319. El Coro de Coronados
Esmeraldo había llegado al final de su cuerda. Harto de todo lo que había hecho
y soportado, negociar, atacar, secuestrar y conocer a demasiados personajes
extraños, el niño estalló en llanto.
“¡Buaaaaaaa!”
gritó Esmeraldo, recordándoles a todos que por
muy duro que pareciese en realidad era sólo un bebé. “¡Quiero irme a casa!”
“¡Ay, pobrecito!” exclamó la Dama Esplendida. “Si sólo es
un niño, aunque parezca un bravucón. ¿Sólo has estado jugando a ser pirata,
¿verdad, cariño? No eres uno realmente. Pues el destino ha querido que robases
un buque que le pertenece a tu papi. Y esa es la parte afortunada de este
asunto, porque al ser esa galera de tu padre, todo queda en familia. Sí, se
queda en tu familia, la galerita. Generosidad y yo encontraremos entre las dos
algo más adecuado para el fondo del Estanque Malhumorado de la Dama Fosforita.
Pero la parte desafortunada de este asunto es que tu abuelo AEterno ha cogido
manía a esos dos gamberros que tú has secuestrado y sin quererlo posiblemente
liberado de su prisión. Me preguntó que podremos hacer para solucionar ese
problema.”
“Si me permite una sugerencia, Dama Esplendida,” dije yo,
Dolfitos, el hojita intelectual, “esos dos cazurros a los que parece haber
beneficiado Gemito, pues no son tan malos como son tontos. Es cierto que tienen
las peores ideas, pero por estúpidas, no por malvadas precisamente. Nuestro
problema, como ha dicho usted, es AEterno, que no los puede ver ni en pintura y
que va a liarla cuando se entere de que va a haber que soltarlos. Pero en
cualquier caso están a punto de disfrutar de esos pocos días al año en que se
les permitía abandonar la galera. Y ese es el tiempo del que disponemos
nosotros para pensar en que hacer con ellos cuando se les acabe el permiso.”
“¡Ufff!
Ese
cascarrabias de AEterno es muy difícil de contentar. Es muy exigente y quiere
que todo se manifieste en su justa medida. Ni que decir tiene que yo no le
caigo demasiado bien, a pesar de que él puede ser esplendido siempre que le
apetezca. De vez en cuando…pero no. Este problema se lo vamos a dejar a Divina,
que es la que mejor le conoce. Lo que voy a hacer ahora es llevaros a todos a
casa,” dijo la Dama Esplendida. “Sólo dadme unos minutos para empacar unas
pocas cositas, cosas que en su mayoría serán para el bazar navideño de mi hija
Dadivosa. Pronto será Navidad y yo misma tendría que estar ya ahí fuera.”
Como os podréis imaginar, las “poquitas cosas” que empacó
la Dama Esplendida distaron mucho de ser pocas. Pero no voy a entrar en eso
ahora. Sólo diré que nos llevó a los niños y a mí a la Plantación Ricatierra. Y
yo también me quedé a dormir allí. Cenamos y antes de acostarnos tomamos cada
uno una jarrita de manzanilla, que es una de esas cosas que vienen bien después
de una aventura o un exceso. Nos despertamos tarde, varios días después de acostarnos, pero
no tan tarde que no pudimos asistir al Concierto de los Coronados.
¿Y qué o quiénes exactamente son los coronados? Eso me podríais preguntar, de no saberlo. Pues os cuento para que lo sepáis que un día de diciembre, los niños hada que han cumplido siete años dentro del año en curso o que van a cumplirlos antes de que este se acabe, se juntan para celebrar su mayoría de edad. Se organiza una fiesta para ellos, que incluye un espectáculo en el que los niños participan. Forman un coro y cantan canciones para deleitar a sus familias y amigos. Ellos mismos componen la música y escriben la letra de la mitad de las canciones que cantan. La otra mitad de las canciones son tradicionales, o la obra de otros niños coronados con anterioridad, viejos hits, en este caso, que triunfaron en su momento y han pasado a ser clásicos. Las canciones que estos niños escriben suelen ser de melodía dulce, aunque puede haber sorpresitas, y siempre hay algo que resulta algo raro en las letras. Pero suelen ser buenas, y todos contentos.
El hada
murciélago Ángelratón Grigio, que ha llegado a ser un gran divo además de
profesor de la escuela de voz de la sirena Marina O’Toora, dirigió al coro este
año. Pero ahora me preguntareis por qué a esos niños cantores les llaman los
coronados. Pues es porque al haber alcanzado la mayoría de edad ya mandan en sí
mismos, y son monarcas casi absolutos de sus hogares ideales, que pueden reclamar
a partir del uno de enero del año nuevo. Y para su fiesta llevan coronas que
muestran que son libres y se gobiernan a sí mismos. La mayoría de estos niños
son buenos. Este año lo son los doce que se han emancipado, así que se espera
que todos sigan viviendo en Isla Manzana. Doce es un buen número para formar un
pequeño coro, pues ha habido años en los que sólo dos o tres o incluso uno o
ningún niño ha cumplido siete años. Y como los de este año además ensayaron
mucho y cantaron bien, pues todos contentos.
El coro remató su actuación recordando a su público que en breve se iba
a celebrar el gran bazar navideño de Generoso y Dadivosa, y que se esperaba que
todos los presentes también lo estuviesen allí. Y la última canción que
cantaron, acompañados por siete arpistas con arpas de oro, fue Luminosa
Lucía, cuya letra voy a publicar aquí por si no la conocéis.
Personalmente esta canción es una de mis favoritas, pues su autor y compositor es
un hada nacida en el Bosque Triturado y describe nuestras costumbres.
Arriba
en los cielos la luna palidece, pugnando con nubes oscuras que la quieren
velar,
Por
ver y ser vistas luchan estrellitas, con tristes nieblas que las quieren
ocultar,
Más
entre encajes de ramas negras y desnudas, todavía logran titilar, y el viento
está quedo, en bloque de hielo el frío lo pudo congelar.
¡Pon
fin a esta noche casi sin día, devuélvenos la luz, Luminosa Lucía!
Nuestros
lechos calentitos hemos dejado, pues recibir a Lucía se nos ha antojado y la
hemos salido a buscar,
Ahí en
el bosque los pinos y nos, cubiertos de nieve no dejamos de temblar y de
tiritar,
Pies
calzados y dedos enguantados rojas
narices, carrillos colorados y rodillas que chocan sin hacerse sonar.
¡Pon
fin a esta noche casi sin día, devuélvenos la luz, Luminosa Lucía!
En
esta más larga noche los bostezos ahogamos y ver un prodigio despiertos
anhelamos.
¡Cantad
ahora en la oscuridad, como la alegre alondra la voz alzad!
Lo
negro se torna un azul oscuro, luego rosa y entonces claridad, pues siempre
amanece cuando es mayor la oscuridad.
¡Pon
fin a esta noche casi sin día, devuélvenos la luz, Luminosa Lucía!


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