. “¿Por qué tendría Esmeraldo que haber hecho eso?”

“Porque así es como Metopata y Elucubro trataron a mi chico Richi cuando le secuestraron. Y por eso Richi quería perdonarles, porque pensaba que habían sido amables con él mientras fue su cautivo. Así que si Esmeraldo les ha tratado de esa manera, pues tal vez ellos piensen igual y nos quieran perdonar.”

¿Papi?” exclamo Azulina, muy sorprendida. “¿Secuestraron a Papi?

“Esos dos zoquetes, sí, hijita,” asintió la Señora Doña Dama Celestial. “Lo cual no dice mucho de tu padre, ¿eh, nena?”

“¡Y ahora esos sinvergüenzas querrán aplicar la ley de tal para cual!” dijo la Dama Divina.

“¿Y esa ley cuál es?” preguntó Azulina, muy asustada.

“Si alguien te hace algo criminal, tú sólo podrás considerarle responsable de eso hasta que le hagas algo igual de criminal a él.”

“Ah, tú no te preocupes por tu Papi, nena. Richi siempre está siendo acosado por idiotas y maleantes,” dijo la Señora Dama Doña Celestial. “pero él siempre sale de todo eso bien airoso, brotando como nuevo, brillando y sonriendo más que nunca.”

“Sí, él se lo toma muy bien y tiende a buscar razones para perdonar a los que le ofenden, mi hijo generoso hace eso. Pero su padre AEterno, pues no.”

“AEterno es un cascarrabias vengativo,” sentenció la Señora Doña Dama Celestial.

“La galera fue su idea, y ya sabéis lo atacado que se siente cuando sus ideas no salen como pensó que lo harían,” dijo Divina. 

“Tal vez si Esmeraldo espabila y vende a esos memos a algún bárbaro AEterno se ponga contento. Odia a esos bobos. Seguro que verles sufrir le hace feliz,”dijo la Dama Celestial.

“Pero Richi no estará nada conforme. Él puso todas esas joyas y delicias a bordo del buque Indignante para que los lerdos esos no se sintieran demasiado mal estando presos ahí. Y a AEterno le dio una rabieta colosal cuando se enteró de eso. Y ahora Esmeraldo, con su violencia, les ha liberado.”

“No, abuelita Divina,” protestó Azulina, “Esmeraldo les tiene encadenados.”

“Pero han sido secuestrados por tu hermano tal y como ellos secuestraron a tu padre y ahora ya no son peores que nosotros. Tendremos que ponerles en libertad. Para que no nos hagan responsables de su secuestro.”

“Lo que vuestra abuelita está intentando deciros,” explicó la Señora Doña Dama Celestial, “es que vuestro papi no se va a enfadar por esto, pero vuestro señor abuelo va a poner el grito en el cielo.”

“Me gustaría verle hacer eso,” dijo Esmeraldo, muy chulito él.

“Escucha, Esmeraldo. ¡No sea borde! Yo me di cuenta nada más verte que prometías, y por eso te elegí para que fueses el legítimo heredero de Ricatierra, pero no veo cómo voy a poder protegerte si sigues por el camino que has tomado. Sí, creo que has dejado claro que eres un pirata de éxito, y muy capaz de ponérselo difícil a hombres más mayores y aparentemente mucho más experimentados que tú, pero no queremos competiciones de ese tipo en nuestra familia. Así que vende a esos tontos a algún tío bestia de una vez y luego entrégame tu martillo y tu azada y deja de ser pirata y encontraremos otro juego al que podrás jugar sin entrar en conflicto con tu abuelo.”

“¿Podré quedarme con la galera, Señora Dona Tía Abuela y Madrina mía?”

“Eso dependerá de cómo digiera tu Abuelo los fideos recocidos.”

“Pero…¿Cómo puedes aconsejarle a este niño que venda a gente, Celestial? ¡Cómo si no estuviesen lo suficientemente mal ya las cosas  y le recomiendas  al crío que se embarque en el tráfico de esclavos!” protestó Divina.

“Veras, sí. Sí, ya sé que nosotros no hacemos eso. Pero he pensado que tal vez AEterno lo encuentre divertido en esta ocasión. Odia a los dos bobos que secuestraron a su hijo y piensa que viven demasiado bien en esa galera automática y de gran lujo. Bien, pues, AEterno es tu marido. ¡Arregla esto tú! Pero a mi Esmeraldo que no le culpen, que la lío parda.”

Mientras las dos damas discutían sobre cómo solucionar su problema, una tercera señora quiso unirse a la merienda campestre. La Dama del Lago Fosforito surgió tímidamente de su hogar acuoso y…



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