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viernes, 17 de octubre de 2025

316. La dueña original del buque El Indignante

316. La dueña original del buque El Indignante

Cuando estaba fuera del agua la Dama del Abismo no parecía un monstruo durante largo rato. Poco a poco se iba poniendo bastante guapa. Rosendo, que había estado silenciosamente presente entre los presentes todo ese rato, peinando delicadamente la cabellera de cañas del pobre Cálamo,, sintió el deseo de darle un nuevo look al pelo de la Dama Abismal también, pues la única cosa desagradable que se podía decir del aspecto de esta señora cuando llevaba unos minutos fuera del agua era que tenía malos pelos.

“¿Puedo quedarme con la nave? Ahora que los malefactores van a ser liberados, el barco quedará sin dueño, ¿no? Por favor dádmelo a mí. No lo subastéis ni nada de eso, pues no tengo un céntimo para comprarlo. Precisamente es por eso que lo necesito. No tengo ningún tesoro en el fondo de este lago. Cuando me pidió un arma legendaria, sólo pude darle a este nieto emprendedor suyo, Dama Divina, una azada y un martillo.”

“Ambos roñosos,” asintió Esmeraldo Gemaverde dando fe y testimonio.

“¡Pero vaya cara tiene esta! ¡Vaya, vaya, Abismal! Tú no te cortas,” dijo la Dama Celestial. “¿Cómo puedes si quiera pensar que una maravilla como esta galera podría acabar en un lago cateto como el tuyo?”

“Mi lago es más profundo que cualquier otro. Puede que no sea extenso, pero no lo hay más profundo en ninguno de los dos mundos. ¿Y quién pensaría en buscar un tesoro aquí en un lago cateto, como dices que es este? Estará muy seguro aquí.”

“Siempre corren rumores,” advirtió la Dama Celestial.

“Lo defenderíamos como fieras, pues es conocida la ferocidad de los Abismales del Lago Fosforito. ¡Ay de los que intentasen extraer la galera de nuestras aguas!”

“La galera es el botín de Esmeraldo,” dijo la Dama Celestial. “No puedes privarle de ella. La ganó legalmente según las reprobables leyes de la piratería.”

“Pero si ya no me interesa,” dijo Esmeraldo Gemaverde. “Me aburre jugar a pirata. Ahora quiero ser agente de aduanas.”

“¿Pero que barbaridades dices? ¡No tenemos nada de eso en Isla Manzana!” bufó la Dama Celestial.

“Razón de más para que yo sea uno. ¡Seré el primero! Y anunció desde ya que aceptaré sobornos. ¡Sobornos generosos!”

“Tú sigue diciendo tonterías innovadoras como esa, Gemito, y acabarás durmiendo en el jardín de cierta niña junto a un loco que intentó convertirnos en humanos,” advirtió la Dama Celestial a su sobrino nieto y hada ahijado.

Y la Dama Divina intervino para explicar cómo eran las cosas de la isla bendita.

“Casi todas las cosas entran y salen libremente de la isla, a voluntad de sus dueños. Si alguien intenta colar algo inapropiado siempre hay vecinos metetes que le detienen, como tu tío Gentillluvia, que tiene controlado a Caldopollo Mortero y Maneta, o como se llame ese chico malo local. Se le permite sacer bienes posiblemente malignos de la isla pero no importar cosas nocivas.”

“¿Caldopollo qué?” preguntó Esmeraldo.

“No le des ideas al niño, Divina,” dijo la Dama Celestiaal. “Puede que no te hayas dado cuenta, pero acabas de presentar a tu nieto a ese maleante.”

“No  tenéis por qué preocuparos. Yo no pienso cooperar con ningún pollo que se ha dejado hacer caldo. No necesito hacerlo. No tengo porque temer a la competencia. Soy el mejor en lo mío. Ese estará fuera del juego en cuanto yo empiece a jugar al mío.”

“¿Puedo quedarme el buque o no?” dijo la Dama Abismal que empezaba a impacientarse.

“En verdad esa nave le pertenece a Esplendida, que es el hada madrina de Richi y que se la facilitó. Creo que si ya no tenemos uso para ella, deberíamos devolvérsela a su dueña original. Es con Esplendida con quién tendrás que hablar,” le dijo la Dama Divina a la Dama Abismal. 

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